Supe de Bernard Moitessier el jueves, almorzando con Manuel Iglesias, el sorprendente dueño de la no menos sorprendente Galopín: la mayor fabricante de parques infantiles de Europa, que se esconde en Cerceda. Manu me contó quién fue Moitessier, el francés nacido en Hanoi que se convirtió en una leyenda entre los navegantes, raza a la que pertenece el propio Manu y de la que le gusta hablar.
En 1968 Moitissier encabezaba una regata de solitarios que pretendían dar la primera vuelta al mundo sin escalas. Iba por delante y se lo advirtieron. Poco después, valiéndose de un tirachinas, lanzó a un carguero que pasaba un mensaje embutido en un carrete fotográfico: no volvía a Inglaterra, abandonaba la regata, continuaba navegando. Parece que los periodistas que le esperaban y muchas otras personas se sorprendieron con semejante decisión. Él podría haber respondido con aquellos versos de Pessoa que parafraseaban otros más antiguos: «Navegar é preciso, viver nao é preciso». Moitessier no se había embarcado en una aventura tan peligrosa en busca de unas fotos en la prensa, de cuatro programas de televisión o de una fama efímera, sino porque quería navegar. ¡Qué se habrían creído aquellos!. Y siguió hasta completar dos tercios más de una segunda vuelta al mundo sin escalas y sin reaprovisionarse, algo que nadie se explica todavía.
Narró aquella aventura a bordo del Joshua en un libro que, según me dicen, se ha convertido en un clásico: El largo viaje. Murió en 1994 y ahora vive en una leyenda eterna, en la imaginación y en las historias de todos los navegantes del mundo. Quizá porque renunció expresamente a la gloria efímera y tonta, tan en boga hoy. La verdadera fama acaso solo se deje encontrar por quienes detestan la otra, y hacen lo que tienen que hacer, sin pensar en aplausos ni en silbidos.
Siempre me fascina este estilo tuyo, esta capacidad para envolvernos, para llevarnos de lo concreto a lo absoluto, de lo cotidiano a lo permanente: de un almuerzo al mar, del mar a la verdadera fama, de la verdadera fama al respeto por uno mismo y nuestro quehacer…
A veces se diría que son parábolas. De hecho en más de una ocasión las he utilizado para ilustrar un consejo a mi hija.
Si te gusta la navegación, el mar visto desde dentro de sí mismo, te das cuenta hasta qué punto se puede convertir en lo único, en lo importante, casi en una adicción. Esa paz…¿cómo romperla por un poco de fama?
Una vez que se reconoce y se empieza a navegar, volar o galopar en dirección hacia la invisibilidad física pero fructífera, la riqueza interna adquirida durante el trayecto hace que los placeres mundanos sean menos necesarios.
Persigue honor y no honores. Cualquier otro es un vano empeño. Ya en Goa Camoens decía: Casi siempre la fama llega demasiado tarde. Acertó de pleno y murió pobre y enfermo. El poder es efímero como lo fue para el viejo coronel de García Marquez que acabó quemando boñigas para calentarse. Los románticos retrataban una pareja de novios ante un monasterio o un castillo en ruinas retomado por la naturaleza. De aquel marchito esplendor se desprendía un mensaje: Toda obra humana es efímera.
Como lo es la fugaz floración de los cerezos que celebran los japoneses imbuidos por la tradición y el fervor Zen.
Los emperadores romanos cuando hacían su entrada triunfal en su cuadriga además de su auriga, se hacían acompañar por un leal que al tiempo que soportaba su corona de laurel sobre su cabeza aprovechaba, para susurrarle al oído>: Recuerda que no eres un Dios
Un escritor debe tener la máxima ambición y saber que lo importante no es la fama o el ser escritor sino escribir.
-Dice Vila-Matas, en un artículo, Escribir es dejar
de ser escritor (http://www.barcelonareview.com/23/s_escribir.htm)-
Coincido con Towanda en que casi todos los artículos de Paco parecen parábolas o algo así.
La aventura de Moitessier debió ser impresionante.
Tras leer el texto me han venido a la cabeza dos cuestiones.
Primero, me parece interesante la necesidad de comunicar que tenemos los seres humanos. Después de su travesía, este enamorado del mar escribió un libro. Seguramente porque sintió la necesidad de narrar, y de compartir, aquella solitaria navegación.
En segundo lugar pienso en aquellos famosos de verdad que saben convivir con la fama y no dejan que les devore. Eso me parece muy meritorio. Es como compartir habitación con un león hambriento y conseguir que no te coma. Creo ser famoso acaba convirtiéndose en una carga muy pesada. Estar en los medios de comunicación, en boca de todos el mundo, un día y otro día, y otro…ufff…eso debe ser pura droga para la vanidad. Una auténtica adicción. Por eso, aquellas personas que logran mantener su integridad en esa situación me parece que tienen bastante mérito.
Un saludo
Mikel
Eu coñecín a un -non lenda nen afamado, só navegante- hai bastantes anos, belga, cincuentón xa e prexubilado, que tiña todo tan resolto ata o día da súa morte que non o puido soportar e resolveu navegar. Tiña o seu catamarán atracado no Náutico de Vigo e dende alí pretendía cruzar o Atlántico ata Brasil. Era un tipo máis ben serio, non moi falador, frugal diría eu, pero cunha chispa que saltou dúas ou tres veces no tempo que falamos no seu barco, do que saín como unha pata mareada -eu son de terra firme-.
Gústame pensar nesa xente cando as cousas cotiás afogan, esas cousas que acaban sendo tan parvas cando pasan, pero que abafan a unha mentres non se resolven.
Que son eses vasos de auga ao lado do mar?
Y esta hermosa frase de marc Chagall: «No necesito reconocimiento, si no ser sólo un artesano silencioso como usted; así como mis cuadros colgados, me gustaría suspenderme a mi mismo, en su calle, cerca de usted, en su casa. ¡Permítame!»
Me gustan las dos frases que transcribe J. Me disgusta, sin embargo, la que suelen atribuir a García Márquez: «Escribo para que me quieran». El que escribe para que le quieran termina por decir lo que los demás quieren escuchar. Hay un buen relato de Asimov sobre los efectos de semejante actitud.
Muchas gracias, Prometeo. Tenemos que hablar más y más.
Y a todos
Plutarco tenía razón, tanta como Pessoa, Reis, Caeiro o como el propio Moitissier.
¿Fama?
¡Ja! Eso para los que se decican a vivir.
Saludos.
describe Iamblico: «Hay (pensadores) poseídos por el deseo de riquezas y lujo; otros, por el amor de poder y dominio, o por una loca ambición de gloria. Pero los más puros y de carácter más genuino son aquellos que se dedican a la contemplación de lo bello en las cosas, y es por eso por lo que sólo estos pueden ser llamados filósofos.» (Libro 12)