La Voz de Galicia

Los grandes místicos, santa Teresa, san Juan de la Cruz, fueron personas muy activas y levantaron grandes obras, también literarias. Lo hacían, sin embargo, desde la quietud que produce la cercanía a Dios, la intimidad con él. Y por eso inspiraban paz, serenidad. Los nuevos místicos piensan que lo importante consiste en que la gente vote lo correcto, porque si lo hicieran, tendríamos unos gobernantes adecuados, y teniéndolos, como por ensalmo, todos los problemas se resolverían. Esta mística política siempre ha estado presente en la ingenuidad juvenil, pero en nuestros días ha desbordado ese ámbito, quizá por incomparecencia de la mística auténtica. Los grandes místicos, tan realistas, no creían en esos milagros.

La gran diferencia entre los verdaderos y los falsos místicos radica en que unos pretenden que las personas sean virtuosas, de modo que la sociedad termine mejorando algo, y los otros prefieren imponer desde arriba un modelo social … Seguir leyendo

Arte y política

Nos vendría bien leer a los clásicos para entender mejor nuestro barullo político, pero no los leemos o los leemos cada vez menos. Los festejamos como mucho y no cuanto debiéramos. El mes pasado se cumplió el cuarto centenario de dos gigantes: Cervantes y Shakespeare. Por diversas circunstancias, también políticas e industriales en las que ahora no puedo pararme, Cervantes está siendo peor recordado que Shakespeare. Ambos nos ayudarían a entender qué nos pasa, precisamente porque ninguno de los dos quiso ser partidista.

Es clásico, por definición, alguien cuya obra habla a la cabeza y al corazón de cualquier persona en cualquier tiempo y de cualquier lugar. La marca del clásico se resume en la palabra universalidad. Adquieren tal condición porque no se apegan a lo pasajero, a lo que está de moda, ni ponen su arte al servicio de ninguna ideología. Llegan a la universalidad porque tocan el … Seguir leyendo

Soledad

Me

dolió mucho su cara aquel día. Acababa de recibir una de esas llamadas telefónicas. Se notaba que deseaba hacer el favor, pero las ganas se le convirtieron en enfado. «¡Claro, y ahora tengo que arreglarlo yo!». Querían que no diera una noticia. Pedirle a un editor de periódicos que calle una noticia es una barbaridad. «Si no doy la noticia del niño que se la pega en el coche a las tantas de la madrugada (me explicó, además, las circunstancias), ¿cómo voy a publicar que un camionero que va ya cansado haciendo su ruta se estrella contra una casa?». Es una anécdota pequeña, pero en su día funcionó como un fogonazo: entendí de pronto cómo es un verdadero editor, alguien que vive donde su periódico se publica, padece con cada noticia y asume en sus carnes las consecuencias de publicarlas. Entendí por qué se queja de soledad.

Esas llamadas … Seguir leyendo

¡Al sótano!

Siendo un párvulo de segundo año, estaba tan tranquilo en mi pupitre y de pronto se abrió la puerta con mucho estruendo y apareció mi hermano llorando. Venía en mi busca, perseguido por una profesora, porque una avioneta había hecho un vuelo rasante sobre el colegio nacional en el que estudiábamos y Luis pensó que se avecinaba un bombardeo y quería morir conmigo. Mientras me abrazaba, la profesora que lo había perseguido sin éxito por el pasillo comentó: «A saber lo que le cuentan al niño en casa». Me sentí muy culpable. Por entonces, padecía obsesión con la guerra y, muy especialmente, con los bombardeos, materia frecuente de mis pesadillas nocturnas, y ya de día, tendía a dibujar aviones lanzando toda clase de munición sobre barcos y ciudades. Eso era lo que le enseñaban a mi hermano en casa y se lo enseñaba yo.

Aunque ya no sufro tales pesadillas … Seguir leyendo

Robar o no robar

El

relato periodístico de lo que han hecho durante años Ausbanc, supuesta protectora de los usuarios bancarios, y Manos Limpias, supuesta defensora de la justicia, me ha recordado un cuento y lo he releído. Porque en estos asuntos, como en el cuento, parece que todo el mundo sabía. Todos estaban al tanto y hubiera sido imposible semejante actividad chantajista sin la anuencia de otros que, quizá, operaban con criterios oscuros que los convertían en presa fácil. Dibuja una figura negra de nuestra sociedad en la que, por cierto, apenas comparecen los políticos. Si acaso, por omisión: porque seguro que también ellos sabían. Pero ni Ausbanc ni Manos Limpias ni las decenas de fregados comparables que se han ido descubriendo en los últimos meses -papeles de Panamá aparte- aparecen protagonizados por políticos. El problema con la corrupción no es un problema de corrupción política, sino de corrupción social, intestina.

En su … Seguir leyendo