No iba de farol Neil Young cuando esta semana amenazó que iba a retirar todos sus discos de la plataforma Spotify. El canadiense se mostraba disconforme con el podcast The Joe Rogan Experience, considerado el más popular de Estados Unidos. En este, tal y como denuncia Young sumándose a una carta pública avalada por multitud de médicos, se vierten informaciones sobre el covid-19 y las vacunas falsas. El músico quiso poner a Spotify contra las cuerdas …. y, bueno, solo ha logrado, por ahora, que la plataforma le diga que lo siente mucho y que esperan poder volver a contar con él en breve.
El citado podcast se ofrece en exclusiva en Spotify tras firmar un suculento contrato con Joe Rogan. Por tanto, hay mucho dinero en juego. Más que el que pierden al no contar con toda la retahíla de títulos míticos de Young por muy importantes que estos hayan sido y sigan siendo en la historia del rock. Sin embargo, el movimiento de la leyenda abre la puerta a otros que lo quieran imitar. Artistas consagrados que tienen poco que perder al tomar decisiones así. ¿Y si se suma Bruce Springsteen o Paul McCartney al movimiento? ¿Y si Adele o Taylor Swift les da por copiar el comportamiento? ¿Aguantaría Spotify sin ellos? Habría que verlo, pero desde luego si empiezan a darse de baja artistas de ese nivel, empezarán a caer a caer los suscriptores. Yo, sin ir más lejos, no pagaría un servicio premium que me privase de The Beatles, David Bowie o Nirvana.
Pero es que, además de ello, se encuentra la volatilidad de la música en este siglo XXI. Como se ha podido ver, de un día para otro puede desaparecer de la plataforma que sigues una discografía completa y dejarte un boquete tremendo. De hecho, ayer se podían ver imágenes de fans de Neil Young mostrando los discos físicos originales, indicando que había que volver a ellos. Y todo esto ocurre en un momento en el que mucha gente, que ha coleccionado vinilos y cedés durante toda su vida, empieza a plantearse si merece la pena conservar algo a lo que apenas da uso. Esta semana he visto en redes sociales a dos personas de mi entorno digital anunciando que renunciaba a una buena parte de su discoteca por ello.
Cuando estás a punto de darles la razón este movimiento de Young avisa que, a lo mejor, no es buena idea deshacerse de todo aquello. Que, a lo mejor, la idea de que renunciemos a lo físico esconde tras de sí otra idea peor: la de pagar por lo etéreo para siempre sin que esta inmaterialidad asegure nada. Y que cuando todos esos catálogos se fragmenten como ocurre con el audiovisual, a lo mejor no llegará con la cuenta premium de Spotify, sino que habrá que suscribir a los equivalentes sonoros de HBO, Disney+, Netflix, Filimi, etc… Y, por supuesto, cada vez a un precio más alto. Vamos, que esto puede que no sea así para siempre y que más vale disco en mano que ciento volando. Yo, por lo de pronto, tengo mi Harvest en casa y no pienso deshacerme de él por ahora.
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