La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
Seleccionar página

(Ultimas noticias sobre el posible concierto de Sonic Youth en A Coruña aquí)

El ourensano Emilio José editó en el pasado 2009 uno de los discos más destacados del pop nacional, «Chorando apréndese». Un doble cedé en el que, en medio de un excitante tobogán estilístico, el componente de Apeiron indaga en sus dos grandes traumas: su relación con las mujeres y el hecho de que vivir en una aldea, Quins en el municipio de Melón (Ourense), le haga sentir que tienen una vida menos completa que en la ciudad. Con motivo de los conciertos que está dando en Galicia a cuentagotas, lo hemos entrevistado en el Fugas hace dos semanas. Allí se reprodujo un pequeño extracto de una extensa entrevista que ahora reproducimos completa. Pese a que esta tuvo lugar en gallego, por deferencia a los lectores de este blog no gallegos la he traducido.

-¿Qué es peor lidiar con la Xunta de Galicia o con las mujeres?

-Depende. Es difícil todo, vivir es difícil [risas]. Según cómo lo mires. Realmente, es mucho más complejo el trato con las personas que con las instituciones. O, al menos, debería ser así. No hay formularios para decirle a una tía “¿Te gusto?” y en la Xunta sí que los hay [risas]. Pero también depende de cómo quieres que sea la relación. No es lo mismo estar enrollado con una tía en plan una vez a la semana que querer casarse con ella. Lo de la Xunta es un poco así.

-Bueno, con la Xunta es un matrimonio forzoso.

-Depende. Si eres un usuario como el que se enrolla de vez en cuando es muy fácil, no hay problema. Si quieres tener parte y mirarla de tú a tú, ya es más jodido.

-Se habla mucho en los blogs del sustrato político de su álbum. Antes de esta entrevista lo he vuelto a escuchar a fondo y hay una cosa que no me queda clara. No sé si le gusta vivir en Quins, su aldea, o no. ¿Lo puede aclarar?

-Claro que me gusta, pero…

-¿Pero qué?

-A ver, el disco no es una exaltación de Quins, ni de la vida en la aldea. Es una protesta de la inferioridad con la que nos tratan desde los núcleos de poder. Luego, dentro, está mi relación con la aldea. Antes yo decía, “¿qué sitio es este?”. Pero el problema no es del sitio, sino de fuera. Es imposible hacer nada.

-En el disco se muestra rabioso cuando ve que los conciertos importantes que se hacen en Galicia son en A Coruña o en Vigo. ¿Aspira usted a que los Rolling Stones vayan a tocar a una población como la suya, de 250 habitantes?

-Bueno, pues sería bastante interesante. Pero no se trata solo de eso. Se trata de todo el orden que hay, de las comunicaciones y todo. El hecho de que los Rolling Stones toquen en Vigo o en Praga es bastante indiferente. El problema es que tocan los Rolling, los Wave Pictures y Nacho Vegas, aunque, bueno, afortunadamente Nacho Vegas nunca tocó aquí. En Vigo toca desde Paul McCartney hasta el último grupo de Cádiz que no lo conoce nadie. Siempre es allí. No se trata de que venga Scarlett Johansson y diga “Voy a veranear en Quins”, porque entonces vendrían los de Rivadavia y preguntarían «¿Y por qué no aquí?». No se trata de eso, se trata de que siempre van siempre a los mismos dos o tres sitio en Galicia.

-En Quins usted debe ser “el músico del pueblo”. ¿Es conocido?

-Sí, y ahora más. Como salí en la TVG soy famoso hasta en Melón [risas]. Allí todo el mundo se conoce.

-¿Qué dicen de usted?

-No lo sé [risas]. Siempre es curioso que haya alguien que hace canciones. Allí hay gente que toca, pero en plan gaitas o lira. No hay gente que haga canciones y salga en la tele.

-Se percibe en el disco una tensión de la que nunca se suele hablar: el resentimiento de la gente de la aldea respecto a la de la ciudad. ¿Piensa que todavía existe ese resquemor?

