La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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OPTIMUS PRIMAVERA SOUND
Oporto 31 de mayo y 1 de junio 2013

Ya no calzan Adidas Gazelle, no visten aquellos vaqueros acampanados de entonces y a duras penas logran defender el flequillo. Pero están ahí, festejando que un día fueron jóvenes y fans de BLUR. Con New Balance, pantalones pitillos y bastante menos pelo se sintieron por una noche como en los noventa. Entonces su mundo cumplía veinte años, no existía miedo al futuro y Girls & Boys sonaba de fondo. Ahora un pie pisa los cuarenta, el presente se tambalea en una cuerda floja y, al parecer, Two Door Cinema Club son el grupo británico del momento. Sí, esta vez sí: cualquier tiempo pasado fue mejor. Miles de gargantas gritando al unísono «¡¡¡¡Parklife!!!!» cada vez que Damon Albarn los apuntaba con el micro parecían confirmarlo. 

BLUR interpretando «Parklife» ante el delirio colectivo

Corren tiempos de nostalgia. El público la demanda. Y el Optimus Primavera Sound se rindió ante ella. Ya en la primera jornada del festival (en la que este escriba no estuvo presente) tuvo que venir un veterano, Nick Cave, a dar una lección magistral. También The Breeders, a celebrar el 20 aniversario de su mítico Last Splash en otro de esos complacientes ejercicios revisionistas típicos de estos tiempos. Al día siguiente eran BLUR los que acudían a la llamada para ondear la bandera brit que portaron hace dos décadas. Su concierto lo eclipsó todo en la segunda fecha del festival y respondió a las expectativas regresivas. ¡Shhhh!, ni hablar de decadencia. Al contrario de aquella desastrosa visita al FIB de 1999 con actitud de ingleses-de-vacaciones-en-el-Mediterráneo, esta vez BLUR lo bordaron. Sonaron potentes, derrocharon energía y contagiaron una inusitada vitalidad. Todo, con el handicap de lidiar con un repertorio y una imagen tan ligada a lo juvenil como la suya. Sin problemas. La inicial Girls & Boys puso al grupo y al público a disfrutar. Lifting colectivo, hedonismo pop, vibraciones maravillosas. Ya no hubo vuelta atrás.

Damon Albarn brincó como lo hacía en los días de vino y rosas del Brit-Pop y resultó igual de payaso que entonces. Jugó con el público, lo guió y lo manejó a su antojo. Tras él, la banda ampliada con cuatro coristas y una sección de viento, repasó con solidez un repertorio inmarchitable. Desde los botes de euforia con los que fue recibida primeriza There’s No Other Way al pogo desmadrado que se generó con Song nº2 al final, lo que se vivió en Parque da Cidade resultó algo así como la gloriosa celebración colectiva de un pasado ideal e idealizado . Como quien escribe una vez más (y van…) el epílogo de esa idealizada juventud en la que nada parecía imposible. 

Todas, o más bien casi todas (¿por qué dejarse To The End?), acudieron a la cita. En orden y convenientemente dosificadas. Auténticos clicks en el corazón. La perezosa melodía Bettlebum, ladeando cabezas con ese estribillo que se deshace en el aire; la carismática Tender, con el público ejerciendo de multitudinario coro góspel; la zozobra piscodélica de This Is A Low, creando un telón de ensoñación; Country House, servida como un delicioso caramelo pop de fiesta, sonrisas y lligereza. Así hasta el infinito. Al final, tras arriesgar gafas y tobillos con Song nº2 el veredicto resultó unánime: BLUR se salieron. Tan grandes como en los noventa. O incluso mejores. Y totalmente vigentes. He ahí sus (buenísimos) temas nuevos.

Antes de ellos, cabe destacar una nueva exhibición de SWANS, confirmando que son uno de los mejores directos del rock actual. Con Michael Gira totalmente poseído, trenzaron su música catártica, terrorífica y demoledora. Bendecidos por el gran sonido del escenario Super Bock (el mejor de todos) firmaron probablemente el pase del día. Cabe señalar también la agradable actuación de NEKO CASE cayendo la tarde, quien homenajeó a The Sangri-las en clave country, y la de DANIEL JOHNSTON que con su pop errático marca de la casa encandiló a sus entregados fans y repudió a los que no lo son. «Esto parece como cuando un padre se envalentona en la boda de la hija y canta», comentaba un espectador. También mentar los elogios que despertaron los pases de METZ y FUCK BUTTONS. De estos, lo siento, yo nada os puedo contar. Se escaparon totalmente a mis horarios. Uno, novato, no supo muy bien cómo gestionar el tiempo y las esperas entre actuación y actuación.  

