La Voz de Galicia
Girando en círculos sobre la música pop
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Explicó alguna vez Antonio Vega que uno de sus pasatiempos favoritos llegaba al terminar el día, ya de madrugada. En ese momento le gustaba subir a la azotea solo. Allí, con un telescopio, se dedicaba a mirar durante horas y horas el manto celeste. Quizá, quién sabe, pensó alguna vez en cuál de esas estrellas terminaría él cuando llegase el momento de despegar, una vez que aquí ya no quedaba nada que hacer.

El momento llegó hoy. Y no por esperado resulta menos triste. Salvo alguna excepción (llegada de ese cinismo posmoderno que a ver cuando demonios pasa de moda), Antonio Vega era un respetadísimo compositor de esos sobre los que existe una unanimidad cuasi total. Pese a lo irregular de su trayectoria, la firma de Vega figura al lado de canciones como Cada uno con su razón, Una décima de segundo, El sitio de mi recreo, Lucha de gigantes , Elixir de juventud y un amplio etcétera que se hizo paso, sin empujones, entre lo mejor de la historia del pop en castellano.

Ahora, la prensa de todo signo y condición se convertirá en una catarata de letras hacia él. “El chico de ayer”. “Antonio, ya ha entrado el sitio de su recreo”. “Ese chico triste y solitario”. Todos los músicos querrán firmar una columna. Todos los periodistas desearán escribir sobre el último recuerdo asociado a una canción de Vega. Pero ninguno le hará justicia. Ninguno logrará esa precisión cuasi geométrica que su pluma tenía para encerrar en una metáfora ese particular amasijo de emoción: el de sentirte tan frágil y encogido que parezca que, de un momento a otro, te vayas a desarmar. Eso nadie lo ha hecho tan bien como él.

P.D: Un amigo me acaba de mandar un e-mail. Decía esto: » En fin…. Nos van a saturar… pero éste sí que lo valía…»