Festival Voces Femeninas
Lady Lamb The Beekeeper, Torres y Anna Ternheim
Teatro Principal, Ourense
21-11-2013
Ocurrió a mitad de festival. Mackenzie Scott, la americana que se esconde bajo el alias de Torres, tomó su guitarra y miró al público. Deslizó sus dedos por las seis cuerdas y de allí surgió un sonido melodioso, que sustentaba una voz que aparentemente poco tenía que aportar al arquetipo chica-indie-haciendo-rock-desnudo-con-su-guitarra. Pero, de pronto, su garganta empezó a malearlo todo, a dibujar curvas imprevisibles. Mientras, el instrumento escupía acordes de lija y escupitajos de emoción. En la platea los mentones se empezaban a mover de atrás hacia delante. Bajo la piel brotaba el escalofrío.
Recordando a la PJ Harvey que componía con el cuchillo afilado en los noventa, Torres hizo presagiar una de esas actuaciones que no se olvidan. El segundo tema prolongó el placer auricular. El tercero lo elevó si cabe aún más. Alerta en las butacas: la emoción se iba a descontrolar. Y como si la artista se asustase ante esa posibilidad, se deshizo el nudo de la tensión. Sí, incomprensiblemente su recital perdió ese punch que estaba alterando las pulsaciones del público. Lo prolongó varios grados por debajo, ajena a calificativos como crudo o conceptos como esa «carne viva» a la que apelaba el folleto promocional. Una lástima porque lo que parecía una revelación se quedó al final en eso, en otra-chica-indie-más-haciendo-rock-desnudo-con-su-guitarra.
El subidón-bajón de Torres se escenificó en un Teatro Principal lleno, refrendando de nuevo el milagro de este pequeño gran festival. La apuesta del Voces Femeninas, un año más resultó totalmente suicida. Por el escenario desfilaron la también estadounidense Lady Lamb The Beekeeper y la sueca Anna Ternheim, completando un trío de figuras totalmente desconocidas en España. La primera lo intentó a ciegas, arrancando su concierto sin luces y a capella, iluminando luego con las piezas de Ripely Pine, su debut, y hartándose de dar las gracias por poder estar allí. Su set, sin ser nada del otro mundo, sirvió de agradable introducción.
Más interesante se mostró Anna Ternheim, iniciando con una melosa canción a piano con reminiscencias de Abba y alternando este instrumento con una guitarra de la que extraía temas de folk-pop con baño americano y muchas posibilidades comerciales. Como queriendo dar el cierre perfecto a la velada, optó por concluir su pase con un final también a capela, sin micro de nada. Un último bocado dulce en una noche que pudo ser excepcional. Todo si Torres no se hubiera amedrentado. Una pena.
Foto de Torres: Federico Álvarez