-Sí, pero también se da en el sentido contrario. Es algo mutuo. El problema es que los débiles somos siempre los de la aldea. Es como un Cádiz-Madrid, los dos equipos están en el campo, pero sabes de sobra quién va a ganar. Lo irónico de todo es que, por ejemplo, Vigo es puro Ourense. Si tú coges en Vigo y le sacas toda la gente que viene de Ourense se queda en cuatro chabolas de nativos y nada más. Y toda esa es gente de la aldea, lo que pasa es que luego tienen hijos y nietos, y ellos ya se consideran de allí y ven la aldea como “!Qué aburrimiento! !Qué coñazo!”. Eso ya se ve como algo normal y claro, la aldea es la aldea, ¿por qué va a haber algo más de lo que siempre hubo en una aldea? Para ellos es normal y dicen “Las cosas tienen que hacerse aquí porque en la ciudad hay más habitantes”. Claro que existe el rencor. Pero eso no significa que vayamos con bates de béisbol buscando a urbanitas (risas).

-Es un poco como el resentimiento de clase social. Son cosas que, en teoría, no existen porque “todos somos iguales”, pero solo hay que abrir los ojos para darse cuenta de que están ahí.

-Sí, claro, totalmente.

-Viví varios años en Ourense. Allí había gente que decía que el sábado era mejor no salir porque bajaban los “montunos”, en referencia a la gente de los pueblos de los alrededores.

-Sí, en Santiago ocurre exactamente lo mismo. En el fondo, la diferencia la da ese barniz de hábitos. Yo creo que una persona que viven en la ciudad puede ser igual que una de la aldea y al revés, son cosas de costumbres. Yo como vivo en Quins hago unas cosas y tú como vives en A Coruña haces otras. Lo que pasa es que parece como que mola más lo tuyo, porque es donde se puede hacer de todo, no como en un pueblo donde no se puede hacer nada. ¿Aquí qué haces? Pues nada.

-Me intriga cómo ve usted dos fenómenos recientes: el turismo rural y los urbanitas que, hartos de la vida en ciudades, se asientan en pueblos para hacer una vida más relajada y saludable.

-Eeee…. mal. Lo veo todo mal [risas]. Básicamente, es un poco rollo África, en plan “vamos a ayudarlos”, cuando en realidad es como si se tratase de caridad. El turismo rural es algo horroroso porque convierte lo rural es una especie de parque temático. Es parecido a la gente esta que en Brasil va a hacer tours por las favelas, que hasta le hacen un espectáculo de fogueo. Puede molar, pero a los chorbos de las favelas dicen «¿Qué pasa aquí?». Pero, bueno, como les dan dinero tragan y con el turismo rural pasa lo mismo. La gente que viene a vivir a la aldea podría ir, yo qué sé, al desierto del Sahara, que es mucho más tranquilo todavía [risas]. Cada cual puede hacer lo que quiera pero, visto desde ese punto de vista de la dualidad entre el campo y la ciudad, la verdad es que resulta algo ofensivo.

-En la canción “Atlantic City” le reprocha a una persona de ciudad que lo intente tratar como una persona “aislada, rural y tonta”. ¿Eso le ha pasado de verdad o solo se está poniendo en situación?

-Estas cosas pasan. Cuando fuimos a tocar con Apeiron a Coruña, nos entrevistaron en una radio universitaria. El locutor me preguntó «¿Y tú viviendo ahí como te enteras de que existe este tipo de música siendo de una aldea?» Eso ocurre mucho. Atlantic City en esa canción es Vigo. Vigo, mal que os pese a los coruñeses, es la primera ciudad de Galicia. Por un lado, en Vigo hay una diferencia abismal con lo que hay en Quins. Todo está allí, bueno menos la Fnac [risas]. Por otra parte, está el hecho de que no puedes tener una discusión normal. Me ha pasado muchas veces, eso de “¿Cómo es posible que siendo de la aldea te pueda gustar esta música?” o también con las películas. Que tú dices «Me gusta mucho tal película de tal director» y te preguntan “¿Pero la viste?”. Eso pasa, claro que pasa. Lo que sucede que en el disco, salvo alguna canción que es completamente real, normalmente no es nada autobiográfico en el sentido estricto, sino historias a partir de sensaciones e impresiones.

-¿Puede existir algo de auto-odio? Ese hastío de sábado por la tarde escuchando Radio 3 que refleja su disco yo lo vivía de adolescente exactamente igual en el barrio de los Mallos en A Coruña. Nunca me consideré un desgraciado por ello.

-El auto-odio que pudiera haber no es como si estuvieras en un sitio en el que pudieras tener una vida completa, es decir vivir en el siglo XXI. No solo en cultura, sino en servicios, trabajo, relaciones personales, de viajar, de todo. ¿Odiar? Lo único, odiar haber nacido ahí, pero ese no es el problema sino cómo está montado todo el tinglado, entonces no creo que exista auto-odio.

