La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Arcade Fire
Madrid, Pabellón de los Deportes de la Comunidad
20-11-2010

Épica rock, intensidad comunal, coros multitudinarios, escalofríos colectivos, buen rollo sanote, una pizca de ruido… Todo para un fin: elevar el espíritu del espectador hacia un estado de euforia total. Cada una de las 15.000 personas que con dos meses de antelación agotaron las entradas para la presentación madrileña de The Suburbs persigue lo mismo. Todos saben lo que Arcade Fire ofrece en vivo. Lo conocen de primera mano por haber sentido el placer en sus carnes en anteriores visitas -lo de recordar en público a la mínima de cambio haber visto a la banda empieza ya a marcar diferencia cool con los advenedizos- o ansía sentirlo, harto de escuchárselo a los demás. Pero lo mejor de todo es que los canadienses responden a las expectativas. La experiencia de un directo suyo difícilmente defrauda a nadie. Vienen, vencen y convencen. Y al contrario de lo ocurrido con Primal Scream el día anterior en la sala Riviera (Bobby Guillespie y su troupe está en plena gira-resurección del clásico Screamdelica dejando a los fans k.o.) sin apelar a ninguna clase de nostalgia o viaje al pasado, sino con material fresco, demoledor y a la altura.

Hacía dos meses y medio desde que Arcade Fire estrenaran The Suburbs en Santiago dentro del MTV Day. Desde entonces el directo ya ha rodado los suficiente como para mostrar sus uñas. Sí, al segundo tema, Month Of May quedaba claro que Win y sus chicos habían vigorizado el sonido, haciéndolo más potente y agresivo, con muros de guitarras velvetianos y un empuje que en Santiago solo se vio por momentos. Así las cosas, no tardó el público en dejarse llevar por su bola de emoción que estalló ya en la primera regresión al pasado. Neighborhood #2 (Laika) impactó con sus cuerdas afiladas, pero No Cars Go llevó al infinito a la audiencia. Grandiosa y arrolladora, sonó a himno generacional flotando entre onomatopeyas, inglés de andar por casa y gritos de “eh!” expulsados como si de una grada de fútbol se tratase. Cualquier banda mataría por un final de concierto así. Con Arcade Fire, solo es el principio.

Con solo cuatro canciones quedaba claro que el recuerdo de Santiago terminaría superado por esta exhibición de poderío. Las canciones de la banda son esas inyecciones de vida que su público se mete al salir del trabajo, mini sinfonías que se escuchan en el Ipod a todo volumen caminando por la calle con el puño cerrado dentro del bolsillo. En directo han de sonar como si se tratase de la última vez, envueltas en saltos, manos arriba y sudor. Así ocurrió. Cierto es que el sonido, potente, con esos bombos y líneas de bajo que golpeaban en el estómago y hacían volar falló en algunos cortes (Spraw II, por ejemplo quedó entre capada y aroma a karaoke descompensado), pero hasta el momento previo de arrancar el bis el título de “mejor directo del momento” se lo ganaron a pulso. El repertorio fue idéntico que en Santiago, pero con algún cambio en el orden que, en general, favoreció una mejor secuenciación del show. Por ejemplo, Haiti surgió tempranera y deliciosa, Intervention se retasó al bis y la mentada Spraw II adelantó posiciones.

Lo que no varió fue el final, una locura trenzaba entre Neighborhood #3 y Rebelion (Lies). De nuevo, la intensidad marcó la diferencia. La primera fue una bomba de ritmo y guitarras con un suplemento de ruido francamente delicioso. La segunda se confirmó como el gran himno de la década pasada. Y, entre las dos, dejaron al pabellón totalmente exhausto… quizá demasiado. Momentos antes de arrancar este final Win Buttler se dirigió a la audiencia alabando a España y el carácter de los españoles. Dijo que le encantaba cuando cantaban “oe, oe, oe, oé, oe, oe, oe”, seguramente esperando en el espacio entre el bis se produjera algo igual. Y no sucedió.

Quizá por ello el bis quedó un poco deslucido. Por ello y por uno de los grandes problemas que Arcade Fire posee en la actualidad: su insistencia en interpretar Intervention, un corte fantástico en disco, pero que en directo no da la talla, ni logra recrear su ambiente catredalicio por muchas proyecciones de tubos de órganos que haya la pantalla. ¿Por qué no cambiarla por la maravillosa Oceans Of Noise o Neon Bible y así evitar el bajón que supone su aparición (máxime si es en un bis)? Por el resto, lo inesperado. Tras una hora y media rayando la perfección y precedida de una declaración de Win explicando que se trata de su tema favorito, Wake Up se desinfló. Rutinaria y sin vida, igual que un Satisfaction de lo Stones actuales, puso fin a un concierto que pedía el sobresaliente pero que esa recta final lo dejó en notable. Todo mientras los repetidores (había mucha, mucha gente que los había visto en Santiago) cogían del recuerdo la pieza del final de aquel para ensamblarla aquí y dejar en el corazón la sensación de haber asístido a una actuación perfecta. Quizá, en una tercera ocasión.
http://www.youtube.com/watch?v=CI8Hgvge_F4Apoteosis final con «Rebelion (Lies)»