Atención, porque uno de los mejores discos del año no saldrá en los medios musicales habituales. El homónimo debut de Chicharron nació de espaldas a ello, trenzando un hilo de emoción en la sombra y haciendo del boca a boca (que en realidad es un de corazón en corazón) su agencia promocional. El resultado es magnífico. Uno de esos proyectos que se dejan querer y que encanta quererlos. Tras ellos están Alberto Martínez, Rubén Domínguez y Diego Gende. Los tres confluyeron en este rosario de canciones, hermosas y tiritantes, que rinden tributo al fallecido Alberto Gende, diseñador gráfico de Carballo, hermano del tercero y amigo de los otros dos. Varios de los temas ya las había compuesto Alberto pensado en su exbanda Franc3s. Pero el fin de esta precipitó este desenlace. Mañana sábado los tendremos en Los conciertos de Retroalimentación junto a Ocre, el proyecto personal de Edu Poch (Nouvelle Cuisine, Elvis Negro). Hoy aquí las claves de su política sentimental.
-¿Acepta que se diga que Chicharrón es Franc3s en acústico?
-En parte, sí. Las canciones de Franc3s la mayoría las hacía yo con la guitarra acústica en casa. Luego bajábamos y empezábamos a meterle capas de ruido. Ahora no, ahora quedan cómo nacieron, que se vea el alma de las canciones. Esas canciones que estaban escritas fueron un punto de partida que nos dio para empezar algo. Los temas son míos
-¿Puede explicar esa idea de que estamos ante un disco de amor como salvación?
-Realmente son canciones de amor hacia un amigo. Cuando empezamos a hacer el disco, esas canciones me ayudaron muchísimo. Nunca lo había hecho así. En Franc3s no hablaba de cosas personales, sino de cosas que iba inventando. Esta vez no, es radicalmente personal y sentido. Cuando canto me vienen a la cabeza imágenes. Sé lo que significa cada palabra. Yo no estaba pasando un buen momento tras acabar Franc3s y hacer esas canciones fue algo que me ayudó mucho. A Diego le pasó lo mismo. Y a Rubén, también. Nos juntamos todos y lo hicimos: un disco de amor hacia Alberto. El disco tiene un concepto, con un principio, un desarrollo y un final. Todas las canciones van ordenadas en ese sentido. Es un disco conceptual de amor y de salvación.
-¿Alberto Gende era su hermano espiritual?
-Era mi mejor amigo en Carballo. Él era un diseñador gráfico reconocido. Yo veía sus carteles y una noche lo conocí. Le dije que me gustaría que hiciera el diseño de la maqueta para Franc3s. Él ni siquiera sabía qué era Franc3s [risas], pero desde esa noche nos hicimos inseparables. Iba a su casa, él venía a la mía. Teníamos cosas en común. Era como un hermano para mí, además de un tío con mucho talento. El nombre de Chicharrón es por él. Realmente a mí no es un nombre que me guste mucho, pero es un grupo que teníamos él y yo, en donde yo tocaba la acústica y él la batería. Él puso aquel nombre y, por eso, lo conservamos. Ya había sido el título de una canción de Franc3s.
-¿Le costó descartar la electricidad y centrarse en lo acústico?
-No, se trata de lo que te decía antes, de hacer algo que tenga alma. A William Burroughs una vez le preguntaron en una entrevista por todos los roqueros que iban a su casa, como Sonic Youth, REM o Nirvana. Él dijo algo así como que lo que deberían hacer todos era colgar sus guitarras eléctricas y escuchar algo que tuviera alma. Me vino esa frase a la cabeza y optamos por cambiar. A mí siempre me gustó ese tipo de música, aunque en Franc3s tendiésemos al ruido que era el punto de unión entre los tres. A mí ahora , por ejemplo me mola Sun Kil Moon, Bill Callahan o Damien Jurado.
-En alguna ocasión dijo que le influenció mucho un disco de Damien Jurado. ¿Cuál?
