Esta semana sale a la venta oficialmente High Places. Sí, pero no hay fan del Boss que no tenga el disco en su ordenador desde hace semanas. Un error de la cadena Amazon propició su filtración del en Internet poco antes de fin de año, frustrando toda la operación de marketing. Aunque haya quien piense que, en realidad, fue una cínica operación promocional, cuesta mucho creer que Sony haya optado por colocar en las estanterías de las tiendas un disco sobre el que ya se ha escuchado todo. Y, en consecuencia, se ha dicho de todo. Si tenemos en cuenta que respecto lo segundo los comentarios apuntan a una obra menor, el resultado es claro: la caja registradora se resentirá.
El 18ª disco de estudio de Bruce Springsteen se presenta, desde su propia configuración, más como algo complementario en su corpus discográfico que como un álbum esencial. Grabado aquí y allá (Nueva Jersey, Los Angeles, Atlanta, Australia y Nueva York), combinan versiones, revisiones de temas antiguos y descartes de otros discos. Además suma varias colaboraciones, entre ellas la estelar de Tom Morello (Rage Against The Machine). Todo apunta a un cajón de sastre de escasa consistencia hecho para salir del paso. Por desgracia, algo de eso hay. Aunque también destellos de la grandeza del Boss. Y, sobre todo, mucho de su oficio. Que no es poco
Por partes. El caso Morello, muy discutido por sus fans tradicionales, deja momentos interesantes y otros de espanto. Aunque el estilo rap-funk-metal del guitarra -efectista, pirotécnico y reclamando siempre protagonismo- pudiera chocar, lo cierto es que, a veces solidifica perfectamente. En Harry’s Place, por ejemplo. Su wha-wha suena tenso, misterioso y siempre en su sitio. En Heaven’s Wall aporta un agradable toque metálico en medio del alma gospel de la pieza. Sin embargo, en American Skin la cosa arranca bien pero pronto se abraza peligrosamente al AOR. Nada comparable a la prescindible versión de The Ghost Of Tom Joad, con un Morello plomizo y totalmente pasado de rosca en sus punteos. Cuesta llegar hasta el final sin cambiar de tema.
En el apartado de las versiones, resulta muy plausible su acercamiento al Just Like Fire Would de los australianos The Saints con un agradabilísimo toque pop y acertados vientos beatelianos. También la inaugural High Hopes de The Havalinas, con Morello dibujando serpenteantes y acertados contornos de fondo. Pero la la palma de la lleva la ya conocida Dream Baby Dream, vuelta de tuerca total al tema de Suicide convertido en un nuevo (y emotivo) himno. Escucharlo con su correspondiente videoclip, en esa especia de experiencia religiosa que recoge, pone el vello de punta. Lo mejor del disco, sin duda alguna.
Del resto cabe destacar, de manera especial, Down in the Hole, un tema completa arquitectura que acoge otra historia de perdedores marca de la casa (“El sol llega cada mañana, pero no es ningún amigo / me visto y me voy de nuevo). También quizá, The Wall, una balada dedicaba a su amigo Walter Chichon. Y poco más. Sí, porque This Is Your Sword, suena a olvidable descarte de su periplo folkie en la década pasado y Frankie Fell In Love promete una bola de emoción épica que no termina de llegar.
Trabajo irregular por tanto, con algunos pellizcos que recuerdan a quien se está escuchando, pero también con bastantes dosis de una autocomplaciencia que el Boss debería corregir. Servirá, en todo caso, para su vuelta a los escenarios, que es donde la mayoría de la gente lo quiere ver, agrandado el mito una gira más. Ojalá retornase a Galicia de nuevo.