La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
Seleccionar página

El primero era mejor. Así se presenta el nuevo álbum de los catalanes Manos de Topo uno de esos grupos que ha generado multitud de discusiones en los últimos dos años. Su discurso, que parece remover todos los traumas del hombre heterosexual contemporáneo con una transparencia tal que a veces repele, suma adeptos y detractores a cada paso. Para unos estamos ante la plausible continuación de la línea que va de Golpes Bajos a Sr. Chinarro previo paso por El Niño Gusano. Para otros con un tocomocho que no debería haber salido del ámbito maquetero. Ellos lo asumen, apenas le dan importancia y continúan una trayectoria por la que es inevitable sentir complicidad.

Su batería Rafael de los Arcos, vigués (“y de Churrucha”, precisa), hace de interlocutor para esta entrevista que hoy sale publicada en el Fugas de La Voz de Galicia dentro de un amplio especial que le dedicamos al Festival Do Norte. Lo hace, claro, en formato comprimido. He aquí la conversación en versión extended play.

-Antes que nada hay que resolver el dilema. La mitad del grupo es de Vigo, pero están afincados en Barcelona. ¿Manos de Topo es un grupo gallego o catalán?

-Manos de Topo es un grupo de todos los lados. Catalán solo tenemos un miembro y no es de Barcelona. De todas maneras es lo típico, la gente sale de Galicia para estudiar o trabajar y encuentra su vida en otro sitio. En nuestro caso fue así. Alejandro y yo salimos de Vigo, nos vinimos a estudiar y conocimos a Miguel Ángel que era catalán y a Pau de Menorca, que también estaba estudiando. Y pasó lo que pasó, pero es una historia bastante común.

-Quizá por ser de Vigo son tan frecuentes sus conciertos en Galicia.

-Bueno, no te creas. Nuestra vez al año no nos la quita nadie. Pero desde que tenemos el disco solo hemos ido una vez. Antes estuvimos en alguna fiesta invitados, porque nos iban saliendo cosillas a un nivel mini underground. Desde que sacamos el disco estuvimos una vez en A Coruña y otra en Vigo. Y, bueno, ahora en o Festival Do Norte. Si no me falla la memoria, creo que no hemos estado más.

-Pues sí que le falla la memoria, me temo. Estuvieron el año pasado en el Lolapop, con una actuación un tanto accidentada.

– Ah, sí (risas), pero esa no la cuento porque eso fue un coitus interruptus total. Fue como un desastre mágico. Se abrió el cielo y lo que parecía una catástrofe, al final, se terminó convirtiendo en algo irrepetible. Yo creo que no hay una persona en Galicia que esté metida en el pop que no se acuerde de lo que pasó allí. Fue una cosa muy especial, aunque para los organizadores fuera un caos. Son de esos pequeños milagros musicales que hacen que, de alguna manera, se recupera la esencia de la música que es algo muy tribal en el fondo. Aquel día solo faltaba la hoguera, para ser unos tíos sentados al lado de un fuego con unas guitarras. Fue una cosa muy primitiva y muy bonita.

-Ese día se pudo comprobar in situ algo que choca a muchos. Me explico: la referencia era un disco, “Ortopedias Bonitas” que, con grandilocuencia se rebozaba en una serie de sentimientos un tanto patéticos de desamor, de que te vacilan las mujeres, etc… Y luego vas a un concierto y todo eso se convierte en una fiesta. El contraste es total.

-Nosotros siempre intentamos que sea una fiesta. Sí que es cierto que nuestra temática es melodramática, pero siempre la hemos tratado con mucho humor, es decir no es una película en la que hay enfermedades terminales ni nada de eso. En directo ese humor nos gusta llevarlo hasta donde podamos. Es una cosa que tenemos muy clara: en directo es donde hay que demostrar que todo esto tiene un sentido y que, de alguna manera, la obra de teatro tiene que llegar a la gente. Lo otro es como un guión que puedes comprar en una tienda, que lo puedes leer y hacerte una idea de lo que es, así como disfrutar de otros matices como los arreglos. Hay mucha gente que escucha el disco y no entiende nada en plan “esto es infumable, no hay quien lo aguante” y, luego, va a un concierto y realmente lo entiende todo, porque ahí coge sentido. Igual teatro es una palabra un poco extrema, pero la cosa va por ahí.

-Acaban de sacar un disco, “El primero era mejor” y la temática es la misma. Hablan de estas cosas que, dentro de la vida particular de uno, dan un poco de repelús y vergüenza admitirlas en voz alta como eso de “me gusta ir a cenar a tu casa en Navidad, hablar con tu papá, poder llamarle suegro”. ¿No siente pudor?

