Resulta insólito ver a un músico admitir abiertamente que las críticas recibidas por su trabajo le han hecho darse cuenta de su propia decadencia. Los reproches de los periodistas escuecen, en ocasiones, en el amor propio del artista. Y muchas veces se instalan en bucle en sus mentes martirizándolos. Pero, de puertas hacia fuera, rara vez se reconoce. Todo se suele arreglar con frases del tipo «nosotros hacemos discos para los fans, no para los críticos», cuando no se apela la manoseada frustración de los plumillas musicales: al no haber podido darle a la guitarra, se tienen que conformar con la tecla.
Ver a una figura tan entronizada y por encima de todo como Bono reconocer abiertamente el daño que le hicieron a U2 esas críticas a finales de los ochenta resulta, cuando menos, impactante. «Empiezas a creer lo que la gente dice de ti y empiezas a pensar que puede ser el final del camino», dice el irlandés en From The Sky Down, el documental que escarba en la génesis y desarrollo de Acthung Baby! (1991), considerado como el mejor disco de la carrera de los irlandeses. Es justo en ese momento en el que la pieza, inicialmente anodina, se convierte en una honda y reveladora mirada hacia un momento clave en la historia del grupo.
Dirigido por Davis Guggenheim, retrata el viaje mental y, sobre todo, emocional de unos músicos veteranos hacia los porqués de aquel álbum. Curiosamente, lo hacen desde una situación semejante a la de entonces, cuando en 1990 los rumores de separación corrían como la pólvora y el grupo parecía perdido en un galaxia que no les pertenecía. La calidad de los temas que fluyen a medida que pasa el metraje no hace más que ponerlo en evidencia.
El punto de partida es junio de 2011. Reunidos en el estudio berlinés en el que grabaron Acthung Baby!, los U2 actuales abren el desván para preparar una actuación en el festival de Glastonbury. Se conmemora el 20º aniversario del elepé y brotan los fantasmas del pasado. Primero, la asunción de la decadencia de aquel Rattle & Hum (1988) lleno de guiños a la tradición roquera americana y al que la crítica le dio la espalda. Luego, la búsqueda desesperada de una huella europea que les devolviese a sus raíces, algo que que encontraron en Alemania. Y, finalmente, con el apartamiento del halo trascendente que siempre tuvieron sus discos en favor de algo más lúdico.
Así, tras hablar de bandas como Happy Mondays, Kraftwerk o Einstürzende Neubauten, The Edge rescata una cinta y muestra aquellas primeras sesiones registradas en los Hansa Studios. Como una masterclass en creación musical, el guitarrista desvela el riff de Misterious Ways dando sus primeros balbuceos dentro de un tema titulado provisionalmente Sick Puppy. Más impactante aún, resulta el momento en que surgen los acordes de One, la canción que salvó a U2. Y muy ilustrativos, los motivos que Bono dice sobre The Fly y su elección como single: deseaba crear un personaje exageradamente roquero para resguardarse de las criticas.
Precisamente ahí, en la diversión, el cinismo y la sensación de reírse de todo, U2 encontraron un valioso escudo para progresar. Travestidos, vacilando a los policías de Berlín o participando en los carnavales de Santa Cruz de Tenerife, el giro de su actitud fue radical. Y de ello da fe Anton Corbijn, el fotógrafo que los retrató en The Joshua Tree y que entonces no daba crédito a lo que estaba sucediendo ante sus ojos. Todo había cambiado.
Una confesión
From The Sky Down se podría definir como la filmación de una confesión. La de un Bono admitiendo que ya visualizaba el día en el que emitiesen un comunicado indicado que U2 se habían disuelto por «diferencias musicales». También explicando cuando su mujer Ali le decía «Te has vuelto muy serio». O recordando el trauma de la separación de The Edge, plasmado en la canción Love Is Blidness. Todo está aceptado por la banda, lógicamente, pero da la sensación de que el director llegó al corazón del cuartero, trazando un retrato sincero de luces y sombras.
Todos los que intervinieron en aquellos días de Berlín están ahí. Los cuatro músicos, la tripleta de productores (Brian Eno, Daniel Lanois y Flood), el eterno mánager Paul McGuinnes… Reflexivos, orgullosos, con ganas de hablar y honrar a un álbum apreciado incluso por muchos de los que no son fans del cuarteto irlandés. Y ese tono de verdad, de acercarse a un mito con la perspectiva del tiempo, le da un valor muy especial que trasciende al disco y al grupo. Tal es así, que incluso alguien no interesado en la banda seguramente lo disfrute.
Un paso inteligente pero un disco sobrevalorado. Denota, como el resto de su discografía, la incapacidad del grupo para componer buenas canciones.
estupendo post, javier…