Ruta 66 ha sido la mejor publicación de rock editada en España. Entre sus páginas muchos hemos descubierto a MC5, Galaxie 500 o Nick Drake y hemos leído los mejores textos en castellano de Led Zeppelin, The Supremes o Wilco. Pero, sobre todo, hemos aprendido a disfrutar de un algo muy especial que solo allí se daba y que ha sido (o debería ser) un modelo a seguir por los que hoy se dedican a escribir sobre música. Nos referimos a los análisis en profundidad de los artistas, elaborados con un tono literario, detallista y erudito, en los que el escriba se sumergía en la obra a tratar aprehendiendo sus entrañas, como si fuera el último estudio que se hiciera de él (es decir todo lo contrario a la mayoría de la prensa musical actual: superficial, de tendencia, olvidable). Esos textos siempre terminaban por ser la referencia “intelectual” a la que acudir sobre seguro, en esos tiempos en los que no existía Internet y la competencia (Rockdelux, Popular 1) no estaba a la altura y era de todo, menos fiable.
Gran parte de esta reverencia se debe a Ignacio Juliá, el co-director de la revista junto a Jaime Gonzalo, que en el verano de 2005 decidió publicar Pulp-Rock (Editorial Milenio), una imprescindible antología de algunos de los mejores artículos de la revista con su firma, junto alguna pieza de la fenecida Star. El recorrido es apabullante, toda una lección maestra de literatura rock en los que caben ensayos sobre todo tipo de artistas de Roy Orbison a Hank Williams, pasando por Giant Sand. Especialmente brillante resulta la disección del Dry de Pj Harvey (uno de esos textos que los lees y necesitas ir inmediatamente a la tienda de discos a hacerte con el disco), el trepidante relato de la obra de Lou Reed en la década de los setenta o la breve pero intensísima semblanza de Joy Division.
Aunque el grueso de los textos son rescates de artículos ya publicados con anterioridad, el volumen incluye hasta cuatro piezas inéditas sobre Fred Neil, Elvis Costello, Patti Smith y Phil Sector. Solo por la última, un excelente retrato psicológico y artístico del pequeño gran genio de la era pop que produjo Be My Baby, ya merece la adquisición. Por poner un ejemplo, así describe una producción de Spector: “Meteoros incandescentes cruzando el firmamento con fogosa urgencia, óperas pop de escasos minutos propulsadas por ciclópeas orquestaciones y arreglos masivos, música abusiva y rebosante de pasión que cambió el curso de la historia”.
El libro se completa con reflexiones del autor y una coda final de J de Los Planetas donde cuenta su idilio con el Ruta 66. Un broche final para una obra por la que no estaría mal que se pasasen todo aquellos escribas, que lamentablemente son cada vez más frecuentes, cuyas herramientas de trabajo son el google, la wikipedia, las escuchas apuradas en Myspace y el recorta y pega de textos ajenos, que a su vez copiaron previamente hojas promocionales.
Non mo tomes a mal, pero creo que no de «[…] todos aquellos escribas, que lamentablemente son cada vez más frecuentes […]», o «lamentablemente» sobra e moito: todas as persoas temos dereito a facer o que nos pete, e os que somos contemporáneos, mal que nos pese, contribuímos con cada acción nosa a que as cousas sexan, en todos os sentidos, como son. Sen ir máis lonxe, se non fose por Myspace (ou similares, que máis dá) non habería tanta e tanta música, polo que probablemente ti deixarías de escoitar (e seguramente reseñar) decenas, centos de discos… e que dicir dos festivais: está claro que non sería posible sen a inmediatez efervescente de internet. Non te confundas: eu sei a que te refires e estou contigo, porque a min tampouco me gusta tirarme horas e horas dándolle voltas a un nanosegundo de música –non precisamente á de Emilio José, xa me entendes– que seguramente se perderá para sempre con só saír ao aire libre para ver como hai moitísima xente que, a base de revival (eu diría rrrrrrrrrrrevival) e cancións feitas a salto de mata, realmente copiadas dos que xa copiaron aos que copiaron -digámoslo ya: si la sgae es mcdonals, el creative commons es burguer king… a mesma merda, e en todo caso é unha cuestión que nada tén que ver con música-, lle chegan moito máis aos oíntes. Polo tanto, sendo prácticos, e aínda que non me (¿nos?) guste, tanta xente non pode estar equivocada… se ben sempre queda o recurso do «tiempo al tiempo»…
🙂
«…ha sido… » «…algo muy especial que solo allí se daba…»
entiendo que la nueva etapa a colorines ya no te interesa, no?
Entiendes mal. La sigo religiosamente, pero es obvio que la época dorada del Ruta (entre 1989 y 1994, aproximadamente) es irrepetible.
Yo sigo comprando el Ruta, sigue siendo un placer llegar al kiosko y ver la portada de cada nuevo número con nombres como Dylan, Gun Club, Levon Helm, Dennis Wilson o Joe Strummer. No tengo my claro si la época dorada que acotas entre esos años, Javier, es realmente la gran época del Ruta por la calidad de sus textos o porque entre esos años había propuestas (de grupos en activo por entonces) más interesantes que ahora. No viví esa época como lector de la revista, pero si imagino un número de entonces, en cuanto a contenidos, seguro que no hay comparación posible con un número de febrero de 2008, por ejemplo.
Juliá es muy bueno, pero tal vez conecto más con el estilo de Jaime Gonzalo. Cuando mezcla la música con ciertos aspectos de su vida, es increíble lo que transmite. En ese sentido, fue muy especial la entrevista con Kevin Ayers de hace unos números.
(Y «Pulp Rock» es 100% recomendable, cierto)
Una pequeña crítica: llevo tiempo comprobando como el término «punk» se ha ido vaciando de contenido hasta el punto de que ahora ya sirve para referirse a Chimo Bayo, a Maradona, a Pajares o a lo que sea! «Lo que sea» incluye a Dylan, Jerry Lee Lewis o John Coltrane, artistas a quienes también he visto asociados con la dichosa palabra.
Un saludo!
C. respecto a lo que dices se dan dos cosas: efectivamente los artistas de aquel entonces (Pixies, Pavement, Sonic Youth, My Bloody Valentine, etc…) no tienen parangón con los de la actualidad, pero es que además los grandes de la historia del rock estaban sin tratar. Hoy en día no tiene sentido volver a escribir sobre Led Zeppelín si difícilmente se puede aportar algo más a lo ya escrito en su día en el Ruta 66 allá por 1990. Y así con todos.