La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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(Festival Mulleres Arte+Parte, A Coruña, Expocoruña 29 de noviembre del 2008)

Momento uno: Emma Pollock coge su guitarra acústica y empieza a trenzar un finísimo dibujo con ella. El público en plena romería festivalera aprovecha el tramo para comentar sus asuntos. “En mi trabajo me explotan”, “Qué bien te queda esta bufanda”, “Luego nos vemos!”… Lo que sea, menos escuchar lo que la escocesa extraía de su guitarra. Tras una parada, silencio y vuelta a empezar. Y nada. El runrún de la gente supera al sonido de las cuerdas. Ella, lucha contra ello, y sigue adelante. Se trataban de Limbs, una preciosa pieza de folk incluída en su único disco de debut. Lo del (no demasiado) respetable era la mala educación crónica de un público verbenero, alérgico a la belleza sin no es a golpe de caña, caña y más caña. “Todo sigue igual por aquí, por lo que se ve”, espeta un foráneo seguidor de este blog, que recuerda como le arruinaron hace años un directo de los Tinderticks por el mismo motivo.

Momento dos: Dorian, que han logrado deshacer parte del frío reinante en un gélido Expocoruña (frío real, del de bufanda y abrigo, nada de metáforas), anuncian que este será su último concierto dentro de la gira del exitoso El futuro no es de nadie. Justo después de sus loas a Galicia, suena el microritmo nervioso de A cualquier otra parte y, una vez más, la canción, la dichosa canción, se revela como un himno incontestable. Un fan de Pignoise se deja la voz gritándola, el escéptico se medio convierte a los encantos del grupo y el seguidor anterior de este blog suelta con malévola intención: “Oye, si es cierto eso que leí en tu blog de que Lori Meyers es un grupo de derechas y Garzón de izquierdas, estos qué son ¿de centro izquierda?”. Era inevitable reírse.

Dorian «A cualquier otra parte»

Al término de la actuación de Dorian, el recinto de Expocoruña casi se vacía. Eran ya más de las dos y el turno de Dead Píxels, que no lograron prender la mecha del escaso público que quedaba, del ya de por sí escaso que acudió esa noche al festival Mulleres Arte+Parte. La organización admitía que había más entradas vendidas que gente en el concierto. ¿La razón? Pues el peor día climatológicamente hablando de la historia de los días climatológicamente malos. Bastante gente optó por quedarse en casa. Frío (mucho), lluvia (mucha) y granizo (por momentos, muchísimo). Hubo un momento, durante la actuación de Nadadora, que el violento golpeteo del granizo en la cubierta de Expocoruña añadió, incluso, una nueva capa de sonido a la del propio grupo, que ya vino con su propia capa de ruido: la de un impulso shoegazer que, por momentos, hacía pensar en Ride o en Slowdive.

Con el pase de unos Souvenir sorprendentemente cañeros de por medio, Lucky Soul pusieron el contrapunto. El de una fantasía retro-pop de unos londinenses a los que el reloj se les paró en el 66. Puede que intrascendentes, pero fehacientemente encantadores, su pase resultó balsámico e hizo pensar que en un club ganaría muchos enteros. Les siguió Emma Pollock, un enorme salto de calidad que, aun no llegando a las cotas de The Delgados, su ex banda, deja una hilera de temas incontestables. Acid Test, New Land o Paper and Glue sonaron recias y a música de una autora que sabe interiorizar el alma del cancioneros de bandas como The Kinks o The Supremes y servirlos en un versión personal del pop con fantásticos pliegues por los que caminar hasta llegar a esos estribillos tan de la casa. Por un momento si le poníamos una segunda guitarra y unos violines se podría volar. Si, entre todo ello, cabía un momento para la reflexión era esta: ¿No se ha dado cuenta la generación del 75 que cada vez escucha más a solistas que a grupos?

Dorian ofrecieron el mismo show que llevan dando en los dos últimos años. Ligeramente más ruidoso que en su anterior visita a la ciudad, sonó carente de sorpresas como era de esperar, pero efectivo, comunitario y, sobre todo, de fan. Salvando las distancias, uno en ellos ve un punto similar en el espíritu a los directos de Suede: algo así como una celebración colectiva del hecho de haberlos conocido. Habrá que ver lo que da de si un tercer álbum de uno de los pocos grupos nacionales que hace equilibrios malabares entre calidad y credibilidad en el panorama español sin caerse de la cuerda floja. Los Dead Pixels, como se decía antes, lucharon con la condición de ser los últimos. Su post-punk definitivamente no atrapó.