Hace ya unos años entrevisté a David Bustamante, el de Operación Triunfo. Daba un concierto en A Coruña y aprovechamos la ocasión para hablar con él. Le hice una entrevista “musical”, sin cosas del corazón ni nada. Me habló, por ejemplo, de su afición por artistas como Miguel Gallardo o la música popular italiana. En un momento dado le pregunté si le afectaban los comentarios de los críticos y periodistas que lo ponían como ejemplo de los males del a música en España. Me contestó que no, porque estaba seguro que esa gente no había ido nunca a un concierto suyo, ni había escuchado sus discos, ni se había interesado en qué clase de música le gustaba a él. Según su punto de vista, la gente lo ponía a parir “de oídas”, por sus apariciones lacrimógenas en televisión o, a mayores, por escuchar una canción en la radio. Y mucho me temo que tenía toda la razón.
Tiempo después participé en un debate sobre el estado de la crítica musical organizado por Sinsal en el centro Normal de la UDC. Se tocó el tema de la especialización. Al escribir en un medio generalista como La Voz de Galicia muchas veces me toca enfrentarme a artistas como La Oreja de Van Gogh, Sergio Dalma, Azúcar Moreno o Pimpinela junto a otros como Tindersticks, Toy, Los Punsetes o la última sensación indie. Defendía en aquel encuentro algo tan elemental como la necesidad de tratar con el mismo rigor a Sonic Youth que a Chenoa. Noté cierta extrañeza. En un momento dado, el moderador me interrumpió: “¿Quieres decir que Sonic Youth y Chenoa son iguales?”. No era eso, claro. Se trataba de dejar de manifiesto que Chenoa, al ser una artista que interesa a tanta gente como para reunir a más de 5.000 personas en su concierto en A Coruña, tiene que salir en un medio como el nuestro. Y que merece el mismo respeto y seriedad a la hora de analizarla, ya que escribimos para un lector que exige que el periodista hable con conocimiento de causa. Algo tan básico como escuchar su disco e ir a ver su concierto antes de pronunciarme. Algo, sorprendentemente, tan raro como eso.
Estas dos pinceladas personales vienen a cuento sobre un debate que planea últimamente en la crítica musical nacional y que, en las últimas semanas, ha tomado tomado especial viveza. Primero, por la publicación del libro de Víctor Lenore Indies, hipsters y gafapastas, el volumen en el que habla, entre otras cosas, sobre los mecanismos de distinción en función del gusto musical promovidos por una buena parte de la prensa cultural. Segundo, por la polémica provocada por Diego A. Manrique al participar en la lista del número que celebra el 30º aniversario de la revista Rockdelux colocando como número uno el 19 días y 500 noches de Joaquín Sabina, sin que luego este se viese reflejada en la macrolista final. En ambos casos se toca desde diferentes prismas esa especie de corte del buen gusto minoritario con aspiraciones generalistas.
A ese respecto, desde la Asociación de Promotores Musical se ha lanzado una pequeña encuesta. En ella el periodista Nando Cruz lo sintetiza brillantemente: «En España la crítica siempre ha tendido más a exhibir conocimientos y buen gusto que a anteponer una vocación de servicio». Uno iría más allá y hablaría de una suerte de confusión de roles, generando algo que se podría denominar el crítico-artista. Es decir, aquel periodista que considera que su misión principal no es transmitir información (o emoción, en su caso), sino crear una especie de vehículo literario personal salpicado por una música sujeta a dogmas de especialísimo buen gusto. Por ello, muchas veces no importa ser un poco críptico y que el lector no entienda lo que se escribe. Por ello, no importa si al final habla más el periodista haciéndose autohomenajes que el músico entrevistado. Por ello, no importa si se preña de vivencias personales irrelevantes un texto. Por ello, no importa si de lo que se habla le interesa a la gente o no. Porque todo se trata de modelar esa figura pública lo más posible, poniéndose incluso por encima del lector o el músico.
Recuerdo en los noventa que terminé frente a un articulo de Diego A. Manrique sobre las Spice Girls en el fenecido Tentaciones. Eran dos páginas en las que se analizaba al grupo de pop más popular del momento. Lejos del tono ligero habitual, se trataba de un análisis serio, sustancioso, entendible y muy disfrutable. Aquello supuso toda una colleja en mis veintipocos años. Tiempo después, hubo otra lectura en el Metrópoli que me impactó con la misma intensidad. Era una crítica de David Saavedra sobre el disco que acaba de sacar Alejando Sanz, uno de los lanzamientos importantes del año. Lo ponía mal, pero en todo el texto no había ni una sola ironía, ni un solo desprecio, ni un solo ponerse por encima del artista. De algún modo esos dos textos cambiaron bastante mi percepción de las cosas, ayudándome a quitarme de encima todos esos lastres absurdos adquiridos en pos de buscar algo parecido a un criterio, sumando perjuicios y juzgado cosas desde el desconocimiento y una absurda posición de superioridad.