-¿Complejo de inferioridad, quizás?

-Es que no es una sensación, es que eso es totalmente real. Como civil tú viviendo en una aldea eres totalmente inferior a alguien que viva en una ciudad. Eso es así.

-Pasemos a hablar de sus mitos particulares. En Apeiron ya mostró su devoción por Cybil Shepard. Ahora la vuelve a citar. ¿Es su icono femenino por excelencia?

-En la canción en la que hablo de ella es porque venía del ámbito rural. Cito también a Sharon Stone, porque realmente no sé cuál de las dos venían de una aldea. Creo que las dos. Pero, bueno, aparte de ello, Cybil Shepard desde que la vi en Taxi Driver es todo un símbolo ya no sexual, sino femenino.

-Otra que cita en su Myspace como influencia es Alizee, una estrella del pop comercial francés. Sin embargo, especifica que solo la de los dos primeros discos. ¿Se ha olvidado de que el tercero tiene un temazo como “Fifty Sixty”?

-!Qué va! El último disco es horrible, al menos a mí me lo pareció. Lo escuché hace como año y medio, pero no me gustó.

-Es decir, que usted es de los de “Moi Lolita”.

-No, a mí el que me encanta de ella es el segundo. El anterior no me gustaba demasiado cuando salió.

-Al igual que ocurría en la época de Apeiron, le sigue gustando el pop mainstream tipo Christina Aguilera o Britney Speards.

-A mí me gusta todo, yo no hago diferencias. A mí el metal me encanta, por ejemplo, pero eso no se refleja en Emilio José. Yo hago música comercial y, por eso, esas referencias me interesan mucho.

-¿Cuál ha sido la última canción del mainstream que la ha encantado?

-Buff, es que para mí Animal Collective es puro mainstream. Pero, bueno, Alicia Keys acaba de sacar un disco medio horrible, pero tiene una canción bestial pero no recuerdo como se llama. Creo que es la cuarta. También me gustó mucho la versión de los Dirty Projectors que hizo la hermana de Beyoncé.

-¿A quién le gustaría ver más en directo, a Beyoncé o a Sonic Youth?

-A ninguno de los dos.

-Vaya, hombre.

-Es que yo creo que el directo está… Bueno, es que eso es meterse en aguas pantanosas.

-¿Qué quiere decir, que el directo está sobrevalorado? No es el único que lo piensa.

-Claro. Es que ahora se dice que los discos son un catálogo de lo que puedes hacer en un concierto y esas cosas. Luego, hay un montón de conciertos, pero al final es todo igual. Antes se sacaba un disco y el grupo no venía a tocar. Ahora sales de casa un día y están tocando Sonic Youth en tu portal. Personalmente, hay alguna gente que mataría por verlos porque me gustan mucho, pero en general no me interesa mucho el directo. Por ejemplo, cuando estuvieron Franz Ferdinand en Vigo fue un montón de gente que yo conocía y que no sabía ni quiénes eran Franz Ferdinand. Es decir, ya no es un concierto ni nada, sino la experiencia de ir allí. Luego, está esa idea comunista del trabajo, de valorar lo que se hace. No sé, parece que los discos los hace el aire y al tocar, como estás sudando y dando el callo, se ve ese trabajo. Solo por eso parece que ya vale la pena y puedes pagar 20 o 30 euros. Pero bueno, volviendo a lo que dices tú, es que a mí Beyoncé no me gusta, ni su música, ni ella físicamente. Luego Sonic Youth, yo qué se, el año pasado coincidieron en el Primavera Sound con Ghostface Killah y a una amiga que fue le dije “Tienes que ir a ver a Ghostface Killah”. Pero al final fue a ver a Sonic Youth.

-Puntualiza que no le gusta físicamente Beyoncé. ¿No será de los que sostienen que está gorda?

-No, físicamente, por ejemplo, me gusta Martha Wainwright, la hermana de Rufus, y no es que sea una anoréxica precisamente.

Emilio José interpretando «Febreiro» en la sala Le Club de A Coruña

-Dice muchas veces que el pop ya se ha agotado y que no queda más que rebozarse en los géneros pretéritos. ¿Existe sitio para la creación pura?

