La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Un puñado de singles y un álbum-resumen. Todos ellos, además, sin crear revuelo alguno. Esa es la herencia para el archivo de la música pop que han dejado The Sea Urchins. A mayores, una pequeña entrada en la Wikipedia, menciones aisladas entre los seguidores de Sarah Records (el sello que editó su minúscula discografía) y un número indeterminado de suspiros privados de fans que, al escucharlos, sienten el indescriptible placer furtivo que todavía genera ese indie británico de la segunda mitad de los ochenta.

Quien desee unirse a la cadena, tiene pululando por el ciberespacio Stardust, el disco que reúne lo mejor de este sexteto de West Bromwich. Editado en 1992, recopila todo el material anterior lanzado en flexi-discs y singles de vinilo. Y eso se traduce en una fantástica colección de canciones que reúnen fragilidad, desaliño y pequeñas estampidas pop. En este último apartado sobresale su hit particular Pristine Christine que, ya en 1987, avanzaba parte de ese sonido de arpegios cristalinos que luego explotarían los Stone Roses. En el mundo de los justos debería figurar en cualquier recopilatorio de “lo mejor de los ochenta” entre Emma’s House de Field Mice y Velocity Girl de Primal Scream.

Pero, contra lo que se pudiera pensar, The Sea Urchins no fueron un grupo-de-una-sola-canción. Es más, cuando rebajan el tempo se vuelven, si cabe, más interesantes. Su corta carrera se reboza en la pereza y la melancolía, en piezas parsimoniosas dueñas de una belleza muy particular. Comandados por James Roberts, cuyos bucles parecen sugerir un cruce entre Bob Dylan y Morrisey regado con una cucharadita de miel, el grupo dejó para la posteridad maravillas como Cling Film -velvetiana e hipnótica con su guitarra bizarra-, Please Rain Fall-afectada, haciendo equilibrios sobre lo cursi pero sin caer en él- o A Morning Odyssey -sublime, probablemente su mejor tema-.

Son apenas tres ejemplos de un repertorio cortísimo pero delicioso. Otra joya más de esa bisagra -finales de los ochenta, principios de los noventa- repleta de tesoros a reivindicar. Y, ojalá, a reeditar.

«Pristine Christine» en un montaje en el que se repasa la iconografía del grupo

«A Morning Odyssey» con la portada del single