-El último, Brothers and Sisters Of The Eternal Son. Lo compré cuando estaba haciendo el nuestro y fue una revelación. No tenemos nada que ver, pero lo grabamos exactamente igual que él. En alguna entrevista explicó que lo registró en 40 minutos, con guitarra acústica y voz. Luego vendrían dos semanas de posproducción. Nosotros hicimos lo mismo, sin las dos semanas de posproducción, claro, porque no teníamos pasta. Pero grabamos el disco en directo con dos guitarras y voz. A partir de ahí Rubén empezó a meter cosas que le veían a la cabeza escuchando la música.
-La influencia entonces es de método, no de contenido. Lo digo porque Damien Jurado en sus dos últimos discos es un artista que parece haber encontrado la paz tras haberlo pasado muy mal. En su caso es la religión, pero a lo mejor hay alguna analogía. ¿La hay?
-A mí simplemente me encantó su disco. Estaba en un momento muy receptivo para que me emocionasen las cosas. Me pareció un disco flipante. Pero nosotros buscamos la felicidad en el amor. En la religión no, de momento [risas]. Lo nuestro es algo parecido, cuando lo estábamos grabando sentí algo muy espacial. Todo encajaba. Nunca había sentido algo así.
-De todos modos el suyo es un disco de bajonazo, ¿no cree?
-[risas] No sé, eso depende de las personas. Nos están pasando cosas muy guays con el disco. No se lo dimos a nadie de la crítica. No queríamos entrar en ningún mercado. Es un disco de amor y no queríamos vender amor. Solo se lo dimos a la gente que apreciábamos o que nos interesaba su opinión. Cada uno da su interpretación. Siempre me ha interesado muchísimo cómo ven las cosas desde fuera. Hace poco en un fanzine decían algo desquiciante, que en el disco iba de hablar con la muerte y cosas así. No sé, a lo mejor tienes tú más razón que yo. A mí me parece un disco de amor y optimista. Empieza pidiendo un deseo, luego aparece alguien, después se va. Más tarde esa persona te dice que sigas y aparece otra que te ayuda a encontrar. Y al final dice “mañana será otro día”, aunque haya sido precedido por un momento jodido. En el disco todos empezamos mal, pero nos dio paz mientras que se hacía. Ahora los tres estamos en ese momento de que “mañana será otro día”. Yo estoy muy bien.
-Existe cierta tendencia en el indie a regodearse en el sentimiento de la tristeza, la melancolía y la pérdida, sin asumirlo del todo. Luego ves al artista en las entrevistas: «No, en mi disco dejo una puerta abierta a la esperanza». Y la mayoría de las veces no se trasmite eso para nada. Su disco es el caso. Cosas como “Deseo un invierno vacío y eterno” o temas como gente llorando por la muerte de una persona no son precisamente elemento de bienestar. ¿Cómo lo ve?
-Me parece guay tu punto de vista. Lo que pienso yo no tiene porque ser lo correcto. A veces las interpretaciones ajenas te hacen pensar. Me ocurre muy a menudo. Tú escribes una cosa con un significado y, luego, quien lo recibe lo cambia totalmente y te hace dudar. El otro día vi el documental de Nick Cave de 20.000 días en la tierra. Decía que a él le interesaba hablar de las cosas que realmente no tenían explicación y que no terminaban de perfilar su significado. Yo tampoco sé lo que significa todo lo que hago. Solo te puedo decir lo que sentí. Fueron un montón de canciones que vivieron casi todas juntas a mi cabeza, casi ordenadas con el disco montado de inicio a fin. El disco es básicamente una sola canción. Y sí hay un momento en el que dice: “Deseo un invierno vacío y eterno”. Para mí significa lo más cómodo que hay: estar en el sofá, regodeándote en la tristeza y autocompadeciéndote. Eso es muy cómodo. No tener que salir, no tener que ver a nadie, no tener que hacer nada, solo estar triste. Es como Nirvana que decían “Echo de menos la comodidad de estar triste”. Pero el disco no se acaba ahí. Después de esa canción hay una, que es muy importante aunque puede que no sea la mejor, que dice “Escapé de los rayos, pero nunca vi la nube”. La idea es que la nube va a estar siempre ahí, pero el rayo no me pilló y estoy vivo. Pasaron muchas cosas pero mañana va a ser otro día. Y, luego, otro día y otro día. Me gustaría que escuchases los temas nuevos que estamos grabando. En el concierto tocaremos un par de ellas. En ellas se ve eso: nos levantamos, ya es otro día. Estamos haciendo imágenes mentales de lo que nos pasa, todas ellas en gallego.