-Sí, claro. Pero hay que hacerlo y, claro, eso cuesta en teoría, a no ser que seas un genio. Pero, bueno, tanto da, porque Beethoven, que lo era, estaba 25 horas al día trabajando. No era que se despertaba una mañana y dijera “Bueno, voy a escribir esto que se me ocurrió”. Pero es lo de siempre y, desde que salieron los Strokes, se hizo todo más real. El rock n´roll siempre fue un 50% moda y un 50% música, pero es que ahora es puramente moda. Sale el disco de Phoneix, que en su día no sería ni un disco de maquetas de The Strokes, y vale porque lo que se busca es el momento de darle al «play» y que enganche. Solo se busca la inmediatez. Y la gente dice “Esto es como en los años sesenta que salían cada semana singles alucinantes”, pero, claro, tú comparas musicalmente una cara b de esa época y tiene más trabajo detrás que todo el último disco de Animal Collective. Porque, bueno, el «Merriweather Post Pavilion» tampoco es un disco, sino que es un single con dos canciones: “My Girls” y “Brother Sport”.

-¿Cómo?

-A ver, la gente tiene la noción de que «Merriweather Post Pavilion» es un disco, pero eso es falso. Es un single en el que la cara a es “My Girls” y la b es “Brother Sport”. El resto de las canciones… yo no sé que existen. Si alguien las escuchó que me lo diga por favor.

Tiene una especial manía con Animal Collective. ¿Le parece un grupo sobrevalorado?

-No, lo que pasa es que lo de Animal Collective es el triunfo del agotamiento. Es como decir “algo tiene que molar”. Y les tocó a ellos.

-¿Piensa usted que algún grupo hoy en día podría ocupar ese lugar?

-Musicalmente, me gustan mucho más los Dirty Projectors, pero es lo mismo de siempre.

-Me refiero a algo audaz, en el sentido de lo que pudo ser en su día el “Loveless” de My Bloody Valentine.

-No. Pero bueno, el “Loveless” me parece que es un disco que es solo sonido. A mí me encanta, pero si le quitas el sonido las canciones creo que son bastantes normales. El sonido resulta abrumador, algo que nunca se había escuchado antes. Si yo tuviera 25 años cuando salió el “Loveless” a lo mejor diría lo mismo de él, pero ahora toca Animal Collective. O Nacho Vegas… pero de este prefiero no hablar.

-¿Pertenece también del club de detractores de Nacho Vegas?

-No, yo soy el presidente. Dios, es que Nacho Vegas es una cosa tan… en fin, dejémoslo.

Cuando le conocí, uno de sus grandes héroes musicales era Liam Gallagher de Oasis.

-Y lo sigue siendo, lo que sucede que lo es de un modo retroactivo. Oasis en su momento eran bestiales, pero ya no me interesan tanto. Ahora, que escucho muchas cosas antiguas, me doy cuenta de que Oasis la verdad es que no eran para tanto. Nada es para tanto. Si sacas a Bach, Debussy, el «Smile» de los Beach Boys y cuatro más, la verdad es que nada es para tanto. Hoy escuchas una cosa del año 70 y dices “Buah, esto es alucinante”. Pero es que mañana, escuchas otra del 68 y te parece aún mejor. Volviendo a Liam Gallaher, en aquel entonces por un lado tenías a Bono diciendo que había que condonar la deuda de los países probres y el coñazo de siempre. Por otro, tenías a Liam borracho dándole puñetazos a un fotógrafo. !Y eso es rock n´roll! Aparte, me encanta como canta.

-Ahora que rapea, qué rapero le gustaría ser ¿Jay-Z?

-No, no me gusta nada. No le acabo de ver el punto. Es como una inercia, lo mismo que Animal Collective. ¿Cuál es el rapero que tenemos? Pues Jay-Z ¿Por qué? Pues qué sé yo. Y mira que escuché todos los discos y sigo sin encontrar eso que le ven muchos por ahí. Hay raperos mucho mejores. A mí el rap me parece la última gran música que salió, porque lo del drum n´bass era un poco como de broma, pese a que haya discazos. El rap es mucho más potente.

-¿Se ve haciendo un videoclip como un rapero en su coche rodeado de mujeres?