EL TURBADOR PLACER DEL RUIDO 

La nostalgia se vistió de ruido en el tercer día del Optimus Primavera Sound. Los maestros en su administración, uso y disfrute desde los ochenta, MY BLOODY VALENTINE, convirtieron en real la fantasía auricular de toda una generación. Su música ha sido tan mitificada en disco como deseada en directo y su plasmación genera una sensación ambigua: la de hacer de carne y hueso temas que siempre flotaron en un mundo irreal pero, al tiempo, obligar al pellizco precisamente por ello. Y todo desde el mismo arranque en el que, a por todas, se invocó la dupla mágica de la parte central de Loveless , con las maravillosas I Only Said y When You Sleep. De este modo la formación de Kevin Shields dejaba claro que desechaba la idea de que su último álbum, m v b, ejerciera de guía de su actuación, algo que en principio podría casar con una reivindicación del papel del grupo en el 2013. No ocurrió así. Hubo parada en la melodía a cámara lenta de Only Tomorrow con esas viscosas guitarras que en directo parecían masajear al espectador. También en la luz bailable de New You, que surgió al poco de arrancar como un revelador beso pop. Pero, en todo momento, presidió la fórmula del grandes éxitos con suplemento de agresividad.

MY BLOODY VALENTINE abriendo su actuación con «I Only Said»

Sí, MY BLOODY VALENTINE sonaron duros, muy duros ¿Qué queda hoy de aquello de que la banda había extraído toda la violencia al rock con Loveless? La actitud macarra de Debbie Googe aporreando su bajo en los mismos trastes con fruición indicaba más bien todo lo contrario. Y You Made Me Realise, tras varios minutos de contención, resultó toda una detonación noisepopera cuya onda expansiva alzancó a todo el Parque da Cidade. En la otra cara de la moneda surgió ma-ra-vi-llo-sa To Here Knows When. O lo que es lo mismo: Bilinda Butcher poniéndole rostro a la gran nana narcótica del shoegazer. Al término, nadie pidió bises. El público se había quedado exhausto. Algunos, como los chicos de Franc3s que se les pudo ver en las pantallas de video durante la actuación, hablaban del concierto de su vida.

Antes de ellos, LOS PLANETAS dieron la gran sorpresa de la noche, apelando también a hojas del calendario arrancadas hace años. Tocaba soplar las velas de 15º aniversario de Una semana en el motor del autobús, el disco emblema del indie patrio. Todo pintaba mal. Desde la idea misma del concierto al estado actual del grupo, cuyos problemas internos trascienden incluso a las redes sociales. Quienes los habían visto en Barcelona avisaban: desastre a la vista. La posibilidad de darle la vuelta al pronóstico en Portugal semejaba más bien una quimera. Pues, ¡voilá!, sucedió. De menos a más, a mitad de concierto los granadinos se encontraban ya en otra dimensión. Temas como Toxicosmos o, muy especialmente, La Copa de Europa resultaron sencillamente espectaculares, la banda se mostró compacta y sin fisuras y, más allá de las lecturas planas, se palpó la emoción y se pudieron ver detalles sorprendentes (y deliciosos). Por ejemplo, esas guitarras fronterizas con las que Florent bañó Cumpleaños Total, el ímpetu de Erik a la batería convirtiendo Montañas de Basura en algo totalmente nuevo o Linea 11, totalmente renovada sin perder un ápice de emotividad.

Las proyecciones, recreando las letras de los temas y jugando la iconografía creada en su día por Javier Aramburu, hicieron el resto. Y cuando La Copa de Europa ya había alcanzado su clímax y todos dábamos satisfechos la actuación por finiquitada, llegó el regalo. En sintonía con el público, LOS PLANETAS dejaron dos pinceladas de su presente. Primero, y acto seguido, Alegrías del incendio. Segundo, y tras un solicitado bis, Cuando me asomo a la reja, casi queriendo decir que ahí está su Toxicosmos actual. Ambas tendieron un puente de coherencia entre aquellos y estos LOS PLANETAS. El rumor de que Erik Giménez, su batería, podría estar firmando así su última actuación fue de lo más comentado antes y después del concierto. De verdad, no podía dejar el listón más alto. Estuvo tan pletórico que J debería pensárselo. 

Y, entremedias, emergió el grupo del año. Con el cuchillo en la boca, SAVAGES se hicieron hueco entre la nostalgia reinante en el festival. Les tocó lidiar con el sonido metálico de la carpa Pitchfork, pero no importó. Incluso puede que les sentase bien. Como unos Joy Division con suplemento de alaridos, como unas Sleater-Kinney bañadas en post-punk, como Siouxie con 20 años en el siglo XXI…. Las comparaciones llegan en masa para intentan aprehender el espíritu de una banda llamada hacer grandes cosas. Multiplicando el poderío de su sensación debut y envolviendo en una niebla de acoples agudos y afilados, SAVAGES se confirmaron como la revelación del año. Quien sabe si en unos años serán otro muñeco roto de las tendencias, pero hoy por hoy no se me ocurre principiantes mejores a ellas. 

SAVAGES tocando «Fuckers» en la recta final de su actuación

Su actuación coincidió con la de unos LIARS que encantaron. Apenas pude ver sus dos temas finales: un trasvase de su locura guitarrera de antaño a la electrónica. También paladeé algo de WHITE FENCE, un voluntarioso ejercicio garagero sin más trascendencia, y a unos EXPLOSIONS IN THE SKY que semejan seguir con el piñón fijo de antaño, el de ser un sucedáneo de Mogwai que no va más allá de la estética sin escalofrío. Tampoco hay que olvidarse de DINOSAUR JR, cumpliendo con creces en la recreación de su repertorio clásico, versión de The Cure incluida. Otro pinchazo nostálgico para un festival que superó con nota el segundo año de su corta vida.