Björk
Santiago, Cidade da Cultura
30-6-2012
“Esto es el momento karaoke”, gritaba Björk con su inglés de acero antes de enfilar la recta final de su actuación. Daba paso a Declare Independence, ramalazo electro-punk y guerrero con el que alentaba la independencia de las Islas Feroe y Groelandia frente a Dinamarca. Ajena a su sentido real, sirvió aquí de explosión final a toda la contención anterior de su discurso. Machacón, eufórico y agresivo convirtió aquello, entre rayos, coristas desmadradas y la propia Bjork agitando a las masas, en la celebración de otra independencia: la artística, la de la individualidad, la de seguir el camino propio guiado por el talento. La artista islandesa volvió a demostrar que anda sobrada de todo ello. También que, aunque la modernidad ya no la mime como antes y parte de la crítica le haya retirado el saludo, su propuesta permanece (muy, pero que muy) vigente.
Un apunte. El concierto del viernes puede tomarse como el último resquicio de la política cultural que trazó la Xunta allá por 2010. ¿Recuerdan? El Xacobeo de Arcade Fire, los festivales de nuevo cuño, las propuestas refinadas para teatros y salas, el Sónar-Galicia que iba a continuar… Sí, todo lo que se esfumó dos años después sin dejar apenas rastro. El último era este. Contratada por el entonces gerente de la Cidade da Cultura, Ignacio Santos, el recital de Björk aventuraba, en su día, una especie de trasvase de todo aquel maremagnum de propuestas al Gaiás. Con Santos y su valedor, el ex conselleiro Roberto Varela fuera de la Xunta, hoy suena a epílogo de un paréntesis cerrado mucho más temprano de lo esperado. Ni siquiera la respuesta de público, unas 4.000 personas para un aforo de 7.000, sirve para justificar el tirar por ahí. Eso, siempre y cuando exista alguien en el cotarro que sepa cuál es la cuerda a la que agarrarse.
Política al margen, el recital resultó ser una maravilla en la que Björk demostró su habilidad en convertir accesible un trabajo tan extraño y alambicado como Biophilia. Ese álbum, en el que la artista pretendía fundir tecnología, música y naturaleza en una pieza, guió un concierto que podría tomarse como una clase de ciencias naturales en clave pop. En efecto, amplificadas por excelentes audiovisuales, piezas como Moon, Cosmogony o Virus tomaron una nueva y fascinante dimensión. Arropada por dos músicos (uno ocupándose de las percusiones y otro de los samplers, tablets y mil cachivaches más) y una decena de coristas que parecían hadas venidas de un mundo irreal, se pudo ver a Björk dirigiéndose a luna y sincronizando la secuencia del recorrido del satelite con el sonido. También cantándole a la inmensidad del universo, mientras este se dibujaba y las voces de acompañamiento trasladaban la canción a unas cotas de belleza impensables en disco. O al amor vírico y microscópico, conquistando las células bajo la lupa de la gran pantalla en medio de esa suave melodía oculta.
http://www.youtube.com/watch?v=7yKMu5fyGaI&feature=relmfu«Crystalline», en directo en Santiago
Lo más espectacular llegó a mitad de concierto con Crystalline, el particular hit del disco, con las coristas desmadradas contagiando felicidad dentro de esa pieza angulosa y caleidoscópica. Y, ya al final, Mutual Core, un volcán musical en erupción fundido con Náttúra y aderezado con trazos de pirotecnia que hizo, por un momento, olvidar el frío insoportable que reinó toda la noche en el Gaiás. De su obra anterior escogió con esmero las piezas que mejor se adecuaban a su propuesta, sin salirse del guión ya conocido de sus últimos conciertos. Temprana sonó Hunter, lastrada por unos bajos desfasados que se comían la canción e hicieron temer lo peor. Poco después Hidden Place, la sensacional apertura de Vespertine, puso todo en su sitio con finura y estrellas de mar, queriéndose de fondo e integrándola en el concepto de la gira. Preciosa estuvo la repesca de Pagan Poetry y muy excitante ese Isobel, que al final resultó lo más pop de toda la noche.
