Ryley Walker
Sala Mardi Gras, A Coruña
8-7-2015
Es difícil triunfar solo con una guitarra acústica. Resulta una proeza lograr enmudecer al público del 2015. Y, luego, sostener desnudas canciones concebidas para la versión eléctrica. Pero Ryley Walker lo consiguió. Anoche en la sala Mardi Gras obró el milagro. Pocos (¿alguien?) salieron defraudados. Muchos (¿alguno que no?) dibujaban una sonrisa tras la exhibición de este joven americano de apenas 24 años, sobrado de clase, talento y oficio. Insistimos. Después de lo que se suele ver con otras “leyendas” (por ejemplo, Lee Ranaldo hace unos meses en la misma sala), lo suyo es para enmarcar.
Walker, que venía presentando su segundo álbum Primrose Green, se plantó en escena como un artista folk a la vieja usanza. Técnico con las manos, versátil con la garganta y equilibrado siempre en la ejecución -limpia, emocionante, intensa- invocó, cómo no, al espíritu de Nick Drake. Despojado de toda la parafernalia instrumental que jazzea su música, el fantasma de Five Leaves Left estuvo de continuo. Esos trenzados guitarrísticos (con los ojos cerrados), esa impertérrita manera de cantar (con los ojos abiertos), esa elegancia final (con los ojos achinados por la sonrisa) no se llegaron a ir del todo en ningún momento. Aunque sí dio pie a inflexiones que se salían el molde.
Desde luego, esa manera de aullar a lo Van Morrison de Summer Dress, poco tenía que ver con la contención que se estila en lo indie. Más bien recordaba a superclases como Damien Jurado obrando el milagro de la comunicación musical pura. Y así, retorciendo un discurso que no se llegaba arrebatar del todo nunca, repasó el disco y aportó alguna pieza nueva como Cocaine que engatusó a la audiencia. Al final, muchos fueron a comprar el album. No tenía. El paquete que se había enviado a su promotor no había llegado a destino. Una lástima porque ese mismo momento, de corazón reblandecido y bolsillo fácil, hubiera despachado un par de decenas mínimo. A ver si la próxima vez. Ojalá que sea con banda. Porque si esto caló así, arropado como en el disco puede derivar en algo orgiástico.