La Voz de Galicia
Aprendiz de madre
El blog de la crianza y la conciliación
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Decía ayer Sarkozy ante un nutrido grupo de mujeres que la lactancia materna facilita la vida de los hombres «porque supone no tener que dar el biberón». No es precisamente el motivo más generoso que he escuchado pero creo que cualquier excusa es buena para fomentar la alimentación más natural que existe. Lo que sí me sorprendió fue el morro del presidente francés al declarar que «por solidaridad» le echa un ojo a la niña por las noches «si es necesario».

Nicolás y Carla son padres de una recién nacida de apenas un mes. Giulia se llama la pequeñaja. Y cualquier mujer que pueda presumir de haber pasado por el paritorio sabe y comprende lo complicada que es esta primera etapa de la maternidad. Así que cuando un hombre, por muy presidente que sea, asegura que se solidariza con su mujer en el cuidado de los hijos, me suena a mí que lo hace más como una obligación contraída in sólidum (que dice la RAE), que por convicción y vocación paterna.

Claro que no estoy yo por la labor de juzgar el papel de padre de Sarkozy, pero me choca que parezca que nos están haciendo un favor. Y lo peor es que muchas mujeres están convencidas de que educar y criar un hijo compete exclusivamente a las féminas. Ese concepto prehistórico de las obligaciones familiares está más que obsoleto. Admito que cada vez existen más hombres que aportan mucho más que esperma en las cuestiones de la maternidad, pero aún queda mucho por hacer.

Alguna vez en un café una amiga me confesaba lo harta y cansada que estaba de pasar las noches cuidando de su hijo de 4 meses. «Y lo peor», decía, «es que después de estar despierta durante horas en la habitación del niño evitando que haga ruido para que mi esposo descanse, aún tengo que levantarme a hacerle el desayuno».  Esos ataques de consideración hacia el «proveedor de la familia» me parecen excesivos. Entiendo que tengan que madrugar para ir a trabajar, pero eso no los exime de su responsabilidad paterna y marital. ¿Cuántas mujeres no pasan la noche en vela intentando luchar contra los 38,5 grados del termómetro que acaban de ponerle al niño, y después disfrazan el cansancio bajo una capa de maquillaje para irse a trabajar?

Ya podrían ellos sacrificarse un poco por el bienestar no solo de las madres y los hijos, sino de la familia en sí. Y no solo por solidaridad, que también, sino por compromiso y por lealtad. Un poquito de por favor.