La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Ryu Hankil, Roberto Mallo y Miguel Prado.
Extensión Fase del Festival Sinsal
Fundación Luis Seoane, A Coruña. 20-2-2010

En el 2006 uno de los geniecillos de la música electrónica, Mathew Herbert, editó Plat du jour. En ese disco Hebert tomó muestras de sonidos como el piar de miles de polluelos antes de ser sacrificados, diferentes tipos de agua cayendo en un vaso o el crepitar de un huevo en una sartén con aceite. Convenientemente sampleados e introducidos dentro de su discurso, tenían un fin: denunciar la globalización de la industria alimentaria. Eso sí, para coger el hilo de sus intenciones hacía falta poco menos que un manual de instrucciones.

Algo similar ocurre con Ryu Hankil, el músico coreano que dejó boquiabierto al público que
acudió a verlo el sábado en la Fundación Luis Seoane de A Coruña. Hankil construye su música con los desechos de la sociedad de consumo de un país, el suyo, obsesionado con la electrónica. Mientras que en Occidente los músicos buscan modelos de guitarras de los cincuenta, en Corea del Sur lo vintage son las radios de hace veinte años, los primeros despertadores electrónicos o los mecanismo vibratorios de los móviles. Esos son sus instrumentos. Con ellos elabora su música. Los de verdad (guitarra, bajo, batería, piano) resultan demasiado caros.

Impulsados por un ordenador portátil, los dispositivos de la miniorquesta de Hankil trenzaron
una hora de concierto con percusiones telegráficas, tenues cintas de ruido y nada, absolutamente nada melódico que echarse a la boca. Acompañado de los músicos coruñeses Roberto Mallo y Miguel Prado, que lo respaldaron con un saxo y una galería de artilugios (una cinta VHS, el motor de una batidora, un walkman) respectivamente, interpretaron la sinfonía de la cara b de la sociedad de consumo, la de ese cementerio de cacharritos inservibles que se acumulan sin posibilidad de reciclaje.

No, no había aquí, por tanto, asidero al que agarrarse. Ni ruidismo, ni música concreta, ni
posmodernidad. Hankil, Mallo y Prado se propusieron girar los tornillos de la caja del progreso y mostrar sus entrañas a la audiencia. Como cuando se abre y se ve por dentro un televisor o un ordenador, toda esa mezcla de polvo, cables, soldaduras y circuitos parecen decir algo. Pero nunca se sabe qué es lo que significa. Así de extraño, así de insólito, así de desconcertante.Igual que el recital del sábado.