Antes compraba libros y luego los leía o no. Ahora los leo primero y después los compro. Es un modo extraño de tratarlos, pero las circunstancias de la vida me han conducido hasta ahí. Hablo de libros de manera habitual con unos cuantos amigos que saben lo que me gusta y van descubriéndolos por mí, porque entienden más, mucho más que yo, y se mueven con soltura entre el ingente número de novedades que salen cada año al mercado. Me dicen cuál es interesante y me lo suelen prestar. Lo leo —a veces lo dejo a medias o pocas páginas después del comienzo— y, si realmente me gusta, entonces lo compro. Si solo me interesa, me limito a devolverlo (aunque aún retengo, por ejemplo, el clásico electoral de este año: No pienses como un elefante, de Lakoff). Si me gusta mucho, compro dos o más ejemplares: uno de ellos para prestar. Este año he prestado y regalado mucho varios libros de Natalia Ginzburg (sobre todo, Las pequeñas virtudes), La carretera de Cormac McCarthy, El malestar de la democracia, de Víctor Pérez Díaz, y ya en el últimos mes, uno de John Fante: Llenos de vida, aunque este, como El largo viaje, de Bernard Moitessier, me lo regalaron. El de Pérez Díaz tampoco provenía del circuito habitual. Lo compré y llené de anotaciones a lápiz, un placer que no puedo permitirme con los prestados (decía Steiner que la lectura es un diálogo que requiere silencio y un lápiz). Con este procedimiento, ahorro tiempo y no dinero, porque compro más libros que antes. Pero invierto mejor.
Sobre estos libros:
A propósito del libro de Lakoff: Esquemas mentales
A propósito de La Carretera: Embarazadas, Bebés en el frigorífico
Sobre El malestar de la democracia: Recomendación enfática
Sobre Moitessier y El largo viaje: Buscar la fama, La metáfora del hermoso velero.
Historias de otros (una referencia a N. Ginzburg)
Este libro es de Paco.
Bueno, tú me haces de feria del libro a mi muchas veces así que no me puedo quejar de ese método de minimización del riesgo que has inventado…Los libros que te gustan de verdad hay que marcarlos, pintarlos, vivirlos…así que tienen que ser de uno o al menos a medias.
A mí me pasa algo parecido. Gastaba mucho dinero en libros de ingeniería y de programación, hasta que pensé “Con la preciosa bilioteca de la Universidad de La Coruña, ¿Quien quiere comprar libros?” Ahora sólo compro los “raros”, muy específicos y si son muy caros, los fotocopio. Otra versión es utilizar “la mulilla” y tenerlos en formato electrónico. Pero nada mejor que un libro de verdad, con una buena encuadernación. También me gusta tener los libros“clásicos” “. Algunos los vendí hace años (cosa que no vuelvo a hacer; es como vender a tu novia) y ahora los volveré a conseguir. En Amazon hay muchísimos libros que por aquí “ni se huelen”, todos en inglés y fantásticos. Estoy tentado a poner aquí un libro que deseo por si alguien se anima a regalármelo por mi cumplepleaños, el mes que viene, pero…en fin. Lo que os animo es a pasar con detenimiento por la feria del libro usado y de ocasión. El años pasado la Providencia hizo que me encontrase con mi primer libro de física universitaria, pero la edición del año 71. Una joya de la desaparecida editorial Aguilar. (En los jesuitas tenía la del 47, y estuve a punto de robarlo de la biblioteca. Menos mal que uno no es golfo del todo. Aquel libro era un diamante)
Rendíbel, si… pero nunca sintes a emoción case infantil -trémula tamén ás veces- de ter descuberto un pequeno tesouro.
Tú te lo pierdes.
Reconozco que puede ser un buen sistema el de Paco, pero yo por ahora prefiero comprarlos y regalar en vez de prestar. Cuando he extraviado alguno y necesité comprar otro, no fue lo mismo. Quizás el original me había acompañado en un viaje y la caligrafía de las anotaciones y la fecha que siempre anoto, me recuerdan mi estado de ánimo y una época de mi vida. Cuando los vuelvo a releer o repasar, un poco de todo eso vuelve a mi memoria, por eso son insustituíbles.
Fe de errores En mi post decía que la editorial Aguilar había desaparecido. Algo le pasó en los 80, como a Brugera, porque me quedé con la copla de que había desaparecido o quebrado. No suelo fijarme en las editoriales. Paco, como es periodista, sí. Mi preferida es Editorial Crítica, que es la que tiene los libros que más me interesan (Ensayo científico-filosófico). La próxima vez me aseguraré más antes de decir algo.
Un saludo
Me parece que tu método es estupendo. Es bueno para ti y para los que te rodean (sobre todo). Por cierto, con los libros prestados creo que tb puede uno permitirse ciertas «confianzas», son parte de los amigos. Yo suelo tomármelas… desde tardar en devolverlos, hacer pequeñas muescas en párrafos emocionantes o llenarlos de arenas… como le está pasando al último que me he prestado, (esta frase es casi imprnunciable «me he prestado», pero es así exactamente)…
A la hora de la lectura, no hay nada cómo tener un libro en las manos, pasar sus páginas, sentir la textura, el olor, el peso (así sea ligero), y el contenido en letra impresa que podría percibirse de acuerdo a otros elementos variantes: interés en el contenido, estado emocional, incluso la iluminación y ambiente que rodea al lector.
Las veces que he prestado libros, me he sorprendido cuando me los han devuelto, por eso cuando los presto, los considero regalados, para no esperarlos.
Quizá un día de estos aplique el método de Paco: si se que voy a comprar un buen libro, comprar al menos dos ejemplares más del mismo.
Aunque los libros electrónicos (e-books) cada vez sean más populares y prácticos para algunos, no hay cómo tener un libro en las manos.
Suelo comprar libros para regalar y para uso personal. Cuando viene un amigo a casa y lleva un libro le hago una ficha para no perder al libro y al amigo (suele llevar la fecha de salida y al devolverlo le pongo la fecha de devolución).
He llegado a tener cerca de 50 prestados, lo cual quiere decir que la gente lee, pero de prestado.
Es una buena forma de difunduir la cultura. Antes regalaba porcelana típica, pero es que dice tan poco que me decanté por los libros.
Ander: esa fue una gran dedicatoria. Muchas gracias. No pienso prestar ese libro («Los sótanos del mundo»), pero ya he regalado unos cuantos ejemplares de «Plomo en los bolsillos». En cuanto termine el de los sóitanos y consiga algún ejemplar más, empezaré a regalarlo.
Ya veo que no compartís mi sistema, pero porque casi todos formáis parte de él y lo sufrís 🙂
Mi querido profesor, me da envidia la gente que, como tu, es capaz de leer con un lápiz en la mano. Muchas veces los libros me sugieren cosas pero soy incapaz de escribir en ellos. Durante años he sido una auténtica maniática de los libros. De «mis» libros. No los he prestado porque odiaba esa costumbre que tiene mucha gente de devolverlos manchados, escritos o sucios. Esto en el mejor de los casos, porque siempre hay alguien que no los devuelven.
Desgraciadamente, la casa que comparto con mi hijo tiene cuarenta y cinco metros cuadrados, en los que tenemos que acumular mis libros, sus juguetes, sus libros, nuestras cosas…. En fin. Desde hace unos pocos años, he vuelto a prestar libros porque prefiero que estén circulando que amontonados de mala manera en los rincones más inverosímiles de mi casa.