Unos meses atrás me llamaba un hombre bueno. Somos muy amigos, pero llevamos unas semanas sin conseguir encontrarnos. Él anda muy ocupado en estos tiempos de crisis. Le va bien y los demás lo saben. Muchos acuden en busca de su ayuda. Recibe gente sin parar, porque dice que no quiere esconderse. Hace lo que puede: echa una mano aquí, otra allá. Está socorriendo a personas muy variadas –siempre lo ha hecho–, pero no consigue dejar de pensar en aquellas por las que nada logra hacer. Me dice que se siente como en un naufragio y me cuenta una historia.
Cerca de Sálvora, en la bocana de la Ría de Arousa, el buque correo Santa Isabel se partió en tres la noche del dos de enero de 1921. Murieron ahogadas doscientas trece personas. Pero se salvaron cincuenta y ocho, porque tres mujeres de la isla se hicieron a la mar en una dorna y los arrancaron del agua remolcándolos en cuatro penosísimos viajes. Se las llamó “Las heroínas de Sálvora”, pero sus verdaderos nombres eran Josefa Parada, de 25 años, Cipriana Oujo, de 16 y María Fernández Oujo, de 14. Fueron objeto de homenajes, distinciones, colectas -algunas nunca llegaron a sus manos- y también de mil calumnias. Una de ellas nunca quiso hablar de aquella noche. Le preguntaban sus hijos, primero, y luego sus nietos. Pero ella insistía en un silencio que sólo llegó a quebrarse en el lecho de muerte.
La pobre señora no conseguía recordar a las personas que salvó aquella noche, sino los rostros y las manos de los otros, de los que murieron. Algunos pretendían subirse a la dorna y llegaron incluso a romper el tolete. Tuvieron que golpearles con los remos en los nudillos, para evitar poner en peligro a todos.
Por eso le dolían tanto los recuerdos de aquella noche, por eso no quería evocarlos: porque en aquellas imágenes nocturnas no se veía salvando gente, sino machacando manos desesperadas.
(Este texto es una versión reducida de la columna que publiqué en la revista Nuestro Tiempo del pasado noviembre)
Sobre el vapor Santa Isabel y el naufragio (en castellano)
Sobre el naufragio (en gallego)
La foto, muy difundida, procede de aquí
Me impactó aquella historia. La releo a menudo. Me gusta mucho.
No la conocía. Me alegro de que la hayas sacado. Tenía la impresión de que nuestras abuelas eran mejores, verdaders heroínas, en lo cotidiano y en lo excepcional. Me alegra saber que la inocencia de la infacia no nos equivocaba.
Nuestras miradas de niños eran más verdaderas que nuestras expertas, tituladas y deformadas lentes de hoy.
Las cosas han cambiado mucho en apenas 100 años, y la “heroína” pasada no tiene que ver con la presente. Desgraciadamente, la actual mata en vez de salvar vidas. El mundo está al revés o eso me parece. Como vemos todo ha cambiado, hasta el significado de las palabras. Pronto las flores saldrán a la vez que los Reyes Magos y la nieve cubrirá nuestras playas en los fríos meses de verano.
Menos mal que en medio de todo este ruido hay gente como tu amigo, que supongo que también es el mío. Ese que fue castigado por su bondad al robar el fuego de los dioses y entregárselo a los humanos para que así pudieran calentarse.
El también me ha contado la historia.
Un abrazo Paco.
Lo peor no es la tragedia. La causa y la solución no esta en nuestra mano. El hombre de campo solo se acerca a la felicidad geórgica cuando se abandona al estoicismo. Un fenómeno meteorológico destruye sus cosechas y lo mejor que puede hacer es volver a sembrar. La gente de mar lo vive con mayor intensidad por ser más vulnerables ante un elemento natural tan poderoso como es mar, quizás por eso, por sentirse una brizna de hierba en manos del fiero y azaroso embate, llama a sus aparejos: artes o suertes y no pierde el tiempo tratando de explicar la tragedia, simplemente se encomienda a Dios y entierra sus muertos si el mar se los entrega.
Los ciclos económicos siguen los de la naturaleza observó Kondratief que antes de ser eminente economista, aprendió a entender el mundo en su aldea natal. Cíclicamente el hombre se enfrenta a grandes desafíos y como en los temporales, allí es donde se crece y recaba fuerza sobrehumana llegando incluso al heroísmo y al martirio. Sin embargo el ser humano que es capaz de insensibilizarse ante el dolor físico, no soporta tener que decidir quien ha de vivir y quien no. Mas dura que el temporal, el frió y las grotescas caras de los muertos, es la mirada que implora compasión a quien tiene en su mano salvar la vida de solo unos pocos. Dicen que las mujeres no tendrían más hijos si la naturaleza no diluyera en su memoria el dolor de parir. Aquellas mujeres de Salvora, nunca olvidaron, porque el dolor anímico de aquella noche, fue el de tener que decidir que vidas continuarían, que caras de aquellas se casarían, tendrían hijos, o aparecerían al cabo de los años en los viejos retratos como amigos tuyos,.. y cuales otras miradas habrían de acabar allí, abandonadas a su suerte en medio de la gélida y oscura inmensidad oceánica.
