Nunca antes el sello Acuarela había alumbrado un disco tan 100% Acuarela como el disco de debut homónimo de A Veces Ciclón. No va esto de juego de palabras, no. Sin las escuchas de bandas como Sr Chinarro, Jr, Mus o Viva Las Vegas este trío con un pie en Lugo y otro en Valencia directamente no existiría. O existiría de un modo radicalmente diferente. Así de claro. Está tan presente en su discurso ese clima lento, sombrío y tenuemente obsesivo que bien se podría sentenciar: en las ocho canciones de este disco se realiza una gran genuflexión a un pop con denominación de origen, el de aquel fantástico catálogo con el que la editorial hizo el tránsito de los noventa a los dosmiles. Los fans, encantados. Y ellos, que también beben los vientos por títulos como 127, Viva las Vegas, El Naval o La primera ópera envasada al vacío, también.
No se interprete lo dicho como si A Veces Ciclón se tratase de un grupo tributo o carente de personalidad. Todo lo contrario, la célula integrada por Óscar Vilariño (guitarra y voz), Xavier Muñoz (bajo y teclados) y Marcos Junquera (batería) parte de ahí para crear un universo propio en el que las emociones se expanden con la misma pereza que una bocanada de humo en el aire. Alternando gallego y castellano con una voz susurrante, Vilariño se recrea igual en imágenes tomadas tanto en comedores universitarios (“Ordeno canciones en servilletas / desprecio al postre incluido”) como en los primeros signos del cambio de estación (“a estación deserta / lentamente, primavera”) o el inquietante malestar interior (“No acepto más risas / resulta retorcido, mi mejor”). Y las lleva a algo muy valioso a base de guitarras ondulantes que, a veces, se cierran en círculos y, poco después, se vuelven a abrir. Al fondo, una batería que juega con la discreción y el ralentí y unos teclados capaces de llevar piezas como Lonxe a lo más parecido a un clímax que tiene un disco que sugiere posibles estallidos, pero que nunca llegan a producirse.
A Veces Ciclón, que se grabó en los Estudios de la CRTVG con Toño Vázquez a la producción, está llamado a alimentar las pasiones de unos cuantos pocos. No podía ser de otra manera. Como sus predecesores en la línea genética, el trío se mueve entre las sombras y los caminos secundarios del pop nacional. Hay que ir a por él, abrazarlo y quererlo de verdad. Quien dé el paso obtendrá justa recompensa. Y si lo hace adquiriendo el cedé original o acudiendo al Spotify, un tema intrincado extra (Curtis) que no debería quedarse fuera de un lote maravilloso.
Videoclip de «Mi mejor»