-¿Se cambian al gallego?
-Las cuatro nuevas que vamos a sacar en un epé serán en gallego. Son muy poéticas y me apetecía probar. Cambiar es lo que le da sentido a la vida. Podemos hacer lo que nos dé la gana, así que lo vamos a hacer.
-El disco lo han hecho de espaldas a la industria totalmente con una autoproducción y sin promoción alguna. ¿Han tirado la toalla o es una cuestión de comodidad?
-No es tirar la toalla, sino todo lo contrario. Es una manera de reinvindicar otra forma de hacer las cosas. Yo ya estuve ahí, en cierto modo: discográficas, contratos, entrevistas,… Y no sé, me parece algo bastante falso. A Rubén también se lo parecía. Intentamos hacer las cosas de otra manera. Hoy todo el mundo habla de política y de lo que hay que hacer, como si lo demás no importara. Yo creo más en lo que decía Godard: no hacer cine político, sino hacer cine políticamente. Estamos, en cierto modo, haciendo eso. Realmente nos va muy guay, es curioso. El otro día fuimos a tocar en el Cachán en Santiago y estaba lleno. El momento actual de la música en Galicia es increíble. Hay grupos y una infraestructura underground de colectivos que hacen cosas pequeñas sin importarle la pasta. Nosotros nos identificamos mucho con eso. Lo que gastamos en ese disco lo vamos a recuperar al final entre el concierto de A Coruña y otro en O Grove. Estamos muy contentos porque no pensábamos que íbamos a recuperar esto.
-Son la historia indie perfecta: la gente no los conoce porque salgan en una revista, sino porque su amigo fiable se lo ha recomendado.
-Sí, para salir en una lista de esas de las revistas tienes que conseguir que todos los críticos hayan escuchado el disco y hay millones de grupos. A mí los discos que más me han gustado este año dudo que salgan en ninguna lista. Ahora en Galicia hay un momento excepcional. A mí esto me recuerda a la época del hardcore en América, de que los grupos hacían las cosas ellos, que existía una infraestructura para tocar y todo era autosuficiente. Eso me parece bonito.
-¿Se sienten partícipes de algo que va a pasar a la historia? Personalmente creo que los últimos seis años de música independiente en Galicia han sido espectaculares, incluso por encima de la Movida de Vigo.
-Sí, me siento parte de algo muy bonito. Cuando fuimos a tocar al Seara en Vigo Detrás del Marco era alucinante. Era una feria de gente haciendo fanzines, cómics, pegatinas, discos… Toda esa gente no está ganando mucho, pero ya no le interesa andar mandando cosas a las discográficas como hace años, que era la única opción que veías. Ahora no, ahora no es una buena opción, por lo menos para nosotros. Nos sentimos igual en el festival de Santiago que organizó Work On Sunday. Fue una pasada tocar allí con tanta gente. Tenías la sensación de estar viviendo algo único. Me sentía mucho mejor ahí que saliendo en una revista.
-A ver si dura…
-Es que es una pasada. Está claro que todo esto viene de atrás, que ha calado y que se ha multiplicado. Es un momento muy guay. No sé si nos salvó el disco o no, pero vital y profesionalmente estamos en un gran momento.
-¿Eso significará que las nuevas canciones serán abiertamente felices o seguiremos con la fórmula de “puerta final abierta al optimismo»?
-[risas] Eso es como lo de antes, está todo abierto a la interpretación. A lo mejor tú las escuchas y te parecen depresivas, pero yo no las veo así. Una de ellas dice en el estribillo “nada se me perdeu no abismo / o único que quero é estar contigo”. Van un poco de salir del rollo ese del rock n’ roll. No se me pierde nada en el abismo y la tristeza, solo quiero estar contigo, feliz.
-Pues es una buena filosofía de vida. Se la compro.
-Vale [risas]