La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Cocorosie
Auitorio de Expocoruña, A Coruña, 1-6-2010

Deconstrucción. No solo se emplea en las cartas de los restaurantes con pretensiones. También es una de las palabras estrella del léxico pop de la pasada década. Se aplica para esos grupos que se dedican a descomponer todos los elementos de la música, para luego volverlos a ensamblar, obteniendo por lo general algo nuevo. El dúo Cocorosie practica eso. En teoría parten del folk, lo trocean, se quedan con su esencia y, a partir de ahí, construyen sus canciones, pequeñas piezas de un estrabismo pop tan fantasioso como inquietante con el que llevan enamorando a sus fans desde el año 2003.

El martes trasladaron su particular universo en un -!sopresa!- abarrotado auditorio de Expocoruña. Eso es una extravagante mezcla de proyecciones de tiovivos e imágenes surrealistas, zigzageos entre la voz lírica de Sierra Casady y la aniñada de su hermana Bianca, capas blancas dándole un ambiente fantasmal, un constante baño de electrónica crujiente subida a lomos de pianos, la eficiente labor del beatboxer Tez creando ritmos con su garganta y, sobre todo, una sensación de irrealidad total.

Sí, durante la hora y media de concierto el recinto parecía permanecer ajeno al fluir del mundo. Desde que la flauta pastoral de Bianca en la inaugural RIP Burn Face se hiciese camino entre ritmos hiphoperos, cataratas de pianos y baterías quebradas, el idilio fue total. Y para los vírgenes en sus placeres en vivo toda una sorpresa. Porque Cocorosie, contra todo pronóstico, funcionan mucho mejor sobre el escenario que en disco. Sí, esas canciones que parecen cogidas con alfileres en sus grabaciones, las que muchas veces coquetean con la nadería, sobre las tablas se crecen y crecen como si pretendiera mostrar algo tan paradójico como la fortaleza de su fragilidad.

A los veinte minutos, cuando sonó K-Hole, un rescate de sus primeros tiempos, ya tenían a la audiencia comiendo de su mano. La mitad del auditorio que estaba sentada en el suelo se levantó. Una buena parte del público que pagó por localidad de butaca hizo lo mismo. El fin era integrarse en el buen rollo del grupo, que llegó a puntos como Hopscotch con las hermanas jugando a las palmas y pasando de un sonido años veinte al folk embadurnado de indietrónica ante la sonrisa tonta del personal. Pero, sin duda, quien arrasó fue Tez, que en su solo ya en el tramo final del concierto se metió al público totalmente en el bolsillo, justo antes de impulsar con su rítmica la preciosa Promise hasta el infinito.

En el bis afilaron lirismo en God Has A Voice, She Speaks Trough Me” y cerraron con un Trannie Power totalmente arrollador. Las buenas vibraciones que se podían respirar al final del recital confirmaban que la rareza cocorosiana no solo resiste el paso de la fase hype, sino que logra que un día tan gris como el del martes se convierta en un todo un arco iris por obra y gracia de su música.