Siempre las mujeres… Solas… enfrentándose al dolor. Y es verdad que sólo la ancianidad, con toda la dosis de indulgencia que conlleva, les otorga su absolución.
La historia de las heroínas es d poner los bellos de punta. Gracias a Dios hoy existen otras heroínas -y héroes- a los qeu no podemos olvidar. Y pienso en esos padres de fsmilias jóvenes que tiene más de dos o tres hijos y luchan desde los primeros momentos del día para sacar adelante la prole. No es algo políticamente correcto, pero es una realidad. Me viene a la mente un matrimonio que tienen ocho hijos y sonríen todos los días. ¿esto no es heroismo?. En pleno siglo XXI: ellos no veranean en lugares exóticos, no viajan los días que hay puente a liberarse del estrés, pero son felices. No es cosa de dar los nombres, pero en casa ytengo una foto con el matrimonio y la prole: caundo alguien se me queja, se la enseño.
También se puede ser un héroe sin tener hijos, ¿no?
Estoy realizando un trabajo sobre este hecho, alguien podría darme referencias sobre dónde puedo ampliar la información? Gracias de antemano.
Del libro «En un saliente de las Rías Bajas de Galicia», cuyo autor fue mi padre Agustín Fernández Oujo, le envío El vapor «Santa Isabel», de la «Compañía Trasatlántica Española, de 2400 toneladas de desplazamiento, hacía el servicio de transporte desde Bilbao a Cádiz, recogiendo los pasajeros de todo el sector norte, llevándolos amorosamente al puerto gaditano, donde eran acogidos en las cámaras de otros vapores de la misma Compañía, para ser conducidos a tierra de Sudamérica, salvando la distancia de nuestro mar Océano.
Era, pues el primero de enero de 1921, cuando a la una de la tarde zarpaba el vapor «Santa Isabel· del puerto de La Coruña llevando a su bordo 254 pasajeros con el feliz propósito de hacer escala en Villagarcía, donde habían de ser recogidos varios pasajeros más, que también tenían puesta la confianza de su felicidad en las otras márgenes del Atlántico.
Pero, ¡ay! ¡Viaje desdichado…! La nave remontó Finisterre, pasó Corrubedo; pero la densa niebla y6 el duro temporal quisieron anular las demarcaciones de Sálvora, la luz de cuyo faro era «insuficiente señero». Y, a la una y media de la madrugada, entre fuertes oleajes, rompientes y corrientes del mar, toco su quilla sobre la roca submarina denominada «Apegar de tierra», a unas pocas millas del antiguo faro.
Eran sobre las nueve de la mañana del 2 de enero, y el barco partiéndose en dos, se hunde con rapidez.
Los clamores de llanto se confundían con las llamadas de auxilio. El oleaje se había enardecido, y la niebla era insistente.
Los vecinos de Sálvora fueron sobresaltados en el amanecer de aquel primer domingo del año, y las primeras en lanzarse a la empresa del salvamento, fueron tres rústicas mujeres que, empujando la primera dorna que hallaron en la playa, se lanzaron con heroísmo sin igual, en la esperanza de poder llegar a tiempo y dar auxilio a los desventurados pasajeros.
Y, ¡gloria por su heroísmo! ¡Su labor no fue vana!
¡Cuánta esperanza! ¡Cuánta ilusión se había producido en los corazones de aquellos infelices a la llegada de tan heroicas mujeres!
Aunque hombres con otras dornas le secundaron, también era poca cosa. ¡Eran pequeñas las naves que hicieron asomar al lugar de gran desventura!
Entretanto, la oficialidad procuraba el salvamento del mayor número de pasajeros y salvar sus vidas juntamente; pero el dolor y la muerte hizo presa de grandes y de chicos al hundirse la nave mientras algunos de los botes se estrellaban contra la misma o contra las rocas.
CONTINÚAN TRES PÁGINAS MÁS PERO DEBIDO AL LIMITADO ESPACIO DE ESTE LUGAR, NO PUEDO ESCRIBIR MÁS.
Para ampliar sobre el tema mi correo es agustinmanuel.f@gmail.com
Ojalá le pueda ser útil.
Saludos.
CONTINUACIÓN:
Todo esto acontecía en presencia de los abruptos parajes de Sálvora, mientras que en Riveira se ignoraba el suceso hasta las diez de aquella siniestra mañana. Pero a la primera noticia Riveira levantó sus brazos de misericordia y hospitalidad, asomando rápido cuantos barcos se hallaron en oportuna disposición de auxilio; ya fuesen a máquina o a remo.
Desde las tres de la tarde principiaba el doloroso desfile que, si nos referimos a los muertos, duró algunos días, mientras la mar no se despojaba de ellos. Los supervivientes lo hicieron hasta el anochecer de aquella triste jornada.
¿Perecieron muchos oficiales en aquella catástrofe?
