La Voz de Galicia

Idealistas

rios artículos intentan explicar esta semana por qué el yihadismo exhibe la asombrosa capacidad de entusiasmar y reclutar a miles de jóvenes occidentales, musulmanes en su mayoría, pero también algunos conversos. Matanzas y decapitaciones, secuestros y torturas, todo el despliegue de crueldad sobre el terreno y en Internet atraen con fuerza a unos chavales y chavalas que, teóricamente, viven en una sociedad más humana y avanzada, más compasiva. Los articulistas se preguntan cómo es posible: por qué estos chicos prefieren la brutalidad al refinamiento de la cultura occidental.

La respuesta fácil, que se trata de menores con poco entendimiento y fáciles para las demoníacos encantos de la propaganda yihadista, no se sostiene: parece que en su mayoría responden a perfiles de carácter y capacidad por encima de la media. Simplemente, han optado por la subcultura más cercana entre las muchas subculturas nihilistas que abrazan sus iguales, también en Internet.

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Democracia menguante

Una vez le preguntaron a Gandhi qué pensaba de la civilización occidental. Respondió: «¿Civilización occidental? Sería una buena idea». Hoy no resulta tan gracioso. Hemos pasado de un tiempo en el que Estados Unidos parecía poder arreglarlo todo a otro en que nadie quiere arreglar nada. Un tiempo sin coraje. Da igual que Putin se coma a bocados Ucrania saltándose a la torera todas las leyes internacionales o que Boko Haram y el Estado Islámico degüellen de uno en uno, de quince en quince o que martiricen a miles de cristianos en Nigeria o en Irak; da igual que Turquía vuelva a la condición de régimen autoritario, que el Egipto actual sea peor que el de Mubarak o que Maduro detenga porque le da la gana a sus opositores políticos. Sin contar, por supuesto, las barbaridades del régimen chino. ¿Cómo responden Estados Unidos y Europa? Con enérgicas protestitas perfectamente medidas … Seguir leyendo

San Valentín

No pensaba farfullar ni media línea sobre las sombras esas del tal Grey. Primero, porque no escribo sobre libros que no he leído (y en este caso) ni leeré. Segundo, porque tampoco escribo sobre películas que no he visto (y en este caso) ni veré. Y tercero, porque la crítica negativa no impidió, sino que más bien disparó las ventas millonarias de esos libros y las preventas increíbles de la película. Si, pese a lo dicho, llevo ya todo un párrafo, culpen al miedo. Eso es: escribo por miedo.

No me asusta la vulgaridad, que me parece poco menos que inevitable. Ni me asusta que hurgar en ella se haya convertido en uno de los negocios más rentables del planeta. Me asusta que la vulgaridad se haya extendido tanto que ya no se la reconozca como tal, y que los más jóvenes piensen que se trata de un estándar digno … Seguir leyendo

Otro modelo

Da igual que las carreras se estructuren en tres o veinte años, porque la Universidad está muerta. No solo en España. Pero aquí, además, se comporta como un agujero negro que succiona, para nada, ingentes recursos. Eso sí, preferiría que Wert no enredara con tonterías y, si quiere hacer algo valioso, que empiece por replantear el modelo entero: el que sustituirá la Universidad dentro de unos años.

La Universidad ha perdido el norte tanto en sus contenidos como en su estilo. En los contenidos, porque ha abandonado las humanidades y la ciencia (la teoría) en favor de la mera técnica (la práctica), de modo que se ha convertido en una especie de formación profesional de menos calidad que la auténtica formación profesional. En el estilo, porque se ha politizado: lo que prima, entre los profesores, no es la discusión educada en torno al conocimiento o la verdad, sino el control … Seguir leyendo