Es Ismael Serrano un artista muy singular. Surgido en el bum de los cantautores de los noventa, se trata de un auténtico superviviente de aquel movimiento coyuntural que ha mantenido hasta ahora una trayectoria respaldada por un público fiel. Cantándole a los latidos del corazón y la sociedad, mezclándolo todo con un nada disimulado tono político, ha logrado durante todo este tiempo ser un nombre importante en la música española. De los que parece que siempre han estado ahí. De los que parece también que siempre vayan a estar en el futuro.
En primer acercamiento, Serrano desprende una aureola de solemnidad, de verso preciso cantado con rostro serio y poco dado a las frivolidades. Sin embargo, quien lo siga en las redes sociales conocerá de sobra un lado cómico que saca a relucir con frecuencia. Un humor que le sirve para torear a los trolls que lo persiguen a cada tuit, pero también para reírse de sí mismo y del estereotipo del cantautor que tantos ven en él en una mirada superficial.
En su último disco, Seremos, esa actitud la traslada a sus canciones. Dice que la música para él no es lo más importante (mmm…. ¿de qué me suena a mí esto?) y sugiere que no debe ser muy sano que así sea. Señala que en el pasado anduvo merodeando bares como un caballero de la canción en busca de poesía y que, por mucho que lo romantizase, en realidad estaba haciendo un poco el tonto. Y proclama que quiere liberarse de ello sin dejar de ser él mismo. Esa idea aparece y desaparece en el álbum, pero toca techo en una canción que interpreta con Ede, Callate y baila.
En ella Ede le dice a Ismael: «Ven, no quiero ser el verso que habita tus canciones de amor, cállate y baila». Que no es otra cosa que un “sal de tu papel y disfruta de la vida. Deja de captar metáforas al vuelo y sé tú el contenido de una bellísimo símil de gozo”. «Y hoy aparca la tristeza, hoy tiene el día libre el dolor, caiga quien caiga», insiste y lleva al clímax una canción preciosa perfectamente interpretada. Deja un reconfortante poso para todos aquellos que se han tomado demasiado en serio la música y a sí mismos.
Quizá sorprenda a quien tenga esa visión de Ismael Serrano antedicha. Por eso desde aquí animo a la inmersión en esa y el resto de piezas del disco. Una maravilla que se presenta la semana que viene en Galicia. Para aquel que quiera llevar la experiencia más allá.
Feliz cada vez que lo escucho, me subo al auto y lo tengo en spotify y en pendrive, son horas de solo escucharlo y muchas veces de analizar que hay detrás de sus palabras, desde el primer concierto al que fui en el teatro teleton, lo he seguido en todos sus conciertos.
Y la canción más triste del mundo es “cuando Agosto era 21” de Fernando Ubiergo, Chileno, habla de las penas de una lola (quinceañera) que se embaraza en un Chile conversador donde el aborto es ilegal, al final ella muere por hacerlo con una persona que no sabe.