La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Pimpinela son un género en sí mismo. Y punto. El dúo formado por Lucía Galán Cuervo, y su hermano Joaquín irrumpieron en la música popular en los primeros ochenta entremezclando pop y telenovela e inventaron un estilo único. Sus historias de cuernos, reproches, gritos, portazos y reconciliaciones han sido algo así como la amplificación colectiva de las pequeñas miserias doméstica del corazón, hasta el punto de que cuando alguien dice «esos parecen Pimpinela» no se necesitan más palabras para describir el estado de una pareja. Y eso, trascender de ese modo, más allá de la música, es convertirse en mito de la cultura popular. Sí, como Maradona, Chiquito de la Calzada o el bote de Colón. El maligno Joaquín (que toca esta noche en la sala Capitol de Santiago), se encarga de contestar las preguntas de esta entrevista publicada hoy en el suplemento Fugas

—Llevan 25 años retorciendo las pasiones del corazón. ¿Sus canciones podrían ser un análisis sociológico de cómo se han relacionado las mujeres y los hombres?

—Se puede ver así, sí. En las primeras canciones, de los años ochenta, el hombre de la canción era un personaje hispano, latino y un poco machista. Lucía le gritaba las cosas que las mujeres de la época no se atrevían a decirles a sus maridos. Han pasado 25 años de aquello y el cambio ha sido contundente. En el nuevo álbum, por ejemplo, hemos incluido una canción, Primero yo, donde se refleja claramente el sentimiento de la mujer hoy en día. Es decir, cosas como la igualdad o el desarrollo personal, más allá de ser madre de familia. Hoy esa pareja en la que el hombre gobernaba tiene otro contexto completamente diferente. Los dos hacen las mismas cosas y la mujer ocupa un lugar muy importante en lo social y lo económico. Esa evolución la recoge nuestro repertorio.

—¿Quienes son más infieles, los hombres o las mujeres?

—[risas] Pregunta difícil. Depende de la persona. La mujer, desde mi punto de vista, tiene una entrega mayor hacia lo que es una relación de pareja. Cuando una mujer se compromete afectivamente lucha hasta las últimas consecuencias porque la pareja salga para delante. Si se siente descuidada, si el hombre va a su rollo y no la respeta, la infidelidad puede aparecer, pero tanto de ella como de él.

—En Pimpinela el infiel casi siempre es usted.

—Sí, porque lo que hacemos Lucía y yo es un poco representar a un promedio de lo que es el colectivo general. Históricamente, el hombre es el que se ha sentido mayor libertad de tener una escapada por ahí, sin que eso interfiriera en su matrimonio. La mujer cuando engaña lo hace no solo con el cuerpo, sino con el corazón y con la cabeza. El hombre es más egoísta, más impune a esas cosas.

pimpinela

—¿Cuál ha sido su mayor logro como grupo?

—La idea, cuando nacimos, era hacer en la música pop algo distinto, juntando la vocación del teatro de Lucía con la mía por componer canciones. De algún modo queríamos lograr una marca, algo que se pudiera identificar. Creo que lo hemos conseguido. Ese ha sido nuestro mayor logro: hacer algo distinto, reconocible y que perdurase a través del tiempo mucho más allá de la moda.

—La demostración de eso, se ve en grupos como Camela, claramente inspirados en ustedes. ¿Se conocen?

—Sí, hemos escuchando su trabajo y sí que vemos que han tomado ese estilo nuestro de cantar charlando entre ellos pero en otro contexto musical.

—Han hecho una remezcla regatón de «Olvídame y pega la vuelta» y han grabado un tema con Miranda. ¿Les preocupa seguir siendo vigentes?

—Intentamos no quedarnos atrás. Lo de Miranda es un poco lo que sucedió con Camela en España. Salieron en Argentina como un grupo muy moderno y de culto. Nos parecieron una gente muy talentosa que, de algún modo, se habían inspirado en Pimpinela. Respecto a la pregunta, siempre hemos intentado modificar la forma, pero no la esencia, porque nosotros lo tenemos todo muy definido.

—Sus conciertos tienen una carga muy «telenovelesca». ¿En un momento dado el público toma partido por Lucía y van contra usted?

—Sí, eso ocurre mucho. Hay momentos en que las mujeres lloran y se enfadan. Nos pasó aquí en España. Las mujeres que le decían a Lucía: «!Pégale, pégale duro!». Ven en mí un poco al hombre que quisieran machacar.

—¿Proyectan en ustedes sus conflictos privados?

—Sí, es como una catarsis. Somos como una sesión de terapia para muchas mujeres, que se meten en la historia y, sin duda alguna, proyectan sus propios problemas a través de lo que nosotros cantamos. Eso es lo más divertido y eso es lo que vamos a mostrar en Santiago. Quien vaya a vernos podrá ver el teatro de su historia, porque lo que hacemos nosotros es dar vida a historias reales.

—¿Qué grupos le gustan que el público general pueda sorprenderse?

—No entiendo la pregunta.

—No sé, ¿le gusta el hip-hop? ¿la música electrónica? ¿el regatón?

—Ah sí. Me gusta Eminen o 50 Cent. Mi hijo es muy fan del hip-hop y me muestra muchas cosas. Me gusta mucho el rock, U2, me gusta Estopa, Calamaro, Serrat, Sabina. Soy muy ecléctico. Me gusta un buen tango, una buena copla española, me encanta la música étnica. Yo soy de la generación de los Beatles y cuando uno le gustan los Beatles ya luego tu cabeza se abre de tal manera que estás abierto a todo. Como oyente oigo mucho tipo de música.