Es el momento de Bala. Totalmente. Anxela Baltar (rubia, guitarra y voz) y Violeta Mosquera (morena, batería y voz) son las responsables de la banda más excitante del último rock gallego. Acaban de sacar Human Flesh, su mini elepé de debut. Una pequeña joya con cuerpo hard-roquero, alma punk y pegada para todos los públicos. Pero donde impactan realmente es en directo: una experiencia de placentero sudor. En el escenario saltan chispas. En el público, suspiros de placer. Anxela asegura que acceden a otra dimensión. Creánla. Lo comprobaremos el próximo sábado 17 en la actuación inaugural de la cuarta temporada de Los conciertos de Retroalimentación (20.30 horas, A Coruña, Nave 1819 -antigua Casa Tomada-, 5 euros)
-¿Le encanta regodearse en la electricidad?
-Sí, me gustan mucho los pedales, el fuzz y la distorsión. Siempre me parece poco, la verdad. Cuanta más volumen, distorsión y electricidad haya mejor. Nunca me llega, por mucha que meta.
-Y eso siempre con un tempo lento que, de pronto, estalla.
-Sí, me gustan mucho los cambios de este tipo. Me va el stoner que es pesadote y también el punk, que es más afilado. Lo que plasmamos en una mezcla de todo eso que tenemos en la cabeza.
-La gente habla de sus referencias desde los noventa hasta esta parte. Sin embargo, ahí está Led Zeppelin y Black Sabbath, ¿no?
-Led Zeppelin es el grupo favorito de Vio y Black Sabbath, uno de los míos. Me halaga que alguien pueda intuir eso. En cuanto a técnica, no me veo cerca de Led Zeppelin, claro, sino muy lejos [se ríe]. Pero en cuanto a sonido y el timo de ritmos, sí. Y, bueno, a Black Sabbath los escucho mucho. Eso acaba reflejándose en los temas más pesadotes.
-¿Cuál fue el grupo que le empujó a tener el suyo?
-Bueno, el grupo de mi vida es Nirvana. Al 100%.
-Se intuía.
-[Risas] No lo oculto, la verdad. Desde que tuve cierto criterio musical me enganché a ellos. Empecé con Nevermind, pero luego me metí en el Bleach. Es mi disco favorito. No me canso de escucharlo una y otra vez. Creo que Bala es muy Bleach.
-Hay grupos que plantean los conciertos con introducción, nudo y desenlace. Lo suyo parece que va todo comprimido. ¿Es su filosofía?
-Sí, esa es la idea. Que vaya todo del tirón. No me gustan las pausas entre canciones. A veces, por cansancio, por sudor o porque a Vio se le desabrocha un zapato, hay que parar [risas]. Pero a nosotras nos gusta transmitir fuerza. Y la mejor manera de conseguirlo es esa.
-¿Entran en trance al tocar?
-Totalmente. Es como si te vieras en un sueño. Cierras los ojos, los abres y te parece todo surrealista. Libera muchísimo. Entras en otro mundo. Es una sensación complicada de describir, pero se trata del mayor placer que tenemos a día de hoy: la música y, especialmente, tocarla en directo. Cuando te metes en el bucle del sonido no quieres salir más.
-Al margen del sonido, contagian con su imagen y actitud en el escenario.
-[se ríe] Eso es por lo que sentimos y por tocar, tocar y tocar. En mis primeros conciertos yo estaba rígida. Ahora pienso en disfrutar. Y Vio también. Eso se transmite.
-¿Son de las que están esperando toda la semana a que llegue el viernes para ir a tocar por ahí adelante?
-Sí, es así. Nosotras siempre decimos que somos un grupo que empezamos al revés: normalmente grabas algún tema, tocas y luego sacas un disco. Nosotras estuvimos tocando más de un año por ahí hasta que apareció el disco. Teníamos muy claro desde el principio que íbamos a tocar, tocar y tocar. En cuanto tienes un vídeo un poco cutre que enseñar a las salas, empiezan a moverte y te pones a tocar con amigos. Pronto tendremos que pensar en otras fronteras.
-Encajan en esta filosofía de salas de conciertos que no son salas de conciertos, como era La Casa Tomada o el Liceo Mutante.
-Sí, son sitios súper necesario. Yo estoy en La Nave y estaba en la Tomada. La gente del Liceo Mutante son muy amigos. Para nosotros son lugares clave. Queremos ir por nuestro camino y a nuestro aire. Ahí estamos cómodas. No le hacemos ascos a nadie, hemos tocado en todo tipo de salas. Pero la verdad es que estamos genial.
-Todo esto ha explotado en Galicia en el último lustro. ¿Cómo entra usted ahí?
-Yo estaba en el circuito de las okupas como La Ruinas, la Cúpula del Trueno o la Casa das Atochas. Yo iba mucho ahí. Estuve viviendo fuera de A Coruña un tiempo. Cuando volví a tenía muchas ganas de hacer algo tipo El Liceo Mutante. Lo veía muy necesario. Un lugar en el que poder hacer conciertos con amigos, ayudar a hacerlos, lo que fuese… Mientras yo y mis amigos pensábamos en eso y buscaba sitios para hacerlo, apareció La Casa Tomada. Los conocía pero no eran mis amigos. Contacté con ellos y ya dejé de buscar [risas]. Echaba de menos un sitio así, fuese okupado o no okupado, pero sí autogestionado.
-¿Hay sitio para la delicadeza en Bala?
-Mmmm… casi te diría que no. Nos han propuesto hacer acústicos, pero los hemos rechazado. No nos representaría. Yo escucho a grupos como Low, pero el cuerpo no nos pide eso para nosotras. Tú ves a Vio tocar y dices: «No, tiene que tocar caña y rápido» [risas].
-¿Descartamos entonces verla con escobillas?
-Totalmente. Para nada. Estaríamos reprimiéndonos.
-Sin llegar al tema acústico, ¿unas melodías poperas en plan Nirvana no podrían ser?
-Melodías tenemos, pero no sé muy bien dónde va a acabar esto. Los temas nuevos son más cañeros aún. Yo grito más que nunca, así que no sé.
-Melvins, Ty Segal, Kyuss,… hay 20.000 parentescos les asignan. ¿Cuál es el más extraño, el que dicen “Esto ni de coña”?
-Más que parecidos, lo que sí me sorprendió fue una crítica que leí hace poco en la que leí algo así como “pop sucio”. Y algo con pop sí que me dejó un poco pensativa. Puede haber alguna melodía que tire algo más hacia el pop, pero de entrada no lo asocio a lo que nos sale. Los nombres que nos dicen, sí que hay referencias. De esos y de otros como L7, Babes in Toyland o Nirvana. Creo que tenemos algo de todos.
Foto: Rodri Porcelli