Al final, en el bis, llegó una curiosa repesca del One Day proveniente de su primer álbum. Interpretada solo con un hang y la voz mesurada de Björk, sorprendió por su vuelta de tuerca. Dicen, quienes estaban detrás, que ya entonces había gente yéndose del recinto. No se sabe si decepcionados por el concierto, helados por el frío u ambas cosas a la vez. Se quedaron sin ese final espectacular que abre estas líneas: emoción pura que trasciende a los caprichos del público de tendencia, las manoseadas metáforas del hielo y, por supuesto, la dictadura de la innovación y el futuro de algún sector de la crítica. En cierto modo, si la artista se sacude ese lastre de encima saldrá ganando. Y los fans que siguen de su parte también. El viernes parece que se demostró que ambas cosas se han logrado. O que, cuando menos, van por el buen camino.
Pues yo discrepo en todo, Javi.
Siendo fan de la islandesa desde los 15 años, me he quedado con esa sensación de «10 años para esto?». Me ha parecido una mamarrachada de concierto y, lo peor, es que la sensación es bastante generalizada entre las escasas personas, de distinto pelaje, que conozco que fueron.
Voy a enumerar algunos motivos, a lo repelente niño vicente, que justifican mi animadversión hacia este… «espectáculo»:
1. Concierto justito. Empezó a las 22:30h, en punto, y a las 0:10 ya había acabado. A todo esto le tienes que meter el descanso de los bises y de unos 5 minutos de parón porque un técnico tuvo que subir al escenario a apagar un fuego de la pirotecnia que quedó encendido y daba algo de mal rollete. O sea, que la tipa tocó 90 minutos de reloj! Pues vale, creo que Madonna, Springsteen, U2 y demás gigantes no bajan de las 2 horas. Y no hablemos ya de Robert Smith…
2. El sonido. Los graves se comieron todo. Sobre todo al principio: no podías escuchar nada más que eso, ni siquiera a la mamarracha. Vale que mejoró (poquísimo) a lo largo del concierto pero, aún así, fue demencial. Varias personas que estaban a mi alrededor (conocidos y desconocidos) se piraron bastante cerca del final, a la zona con olor a panceta y fritanga de los bocatas, para escuchar algo un poco más decente. No sé quienes son los responsables de esto, si el equipo de la esquimal, o la gente de la ciudad de la incultura, pero creo que fue el concierto con peor acústica que he presenciado en mi vida. Hacía que hasta el playa sonase bien. Este concierto fue un timo, tal cual.
3. Björk tenía la voz chunga. Todos sabemos que el concierto peligraba por sus problemas vocales, pero el show se mantuvo y, a mi juicio, no en óptimas condiciones. Se notó que Björk fue conservadora y apenas subió en agudos ni hizo muchos de sus caracteristicos gritos y gorgoritos. He visto muchos conciertos de Björk, tanto oficiales como grabados por aficionados: sé como canta en directo. No fue el caso de ayer. El final de Hidden Place, parte de Yoga, Isobel… eran tan evidente que se contenía por no forzar.
4. La música. La propuesta fue minimalista a más no poder. Este rollo que venden algunos artistas de irse por ahí de acústico para ahorrar pasta, porque somos unos piratas y no hay pasta. Pues lo mismo. Pero, claro, aquí tendría que ver con el concepto de la gira o algo así, no? El caso es que las canciones sonaron ya no «desnudas» sino esqueléticas, completamente faltas de arropamiento. Una vez más, apunto que he visto como suenan las canciones de Björk en otros conciertos, y ni punto de comparación (y no hace falta recurrir al concierto del Liceo para justificar esto: escuchaos el bootleg del Benicassim del 97 y flipad).
5. Las locas exaltadas. Esto no es culpa de Björk, pero, como dijo una amiga mía, «hay heteros aquí?». Chicos, siempre chicos, mucho más escandalosos que en mis peores momentos de etilismo, que perdían los papeles y se ponían a gritar como cerdos en el matadero cada vez que Björk hacía algo: mover un dedo, dar un salto, mirar al infinito, tirarse un pedo… ¿Qué le pasa a la peña con el respeto y la educación? Tuve que escuchar a una subnormal hablando con otras personas que ella está tomando antibióticos y no podía mezclar alcohol y no se qué ostias. ¿Pero WTF???
Vamos a un concierto a escuchar a una banda, no vuestros gritos y vuestros comentarios «segundo a segundo» de TODO lo que pasa en la canción.
«Mira, mira, ahora vas a flipar, va a estallar la canción, va a ser la ostia, dios dios diosdiosdisoidos»
Un calcetín en la boca para gente así, por el amor de björk.