-Bueno, es que yo no veo haciendo un videoclip de nada (risas). A mí, tal y como lo veo hoy en día, desde que apareció el rap, desde el 91 o así, es todo un repetición, variando un poco alguna cosa. Para mí el gran modelo es D‘Angello. No hace rap, pero se acerca bastante. Es lo que más escucho últimamente: hip-hop y rock n’ roll de los cincuenta.

-Volvamos al terreno político. El disco está interpretado íntegramente en gallego y una buena parte de su público, por asociación de ideas, seguramente lo ubique como un músico nacionalista. Sin embargo, suelta un “putos nacionalistas» en una de sus canciones. ¿Pretende dejar claro que tampoco le va el nacionalismo?

-Sí, va por eso. La idea de un estado que nos oprime y vamos a liberar a Galiza, no sé. Si fuera una opresión tan grande… Es como lo que digo yo de la aldea. Yo creo que nadie puede negar que hay un menosprecio por la aldea por parte de las ciudades, que es donde se manda. Pero claro, yo tampoco digo que Quins sea al Congo y que la gente se muera de hambre por culpa de Corina Porro, Feijoo o Zapatero. El nacionalismo es un rollo de “hacen terrorismo de estado”, pero si fuera algo tan grave estarías haciendo campañas de marketing bestiales. Nada de eso pasa. Es como si no existiera prisa. “Galicia es una nación y vamos a hacer un estado”, dicen. Pero yo no sé si eso va a ser mañana o dentro de 50.000 años, que es lo que parece. Lo digo por eso. Pero yo no soy nacionalista gallego, en todo caso soy nacionalista ourensano. Pero eso aún tiene que empezar a andar. Estamos empezando.

-Porque usted promulga un Ourense independiente.

-Sí, claro. Toda la provincia sería un estado.

Tiene una canción fuera del disco, “Adeus Feijoo”, en la que habla de la muerte de Alberto Núñez Feijoo, el actual presidente de la Xunta.

-Lo relato con pelos y señales.

-¿Cuando colgó en Internet esta canción no tuvo miedo de que le pudiera acarrear algún problema?

-No, porque no soy un tipo conocido. Si mañana Bisbal hiciera la misma canción a lo mejor se montaba un revuelo. Aparte, es que es una canción. Aunque fuera más famoso no tendría reparo en publicarla. Es como si haces una película, no me entra en la cabeza que pase algo por eso. Es una canción que habla del suicidio, que es algo cotidiano: a diario se suicidan miles de personas en al mundo. En la vida real no quiero que le pase nada a Feijoo. Es más, quiero que viva 150 años.

-Pero, a ser posible, fuera de la Xunta, ¿no?

-No, si yo creo que es bueno. Yo prefiero a Feijoo antes que a Touriño y Quintana, aunque no le haya votado. Realmente, viendo tal y como está yendo el rollo, es mejor porque igual espabilan los otros, aunque la verdad es que lo dudo. Pero yo no entiendo que pase nada por una canción. Es una historia de un tío que se suicida y nada más.

-En “Tres segundo na memoria”, el libro de Diego Ameixeiras, uno de los protagonistas termina confesando en tiempos del gobierno bipartito PSOE-BNG que “contra Fraga vivíamos mejor”. ¿Se identifica con ello quizás?

-Yo creo es que, hoy en día, no existe ni una persona que no eche de menos a Fraga. Otra cosa es que lo admitan, pero que se echa en falta está claro. Porque Fraga era bastante chungo, pero el tiempo lo hizo bueno. Puede que sea como Rajoy. Desde el 2004 era como “Tío, pasa de todo y déjanos tranquilos”. Pero ahora como le están haciendo tanto la cama desde dentro de su propio partido dan ganas de abrazarlo y decirle “Tranquilo, Mariano, sigue luchando”.

-¿Tipo Gran Hermano en plan “!Jorge aguanta!”?

-Sí, eso. Tú ahora, por ejemplo, ves a Fraga trabajando en Madrid en el Senado. Luego ves a Feijoo con Rueda o a Touriño antes y piensas en Fraga presidiendo la Xunta y dices «!Buff!». Es como Baltar, que se retira ahora. Se le va a echar de menos en Ourense. Mira a Obama. Era un subidón, pero ahora ves que no es nada radical. Hoy en día no hay nada, todo da igual, ni existe izquierda ni derecha, son todos puros tecnócratas y economistas. Ya no hay política. Supongo que los nacionalistas ya no tienen nada contra lo que ir y les pasa lo mismo.

