Tercer disco de Chicharrón y tercera vez que lo presentaban en Los conciertos de Retroalimentación. Un pequeño orgullo que brota en el corazón de este modesto ciclo que lleva coleccionando momentos maravillosos desde hace siete años. El de ayer es uno de ellos. El grupo, reducido a trío por la dispersión de sus integrantes y la evolución, se ha transformado en célula de dream-pop que se mira en el espejo de bandas como OMD o Beach House.
Y una vez más volvieron a encantar. Pese a algunos fallos de ejecución (Rubén vive en Madrid y Alberto y Mara en Galicia, reduciendo sus ensayos al mínimo), el discurso funcionó. Oscuro, tenso y con tendencia a la volatilidad, lo cierto es que nos reencontramos antes él con cosas que a algunos nos fascinaban y nos siguen fascinando: las canciones encogidas, la épica congelada, el ruido dibujando olas de fondo y la emoción fluyendo en medio de todo ello.
Fue un placer tenerlos aquí. Gracias a ellos, a la sala Baba Bar y muy especialmente a la gente que acudió a la llamada, pagó su entrada y llenó la sala. Sois vosotros los que dais sentido a todo esto. En breve anunciamos las dos últimas actuaciones de la temporada.