6. La incoherencia de la artista. Ella pide productos ecológicos, orgánicos, vegetarianos, reciclables y que generen muy pocos residuos (algo, a todas luces, cojonudo), pero no se preocupa de intervenir en la gestión del evento, como sí hace Morrisey o Paul McCartney, para asegurarse de que hay opciones vegetarianas en el recinto. Todos los putos bocatas eran de carne con algo. Todos a excepción de un bocata de tortilla que a las 20:45 ya estaba, supuestamente, agotado (abriendo las puertas a las 20:30h…). Eso sí, churros, palomitas y perritos calientes a tutiplén…
7. La organización que no te dejaba entrar con comida y te la mandaba tirar fuera. Pero id a la mierda, peseteros!
Un timo.
Raul, me temo que aunque Björk llevase a la Orquesta Sinfónica de Galicia detrás no te hubiese gustado. EL problema es que no te gusta “Biophilia”, la columna vertebral del concierto, y que tú querías ver el directo del Fib del 98, cuando la artista va por otros derroteros. Respecto al resto, si te sirve de consuelo, a mi espalda se estableció una competición en plan “A ver quien conoce a Bjórk desde más temprano”. Ganó un tipo que decía que !con once años! escuchaba a The Sugarcubes. 😉
no, Javi, no es por el Biophilia. como puedes ver, mis quejas no se dirigieron en ningún momento hacia el setlist. por mi, como si se tocaba el «Where is the line» o «the triumph of a heart». pero que suene y cante bien.
Pues siendo fan de Eskorbuto desde los 15 años, este Zorromono se ha quedao con la sensación de que el concierto de Bjork fue algo extraordinario. Un respetadísimo pope galaicoindie intentaba convencer a este escéptico gañán, días antes del show, de que iba a ser una cosa de una calidad suprema y que, aún siendo un butal detractor de la esquimala, me iba a rendir ante sus movidas. «Como si alguien a quien no le gusta el rock ve a The Black Crowes», afirmó el reputado junaletras, en un esfuerzo por hablar un idioma que este Micocánido entendiese.
La primera sensación al comenzar el concierto fue que tres cuartas partes de la audiencia habría sido más feliz viendo a Love of Lesbian o a Los Planetas. Y el sentimiento de confusión y furia de las gentes – que se hacía sentir por los murmullos que se convirtieron en charlas a voces a lo largo del espectáculo- no hizo si no aumentar al intuir que la diva no iba a interpretar ni la de «Eres un gambitero» ni la de la peli esa famosa.
Pero es un hecho que, en el pop,el rock u lo que sea, las propuestas obtusas y difíciles siempre conocerán detractores, aterrados ante lo que no comprenden. Por eso al concierto de Damo Suzuki de la sala Mardi Gras de A Coruña acudimos 12 personas, mientras prácticamente la mitad de la humanidad dotada con gafas de pasta asegura scuchar a Can desde que Franco era corneta. Y con Bjork pasa exactmente lo mismo. La piva tiene el mullido colchón de haber vendido un porrón de discos y haber sido adorada por media humanidad, lo que le da bula para que le permitan hacer lo que le venga en gana. Y lo aprovecha. Joder si lo aprovecha.
El Zorromono, que a duras penas distinguió una canción de otra en el concierto, acudió a tan dinosaurica cita acompañada por una veterana ‘fans’ de la islandesa que siempre prefirió su vertiente más ambintal y experimental a la bailonga y populachera. Y salió de allí subyugada por lo que acababa de contemplar. Porque lo que vio fue una maravilla absoluta, hipnótica, evocador, psicodélica y cien mil adjetivos más.
Las cosas están my mal, pero es fabuloso que, en pleno 2012, existan artistas que graben discos y hagan las giras que sienten que deben hacer, sin pararse a pensar en como las recibirá el público y la crítica. Damos y caballeros; dennos muchos Mars Voltas, Roberts Fripps, Robes Iniestas, Josh Hommes, Diamandas Galas y… Sí, Bjorks.
A mí el concierto me pareció una maravilla, pero el lugar en el que se celebró es totalmente inadecuado. Hacia un frío terrible. Es de suponer que hay que hacer cosas en la Cidade de A Cultura, pero yo creo que ese concierto podría hacerse en otro lugar (el coliseum de A Coruña o Castrelos en Vigo). Aún así muy feliz de haber estado ahí para verlo.
Dices «…Sí, todo lo que se esfumó dos años después sin dejar apenas rastro…». No sé esfumó sin dejar rastro. El rastro engorda las cuentas corrientes de los colegas y antiguos socios de Ignacio Santos. Con decenas de millones a disposición y ningún control sobre el gasto, así se hizo.
definitivamente houbo unha apertura a un universo paralelo e a min tocoume o lado malo