-¿Le sorprende que fuera de Galicia la gente conecte con usted pese a hacer el disco en gallego y con una temática tan particular?

-Bueno, yo pretendo hacer música mundial, no solo para gallegos, pero comprobar que eso pasa de verdad siempre sorprende. En un blog americano me pusieron como disco del año con un 93 sobre 100. En la crítica decían que el tío del disco hablaba del aburrimiento que sentía en la vida rural. Yo pensé “!Esto es alucinante!”. De Valencia en una radio me llamaron y vi también que lo habían cogido. También de Mallorca. Pero es relativamente normal. A mí me sorprende más que venga un chaval de Texas aquí y que todos lo entendamos perfectamente o que digamos que lo entendemos. Por ejemplo, no deja de llamarme la atención que aquí con Wilco la gente diga “esta es nuestra música”.

-Casos como el suyo o del de Apeiron provocan que se entone el discurso de que “al ser de Galicia no se le presta tanta atención como si fueran de Madrid o Barcelona”. ¿Cómo lo ve usted?

-Eso como una extensión de lo de la aldea versus ciudad. Si A Coruña y Vigo se pueden reír de Quins, Barcelona se ríe de Vigo, de Lugo, Ourense y Ferrol. Y Nueva York se ríe de Barcelona multiplicada por quince. Eso es un hecho. Un hecho entendible, por otra parte. Como es entendible que, por ser yo gallego, tú me entrevistes en La Voz de Galicia, también es entendible que una revista madrileña catalana e inglesa saque a los grupos de allí.

-Bueno, eso es relativo. La Voz se fija en las cosas que hacen gallegos porque su línea editorial es la de mirar al mundo desde Galicia. Las revistas musicales ubicadas en Cataluña se preocupan, en teoría, por todo lo que pasa en España.

-Sí, claro. Pero, por ejemplo, el Rockdelux puede tener colaboradores en otras partes de España, pero la mayoría están en Madrid o Barcelona. Yo creo que si Santi Carrillo tuviera 10 millones de euros para invertir en la revista seguramente tendría controladas más las zonas de España, e incluso Europa. Porque Europa apenas sale en el Rockdelux.

-Le veo muy diplomático en este aspecto. Victimismos al margen, creo con toda sinceridad que si Apeiron fueran de Bilbao y «Todo sigue intacto» lo hubiese editado una discográfica como Metak hubiesen estado entre los cinco mejores discos del año en esas revistas que tienen la mayoría de sus colaboradores en Cataluña y Madrid.

-Bueno, yo me puedo poner en plan “Son unos traidores porque pasan de mí”, pero las cosas son así como funcionan. No es por ser diplomáticos, pero tampoco es cuestión de ponerse en plan “!Santi Carrillo préstame atención!”.

Usted estuvo en Brasil. He oído que, una vez allí, se convirtió al Islam. ¿Es cierto?

-No, eso fue después. En el Islam no existe la conversión, todos nacemos en el Islam. Lo único que hace falta es tener dos testigos musulmanes. Pero eso fue después de lo de Brasil. En Brasil estuve tres meses porque tengo familia, pero tengo pensado, cuando sea una mega estrella del rock n’ roll, irme a vivir allí. Lo del Islam fue que empecé a leer el Corán y me parece la obra literaria por antonomasia. Es lo más total que se escribió nunca, pero no religiosamente, sino en el sentido artístico. Pero no, yo no soy musulmán,… todavía.

-La inevitable. Estamos esperando ocho años por el segundo disco de Apeiron. ¿Qué pasa?

-Pues que estamos ahí.

-¿Cuántas veces se hizo y se deshizo ese disco?

-Fue solo una vez. En el 2003 teníamos el disco hecho. Pero era la idea con forma, una especie de boceto. El resultado sería lo mismo. Cuando salga va a ser un desastre. Tanto da si hubiera sido en el 2003 o que sea en el 2012. No le va a gustar a nadie. Seguramente será algo así como “¿y estuvisteis todos estos años haciendo esta mierda?” Pero, vamos, nos da bastante igual, porque es algo muy a tope. El disco va a salir, pero lo estamos haciendo. Ahora con mis canciones y al estar Álvaro y Belén trabajando, ya no es tan continuo como antes. Pero a diario sigue avanzando.

-¿Y cuándo saldrá eso?

-Este año no. El año que viene no lo sé. Yo creo que el 2012 es algo bastante realista, pero igual acabamos antes.