Ocurrió con Lou Reed en su día y ha vuelto a ocurrir esta semana con Paco de Lucía. La gente se entera de la muerte de un grande de la música y muestra su pena en Facebook. Un video y unas palabras, por lo general. Se suceden los «me gusta» hasta que, de pronto, surge la policía de la pureza de los seguidores de los músicos. Efectivamente, como si anduviesen a la caza de los duelos de supuesto postureo empieza el tiroeo. Un clásico que no falla: «La mayoría de los que lloriquean no tienen más que un grandes éxitos». Pero los hay, por supuesto, de todos los colores.
Por lo general, el ataque suele venir acompañado de una reivindicación de un periodo poco usual del artista, un disco que no aparece entre los esenciales o una vivencia asociada a uno de sus conciertos. Es el modo de marcar territorio, la forma indirecta de decir: «Yo sí que soy un fan de verdad y mi lloro es genuino, no como el tuyo». Es la versión post-mortem del «A este tío lo escuchaba cuando aún no era conocido».Y el pobre hombre, que simplemente quiso escribir un D.E.P. recordando una canción que conocía por los motivos que fuera, se queda ahí, arrinconado, temeroso de que lo sometan a un test para demostrar que es un seguidor con todas las de la ley y no un farsante.
«Los auténticos postureos son los de los cazadores de supuestos farsantes en el Facebook», escribía una chica en un muro de Facebook el pasado miércoles. Su vuelta a la tortilla no pudo ser más acertada.
Hablas de lo terrible que es la actitud de querer demostrar que uno es más fan que el resto.
Sin embargo creo que con eso sólo te centras en una parte muy concreta de los comentarios de alguna gente, pero no en el fondo de la cuestión.
Me gustaría dejar una pregunta:
¿Es lícito criticar que alguien llore la muerte de alguien, «uno de los grandes», «un maestro», «qué terrible que no esté con nosotros», en los casos en los que es evidente que esa persona jamás le había prestado la más mínima atención al artista cuya pérdida lamenta?
La actitud que describo no es que sea terrible, es absurda y propia de gente que se ha quedado atascada en una adolescencia llena de complejos y que pretende reafirmarse a golpe de sarcasmo e ironía. ¿Quién puede juzgar si conozco o no a un artista? ¿por qué si solo conozco un disco o una canción de él no puedo llorar la pérdida? ¿por qué alguien tiene que vacilarme o menospreciarme por ello? Hablar en términos de «lícito» o «ilícito» sobre esas cosas me parece totalmente desproporcionado. Que cada uno muestre su cariño o sus sentimientos como quiera, y los que lloran «de verdad», que también lo hagan pero dejen al resto en paz.
Nuevamente, si vas a casos concretos, el tipo que se burla de otro porque sólo tiene un recopilatorio, o el que lo hace sin saber qué demonios conoce la otra persona del artista, el que afirma que es él y no el otro el fan de verdad… bueno, efectivamente es una actitud infantil y absurda.
Pero, ¿es ese el caso habitual? No dudo que los haya. Yo personalmente no he visto ninguno. Lo único que he visto es alguna coñita suelta tipo «joder, cuántos fans de Paco de Lucía han salido de repente».
Hace unos meses salió en la prensa un estudio que decía que más de la mitad de las personas miente cuando dice haber leído a los clásicos.
El año pasado se publicó un vídeo en el que un tío entrevistaba a asistentes al festival de Coachella, se inventaba nombres de bandas y la gente afirmaba conocerlas.
¿Son esas actitudes criticables? A mi juicio lo son.
Escribías hace unas semanas «Para decir “Yo estuve ahí” hay que decir antes “Yo estoy ahí”», y yo estoy totalmente de acuerdo, pero no es muy distinto del título que le da Vice a un artículo reciente sobre el tema: «No esperes a que se mueran para ser fan».
Si tú organizas bolos de un grupo local, sabes que van cuatro gatos, y el día que el grupo se separa aparecen 50 tíos diciendo «qué buenos eran, qué gran directo», cuando sabes de buena tinta que la mitad nunca se molestaron en caminar 300 metros y pagar los 5 euros de la entrada pues lo que piensas es que son un poco cantamañanas.
Pues es lo mismo.
No hay ninguna necesidad de tener toda la discografía de un artista para llorar su pérdida, es cierto.
Pero tampoco hay ninguna necesidad de decirle al mundo lo mucho que valoras la obra de un tío al que nunca has dedicado ni un par de horas.
Uy, me temo que es muy diferente el tono de esa entrada mía que mencionas del que el que leo estos días por ahí, ridiculizando al personal. Y no lo digo por ese artículo que mencionas de la revista Vice, que me lo colgaron en mi muro después de hacer una reflexión al respecto el miércoles. Lo digo por una actitud bastante generalizada de sobrarse con la gente de manera gratuita en las redes sociales, con los que no controlan o controlan «poco». Lo vi por primera vez con Lou Reed y lo comenté en mi Facebook, generando bastante complicidad y alguna crítica. Lamentablemente, lo vuelvo a ver otra vez con Paco de Lucía. Lo dicho: parecen los agentes especiales de la Policía de la Pureza del Fan.
¿Es más fan el seguidor de todísima la vida con discografía completa incluidas rarezas que la persona para la que 1 solo tema se ha convertido en la canción de su vida?
¿Es más gourmet el cliente de un restaurante que acude a él desde el día de su apertura y se conoce toda la carta que el que es cliente fijo de un único plato exclusivo?
Ser acérrimo seguidor de un artista, incluidas rarezas y giros estilísticos, dice poco a favor del fan, y denota cierta falta de personalidad. Nadie va a tener exactamente las mismas influencias y motivaciones en su día a día que su idolatrado artista, de modo que la evolución de los gustos de uno casualmente se vean cumplidos en la evolución estilística del otro.