Más detalles sobre el estudio que citaba en la entrada anterior con este mismo título: Liberadas e infelices.
«La escurridiza felicidad de las mujeres
En las últimas décadas, el progreso de las mujeres en Occidente ha sido enorme. Aunque no todo es perfecto, se han ganado batallas importantes por la igualdad de oportunidades en la educación, la incorporación al mundo laboral y muchas otras libertades. Ahora bien, este giro no está exento de contradicciones. Un estudio reciente revela que los nuevos logros no han hecho que las mujeres se sientan más felices. Las autoras del estudio “The Paradox of Declinig Female Happiness” son dos economistas de la Wharton School (University of Pennsylvania), Betsey Stevenson y Justin Wolfers.
Para medir el grado de felicidad de las mujeres, Stevenson y Wolfers han recurrido a numerosas encuestas realizadas en Estados Unidos y en Europa. Entre las más citadas están la General Social Survey y el Eurobarómetro. Todas, cada una a su modo, plantean el problema con preguntas directas: “¿Se considera usted muy satisfecha, ligeramente satisfecha, algo descontenta o muy descontenta… con su trabajo, su familia, su situación financiera, etc.?”
Yo no veo qué problema hay con la felicidad de las mujeres. Los logros sociales han sido muy importantes. Hasta hace no mucho, aunque la mujer trabajase, no podía pedir un crédito al banco sin el consentimiento de su marido. Que a lo mejor no fue la «liberación» que lasfeministas de los 60-70 se imaginaron? Posiblemente, pero tampoco esta es una época especialmente fácil para el hombre. Lo que sí puedo destacar es que muchos de ellos se han tomado estos avances como una amenaza en lugar de una oportunidad. Muchos de los malos tratos, aparte de gente desequilibrada, viene por una educación bastante cerrada en el aspecto del comportamiento.
El problema puede estar en que la felicidad de las mujeres -como la de los hombres- es algo que ningún ordenamiento social puede garantizar y que, por tanto, nadie debería prometer como si estuviera en su mano concederlo. La equiparación legal de hombres y mujeres es una demanda muy justa desde el punto de vista legal -que es el que interesa a la ley- pero, curiosamente, engendra nuevas frustraciones tanto a los hombres como a las mujeres. También se ha ensayado la «discriminación positiva» a favor de las mujeres. En algunos casos puede ser justa esa estrategia de la ingeniería social, pero tampoco garantiza nada. El problema puede estar en que la ingeniería -utilísima- no hace felices a los hombres si falta la prudencia. El Evangelio y los Papas que se han ocupado del asunto lo dicen mejor -mucho mejor- que yo, por supuesto.
El equiparamiento legal me parece fundamnental. Luego hay que colocar a la gente según su valía (no por su sexo). Si hubiese la valentía de implantar un sistema completamente LIBERAL, no harían falta ni Evangelios, ni papas ni cuentos. Por cierto, aunque lo justifique la eclesiología, no veo nada de malo en la ordenación de mujeres sacerdote. Total, como no voy a misa, ¡¡me da igual!! 😉
Bueno, discrepamos. Pero solamente en algunas cosas. Lo que a usted le parece fundamental a mí me parece justo. Usted cree que hay que colocar a la gente por su valía y yo creo -sin ser especialmente liberal- que la gente se gana la vida y se coloca sola y a pesar de los liberales de hoy. Usted cree que un sistema liberal haría innecesario el evangelio -que para usted es un cuento- y yo, fíjese usted, creo que el liberalismo se quedaría sin fundamento -y los liberales sin argumentos- si faltase la convicción fundamental delevangelio. Usted cree en el sistema -liberal- y yo sospecho que es usted un liberal muy raro. Podemos coincidir en un millón de cosas. Lamento discrepar en estas pocas.
Perdone usted, se me olvidó poner el muñequito que subraya la simpatía con la que se dicen las cosas antipáticas 🙂
Cierto, soy un liberal muy «raro» 🙂 Cuando me refería a lo de «cuentos», no es que el Evangelio me lo parezca, sino que no hay, desde mi punto de vista, que irse tan lejos para justificar la igualdad de oportunidades según valía (Ahora reconsidere la palabra «cuento» en este contexto). Le diré más, mis amigos REALMENTE LIBERALES a mí me llaman «socialista» porque creo en la redistribución de la riqueza (cuando esta toma niveles insultatantes commo el fichaje de Cristiano Ronaldo) y creo que no todo el mundo está en capacidad de competir en igualdad. Y esto no va por las mujeres. No sienta discrepar; es bueno si se hace con educación y no se criminaliza a nadie por unas opiniones más o menos atinadas. El mundo es muy complejo para reducirlo a un solo sistema, sin embargo creo que ninguno que no se fundamente en la libertad será del todo justo. Y el liberalismo es el menos malo de los que conozco. (Ojo, no confunda liberalismo con mercantilismo)
A veces tras estos estudios me pregunto si no hay la intención de llegar a la conclusión «Veis, así os pasa, por quered ser libres (y haceros cargo de vuestras decisiones, y no vuestro marido)»