Por cierto, aquel concierto de Bustamante resultó horroroso. Así se reflejó y se argumentó en mi crítica correspondiente tras haber asistido. El disco de Chenoa, lamentable. También quedó plasmado después de sus correspondiente escuchas. Por otra parte, creo que ver la música con la lente “política” de Lenore es un error y un callejón sin salida, aunque tiene más razón que un santo en algunas de las cosas de las que habla en su polémico ensayo. Y, bueno, habrá que darle una oportunidad algún día al disco de Joaquín Sabina, músico del que escuché muchas otras cosas que, independientemente de su calidad, nunca me agradaron lo más mínimo. Quién sabe. Gracias a acercarme por motivos profesionales a la música de artistas que supuestamente no me gustaban de modo respetuoso y con las orejas abiertas he cambiado de opinión en más de una ocasión. Me acabaron encantando los singles de La Quinta Estación, me quedé totalmente prendado del sobresaliente Atlántico de Xoel López y, bueno, me he dado cuenta que aunque el primer disco de Vetusta Morla no me hubiese chiflado, Mapas es una verdadera maravilla. Todo ello sin que mi pasión por Los Planetas, los Stone Roses o la Velvet Underground se haya debilitado en ningún momento.
Me temo que he salido ganando. Espero que quien me lea y concuerde conmigo, también.
Pues yo ya hace años que abrí mis orejas a otras músicas, siempre lo he tenido claro, escucho sin ver quien es, si me gusta me gusta, no hay más.
Saludos
Es un tema muy interesante, la superioridad intelectual que nos creemos que tenemos los melómanos sobre la música comercial o de radio fórmula , en los suplementos de literatura se trata con el mismo rigor que defiendes tanto a Ken Follet , Zafón como a Thomas Bernard o a Borges y no pasa nada, todo es literatura … en la música debería pasar lo mismo
Un saludo
Como hacia 1975 o 1976, Diego Manrique ya decía una gran verdad: los músicos españoles no eran especialmente conocedores de otros artistas, no digamos de historia musical. Idem (en mi opinión) con muchos de los músicos y de los críticos y críticas actuales. Lamento decirles que el rock no empezó con los Sex Pistols, que Elvis y los Beatles eran roqueros, pero no roquistas, y que los trasvases musicales son tan viejos como el caminar. Si falta preparación antes de ponerse a escribir, se escriben según qué cosas. Si se siguen corrientes porque sí, ya ni te cuento.
Sólo un matiz a tu buen análisis, realmente no son «críticos-artistas», sino «críticos-soberbios». Cuando creen que tienen una talla mayor de la que tienen, todo lo demás está por debajo. Así que mala crítica puede salir de alguien que no sabe reconocer a quien le supera, sea o no artista, porque parte de un diagnóstico equivocado, juzgando en sus críticas más que analizando y aportando elementos clave para los lectores. No se puede ser más protagonista que un artista que ha creado una obra, porque aunque no le guste, a lo mejor el «crítico-artista» sólo puede crear una tortilla de patatas…
El resto que has escrito es pura justicia. No se debe valorar algo sin haberlo escuchado/visto. A mí Sabina no me gusta, ni en el disco que menciona Diego A Manrique, ni en otros. Pero sí me gustan otras canciones comerciales y por ello no me considero ni más ni menos que nadie.
Sinceramente, menos protagonismo en los artículos y más contenidos interesantes, originales y bien analizados. Que a mí la vida privada de Kozelek, el circo que están montando con la lista del RDL o el culo de la Kardashian no me interesan 🙂
Yo creo que lo importante es siempre el respeto y preguntarse qué es lo que hace a una obra discográfica «mala» o «buena». Si no me equivoco, la crítica pertenece al artículo de opinión en periodismo y hay que verlo como algo subjetivo, y ahí aparecen los sentimientos o emociones personales de cada uno, que pueden coincidir con las de otras personas o no. Otra cosa es la información, que debería de ser lo más objetiva posible. Tal vez esté equivocado, pero me parece demasiado atrevido calificar a un disco o un artista de «malo». Por otra parte, creo que también es importante la crítica especializada, o esa crítica que escucha solo lo que le gusta (es importante preguntarse también si lo que a uno le gusta/disgusta son estilos musicales…o artistas)por el simple motivo de que esta (a mi entender) no es una carrera de fondo por ver quién escucha más discos en menos tiempo y quien es más abierto musicalmente. Personalmente prefiero escuchar y escribir sobre música, aún estando encorsetado en unos estilos o subgéneros mientras disfruto…..a escuchar músicas o artistas que no siento o que no me expresan nada. Creo que la finalidad de la música, sea del tipo que sea, es sentirla de alguna manera. Ojalá a mí me gustara y sintiera por igual todo tipo de música, pero no es el caso y uno no se va a pasar la vida «forzando» el oído hasta que le entre. ¡Benditos los críticos que son capaces a hacer una crítica positiva de algo que no les gusta!
Sabina tiene cosas buenas, sí, lo que pasa es que hay que aclimatarse, porque hay cosas en su música que de principio te pueden echar para atrás. En cuanto a Manrique me da la impresión de que es un crítico que ha quedado más bien para las entrevistas (que no es poco), hoy en día le interesan más los personajes y el mundillo que la música. Es más fácil que te hable de como es el manager de un artista que de como suena un disco. Se ha ido especializando en eso.
Me ha parecido muy interesante, es algo que llevaba pensando hace años pero de alguna forma nunca he llegado a saber si era tan sólo una sensación mía personal o había alguien más ahí fuera con la misma opinión. Muchas gracias!