Ocurrió el sábado pasado. C Tangana actuaba en Galicia. Lo hacía en el Coliseum de A Coruña con las entradas agotadas desde varias semanas atrás. Había poca información al respecto. Se sabía, claro, que iba a vertebrar su concierto con las canciones de El madrileño, su aclamado disco del año pasado. Y que el show era muy espectacular. Lógico, hablando de una estrella de este nivel. Para concretizar la abstracción se podía pensar en pantallas, luces y bailarines, lo normal en lo que entendemos por un concierto grande. Pero C Tangana tiene otra concepción bastante menos previsible de lo que es dejar al público boquiabierto.
El músico y su amplio equipo de 110 personas dan forma a un concierto sin parangón. Entre el cine y el musical, entre la taberna y los espacios de ensueño, la propuesta de Pucho supone un regalo a los sentidos. Desde que empezó, poniendo la luz sobre la orquesta que lo respalda, hasta que terminó, dejando caer los títulos de crédito de la película que se filmó en directo para nosotros no dejó de sorprender, emocionar e impedir que cayera la atención. Y, ojo, que la cosa iba superaba las dos horas.
La actuación que se pudo ver el pasado sábado quedará grabada en la historia de la ciudad para siempre. Puso sobre el escenario la genialidad del artista y la multiplicó hasta el infinito. Mezclando su pasado trapero con este presente que bebe de lo español y latino creando uno de los cócteles sonoros más excitantes del momento, amplificó todo lo bueno y dudo que haya dejado a alguien decepcionado. Por allí se desplegó una mezcolanza de estilos tremenda. También mezcla de unos ambientes que pasaban del club de los cuarenta a la fiesta casera con unos amigos muy particular. Andaban por allí los Carmona, La Húngara o Kiko Veveno entre otros
Precisamente fue con este, al interpretar juntos Los Tontos y Volando Voy, con el que se materializó la foto de lo que supone C Tangana hoy en día. Otra anilla entre los grandes artistas de este país que llevan lo popular a otra dimensión en la que no mandan los elitismos ni las ideas preconcebidas, sino la calidad mayúscula que se despliega ante los oídos de miles y miles de personas.
El otro día fueron 8.500 las que estuvieron allí. Non conozco ni una sola decepcionada. Al contrario, la mayoría pensaban en quienes no habían estado allí perdiéndose un concierto histórico, difícilmente superable y me temo que irrepetible. Ahora todo el mundo sabe cómo se las gasta este hombre en el escenario. El otro día, ignorantes de lo que nos venía encima, estuvimos viviendo durante mucho tiempo en una deliciosa sensación de irrealidad. Poco a poco lo íbamos entendiendo y hasta quedarnos totalmente alucinados.
En serio, quien no fue se ha perdido algo impresionante. El que fue dirá, seguro, que me estoy quedando corto. Y no exagera. Si tienen la oportunidad, no se lo pierdam