-No, la verdad es que nunca nos lo hemos planteado a ese nivel. Nosotros surgimos como una forma de dar voz a estas otras historias que hay en el trasfondo de una relación amorosa. Es poco sincero hacer cierto tipo de canciones de amor, porque la cosa está totalmente trillada, sobre todo a nivel anglosajón donde ya hay unos iconos y unas frases hechas tipo “I need you” que se repiten constantemente. Eso está muy bien y tal, pero también hay un subtexto interesante. Sobre la película Olvídate de mí de Jim Carrey decían que era una película de amor que empezaba donde acababan las demás películas de amor. De algún modo era ¿y después qué ocurre? Pues lo nuestro puede ser una cosa parecía: ¿Una vez que ya tienes a la chica no será que te estás autoengañando por la cultura pop? Hay mucho más que tienes que sacar adelante. De ahí surgen nuestras metáforas, de la cruda realidad. Por ejemplo, hay una frase que se nos ocurrió al final del disco, que decía “nuestro amor es un concurso de televisión local”. Decías: “claro, es que es así, los concursos de televisión local con una farsa y, sin embargo, siguen ahí, sin que se sepa muy bien si la gente los ve, si son rentables”. Entonces nos pareció una metáfora muy gráfica.

-¿Qué piensan de estas metáforas sus madres y sus novias?

-(risas) Esa pregunta sí que es buena. Mi madre está tan orgullosa que creo que tiene un tupido velo delante que solo escucha los arreglos míos. Pero está muy contenta ya que, gracias a Dios, es una persona muy abierta y no tiene ningún tipo de vergüenza de su hijo. De hecho, los conocía a todos antes de empezar y siempre le parecieron gente muy graciosa. Y mi novia es un caso especial, ya que es la violinista que viene con nosotros muchas veces y entonces le tiene que gustar eso sí o sí (risas). Ella es violinista profesional, le gusta mucho y no se siente atacaba. A veces le hacen bromas pero, por ahora, sigue ahí.

manos-de-topo

-Hacen en directo una versión de “Bailar pegados” de Sergio Dalma. Surge la duda de si lo hacen por lo patética que resulta la canción en sí, encajando con el discurso un poco humillante de estar vacilado por las mujeres, o, por el contrario, si lo hacen porque la canción les gusta de verdad.

-Un poco de las dos cosas. Yo creo que siempre es una canción que nos gustó y creo que le gusta a muchísima gente. Lo que sucede es que decías antes respecto al pudor. Hay cosas que parece que esté mal pensarlas o decirlas, que nadie lo reconoce. Todos los del grupo coincidimos que uno de los momentos más emocionantes de nuestra infancia había sido ese día en Eurovisión cuando salió este hombre a cantar esa canción con la que nos había machado Televisión Española en los meses previos. Fue como una comunión, porque todos teníamos la misma edad. Visto hoy en día la canción es tan hortera y está tan fuera de lugar que tiene un toque kitch que, bueno, puede que nos riamos un poco de ella. Pero sí que creemos que es una gran canción y muy sincera. Sincera por cursi, no tiene ningún problema en decir estas horteradas. De todos modos, no creo que volvamos a tocarla más. Hemos hecho otra versión para sustituirla, porque no queríamos volver a una ciudad tocando la misma canción. Ahora hacemos una de Camela que nos gusta mucho y que, tocada en casa con la acústica, cambia totalmente.

-¿Cuál es?

Cuando Zarpa el amor, una muy famosa de ellos.

-Eso es un hit total.

-Sí, pero la tocas con otra cadencia y se convierte en una balada estupenda. Hay muchos prejuicios

-Bueno, a mí personalmente la de Camela me gusta, pero la de Sergio Dalma me resulta espantosa. Para los que tenemos treinta y tantos esa canción tiene un punto extra: se trataba del particular clímax en las discotecas de tarde cuando llegaban las canciones lentas y había como 20 o 25 minutos para sacar a las chicas a bailar. Esta era el punto fuerte de la tarde.

-(risas) A nosotros eso no nos cogió por edad. Yo recuerdo las discotecas de tarde en Vigo, el Rivelinos, pero yo no iba mucho, no me gustaba. A veces iba pero a dinamitar la fiesta y hacer el gamberro. Pero, mira, un nuevo matriz generacional. Nuestro recuerdo es el de la gala de Eurovision. Yo creo que fue una de las primeras veces en mi vida que se me puso la carne de gallina sin saber de qué iba el tema.

-¿Cómo sienta cuando, unas veces con ánimo descriptivo, pero otras también con ánimo despectivo, hablan de Shakira al referirse a ustedes?

