La Voz de Galicia
Aprendiz de madre
El blog de la crianza y la conciliación
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Este año me apetece poco celebrar la Navidad pero si tienes en casa a una niña de 2 años y medio que es fan de Los Reyes Magos, Papa Noel y el reno Rodolfo, es imposible ignorar la algarabía navideña. Así que contra todo pronóstico me he sorprendido cantando Adestes fideles en varias ocasiones. Mi pequeño torbellino no para en todo el día. La ilusión es tanta que desde hace tres semanas los cuentos, las canciones, los juegos y hasta los berrinches, giran en torno a la Navidad.

Lo de los regalos es un capítulo aparte. Asigné un día específico para realizar las consagradas compras, así que trepamos al coche a la pequeña Jingle Bells y allá nos fuimos, porque el domingo, salvo que me toque guardia laboral, ella y yo no nos separamos ni por confusión. Cinco horas viendo, probando y comparando juguetes en tres centros comerciales, fue realmente agotador y más con la peque a cuestas. Menos mal que aún es fácil despistarla y no se daba cuenta de que yo iba metiendo todo lo que llamara medianamente su atención en un carrito camuflajeado para poder decidir después. Ella nos lo puso fácil puesto que el día que le tocó «escribir» la carta para llevársela al cartero real, la peque pronunciaba su misiva en voz alta mientras dibujaba unos garabatos sobre un papel. No sé si es la lista definitiva porque hace dos meses que la está preparando y la cambia casi a diario, pero la carta le quedó preciosa. La decoró con el dibujo de un sol y de un Papá Noel, cosa que igual a los Reyes no les hace mucha gracia pero se tienen que aguantar, que la competencia es mucha y la crisis no está como para ofenderse.

El festival navideño de la guarde también la tiene emocionada, aunque la pilló en medio de un catarro con tos y fiebre. Disfruta tanto tocando su pandereta que, con todo y mocos, Montse ensaya incluso los días que no va al cole. Me ha dicho que me tiene una sorpresa y que la canción me va a gustar. Yo no tengo la menor duda, verla cantar y sonreír son cosas que aderezan cotidianamente mi vida. Mañana será el gran día para ella y sus compis del colegio, que podrán cantar frente a los embobados padres esa secreta canción que han preparado durante semanas.

En el fondo solo deseo que todo esto pase pronto y que el 2010  quede atrás. Pero mientras llega el esperado 1 de enero, seguiré secundando las locuras navideñas de la niña, que para eso soy su madre. Felices fiestas.