-A nosotros nos parece estupendo que la gente critique lo que quiera, es normal. Esa forma de cantar es algo que da que hablar, porque no es estándar y, cuando te sales de la línea, te van a llover por todos lados. Sabíamos que podía pasar y nada, lo aceptamos sin ningún problema. Por otra parte, tampoco entendemos la gente que pierde tanto tiempo en criticar a nadie. Me parece que es síntoma de otra cosa. Hay gente que su vida gira en torno a putear y criticar y te dan ganas de decirle “Vale, ya sabemos lo que opinas, no hace falta que lo digas todos los días” (risas). Pero siempre hay todo tipo de comparativas. Una vez en Gijón estábamos en una fiesta y estaba por allí Eva H, la presentadora, y se acercó a Miguel Ángel a hablarle y le dijo que, ni Shakira, ni Robert Smith ni nada, que él cantaba como el gallo Claudio de la Warner Bros . De repente, lo pensamos y dijimos “!Tiene razón!” (risas).

-El éxito relativo de Manos de Topo obliga a seguir teniendo fe en el ámbito indie. Ustedes son de Strange Ones, un sello muy pequeño, y han funcionado de boca a boca y de blog en blog.

-Bueno, es que ahora está todo cambiando mucho y se ha vuelto más democrático. Tenemos ejemplos de gente que empezó con nosotros en Barcelona, es decir de la nada, y que le ha ido súper bien. Mira, por ejemplo, el caso de Pablo, El Guincho, que era amigo nuestro del barrio y sin discográfica ni nada mira a dónde ha llegado con sus cd-r. Sin ningún tipo de complejos, haciendo lo que le pedía el cuerpo. En los noventa y a principios de los dos mil no era posible, porque no había tantas formas de difusión.

-Resulta curioso el caso de Barcelona. En los noventa era la ciudad de la pose, donde todo estaba sujeto a un control de clichés, donde nada parecía espontáneo. En esta década, pero de manera especial en los últimos cinco años, parece desde la distancia como que se ha producido un estallido de alegría general, que los grupos salen con una actitud muy desenfada. ¿Lo ven ustedes así?

-Sí, los complejos fuera. En Barcelona se está muy harto del escaparatismo y toda esa historia. Eso ha petado hace unos años porque la gente es que ya no podía más. De pronto, ha surgido un undergound del underground en el que pasan muchas cosas y donde hay un gran movimiento cultural en todos los sentidos. Todo gira en torno a bares y ambientes, pero hay muchas cosas. Si escarbas, hay galerías y túneles donde la gente hace cosas muy interesantes. No todo el mundo es modelo, ni fotógrafo de moda ni esas cosas.

-El lo-fi es una marca en Manos de Topo que repele a los oídos convencionales. ¿A estas alturas de la jugaba es buscado o es que no se puede ir más allá?

-(risas) Ahora es buscado, pero se ha rebajado bastante. El primer disco eraducho más austeros, nos animamos a dar una vuelta de tuerca. Es nuestros sonido, coger ese lo-fi y meterle por encima arreglos más grandilocuentes que hagan contraste, meter toda esa violinada, trompetas, metales, etcétera… Pero tampoco nos queremos traicionar a nosotros mismos para, luego, en directo no dar la talla. Pero bueno no descarto hacer algo más importante con una producción más grande.

-Viniendo de donde vienen, ¿cuál es una situación a día de hoy?

-Es como un segundo trabajo. Es como si tú al salir del periódico trabajas en un bar. Esto tiene una doble lectura, porque la gente te ve sobre un escenario y hay gente a la que le mola lo que haces, piensan que hay una recompensa económica que no es lo que se imagina la gente. Quintando tres o cuatro grupos de España, es como un sobresueldo. Viajar gratis y ganar algo de dinero.

-¿Y qué pasa con Golpes Bajos y el Niño Gusano? ¿No dirán que son grupos que no conocían de nada y que han escuchado luego cuando los fans les decían que se parecían?

-Todos esos grupos forman parte de tu subconsciente aunque no lo quieras, pero te puedo asegurar que nunca cuendo empezamos con Manos de Topo se habló de un referente de ese estilo, es decir nadie dijo “Ostiá, molaba hacerlo como Golpes Bajos”. Todo salió natural, nos gusta la música en español y arrancamos sin ninguna pretensión de nada. Cuando se hizo el homenaje a Los Planetas también nos preguntaban que qué habían sido para nosotros y Miguel Angel decía: “A mí, mucho mucho nunca me gustaron”.Pero hay que reconocer que lo hemos escuchado y todos los grupos que cantan en español le deben algo. Y con los Golpes Bajos ocurre que ellos abrieron la puerta a otro modo de hacer las cosas, por lo que aunque sea indirectamente nos influencias, pero vamos yo no tengo ningún disco de ellos ni nada.

-Pues de los Golpes Bajos los debería tener. Ser de Vigo, dedicarse al pop y no tener ningún disco de los Golpes Bajos roza el delito.

-(risas) Bueno, seguro que mi hermano tiene alguno por ahí. Sí que están guays, con eso no quiero decir que no han sido un buen grupo y un gran proyecto, lo que pasa es que no forma parte del imaginario musical general nuestro.