Creo que puedo recordarlos todos, y a cada uno rendirle homenaje póstumo por el perfecto cumplimiento de su deber en la hora más triste y más probada de su existencia:
El primer oficial, don Luis Lazaga; el capellán del buque, reverendo padre Pescador; el sobrecargo, don Mariano Figueiras y Figueras, vizconde de Casa Figueras; el médico, don Francisco Bosch; el primer maquinista, don Miguel Calvente, que murió de frío en un bote después de evitar que explotasen las calderas; el telegrafista, señor Lozano, y el agregado don Carlos Verdier.
¿ Pueden apuntarse otros rasgos de heroísmo a los acontecimientos del «Santa Isabel, amiga?
Si nos referimos a la oficialidad, tenemos que recordar al segundo piloto, don Luis Cebreiro, de quien la prensa de aquellos días ha dicho: «El señor Cebreiro fue quien organizó, en los momentos de mayor angustia, el salvamento de los náufragos que acababan de ver morir a los mejores de sus compañeros. El les infundió valor con sus palabras y serenidad. Y cuando navegaba ya hacia la playa salvadora el único bote que pudo separarse del buque, no sólo se negó a agobiarlo, sino que condujo sobre el mar, en lucha agotadora contra el furos de las olas, a uno de los pasajeros.
Sin el valor sereno del señor Cebreiro, la catástrofe habría tenido aún mayores consecuencias.
A propuesta de nuestra ciudad le fue concedida la medalla de Beneficiencia, y la de Salvamento y mérito Naval con distintivo rojo, por la Comandancia de Villagarcía. Y, además, le ha sido adjudicada la Medalla de Oro de Premio de la Sociedad de Salvamento de Náufragos. Pero, cuando diga del Héroe del «Santa Isabel», tendré que añadirle la de Beneficiencia de primera clase, con distintivo negro y blanco, y la Cruz del Mérito Naval.
Y sin desviarme del motivo que nos trajo a estas consideraciones, siguiendo tan delicada ruta, quiero tributar mi humilde homenaje a la memoria del pesquero a vapor, «Rosiña», y su heroica tripulación, quien con iminentísimo peligro se acercó a la cofa del «Santa Isabel» salvando así a tres pasajeros, después de haber salvado en el mar al capitán, y por cuyos méritos les fue concedida la medalla de Salvamento de Náufragos.
En el momento que consagramos, no puedo recordar otra cosa que cuanto suponga unas lágrimas, una oración, un beso a la memoria del «Santa Isabel». Y tan pronto como puse mi planta en la celebérrima isla, corrí hacia las inmediaciones del lugar del gran siniestro, y, andando cosa de un kilómetro, encuentro el nuevo faro, de construcción hermosa y moderna máquina. Paso después las ruinas del viejo, cuya luz había sido «insuficiente señero», y unos pasos más adelante nos encontramos con lo que, al pie de la letra, puede llamarse «apuntes para la Historia». Sobre una peña que parece precipitarse al abismo, está un pedestal de un metro de altura, que durante varios lustros coronó una sencilla cruz de mármol hasta que una galerna de poniente la quiso truncar en un enojoso día invernal. Y, en la misma base, mirando al lugar de la tragedia, está esta doliente inscripción:
«A la memoria de Carlos Verdier, agregado del vapor «Santa Isabel», desaparecido en aquella catástrofe, y a sus compañeros que perecieron en tan triste siniestro. Sus padres dedican este recuerdo a su hijo Carlitos.
Cádiz, 2 de enero de 1921″
Orgulloso de mi tia abuela,que fue una de las tres mujeres que se adentraron en el mar aquella madrugada para salvar a aquellas personas que lograron vivir.Agustin permiteme corregirte en una cosa,aquel dia el faro aun no funcionaba estaba en obras.Con lo que hicieron aquellas mujeres y aquellas familias en salvora una de ellas la mia propia,y que despues los hayan echado de sus casas como lo hicieron.Pero bueno esto es España.Un saludo….
Tengo la posibilidad de encontrar el libro las heroinas de Salvora
porque todo lo relacionado con el naufragio lo estoy recopilando dado que en ese vapor iba mi abuelo Tomas Pereda.gracias
Estimado Alejandro:
En cuanto a la corrección (Agustin permiteme corregirte en una cosa,aquel dia el faro aun no funcionaba estaba en obras) Ni mi padre ni yo decimos en el escrito que el faro nuevo estaba en funcionamiento el día del siniestro si no que: … Pero, ¡ay! ¡Viaje desdichado…! La nave remontó Finisterre, pasó Corrubedo; pero la densa niebla y el duro temporal quisieron anular las demarcaciones de Sálvora, la luz de cuyo faro era “insuficiente señero”… Y tan pronto como puse mi planta en la celebérrima isla, corrí hacia las inmediaciones del lugar del gran siniestro, y, andando cosa de un kilómetro, encuentro el nuevo faro, de construcción hermosa y moderna máquina. Paso después las ruinas del viejo, cuya luz había sido “insuficiente señero”,… de esto interpreto que el faro que estaba en funcionamiento era el viejo y no el nuevo como bien dices y pienso que mi padre también quiso decir lo mismo.
Un abrazo.
Agustín Manuel.
yo soy tataranieta de josefa parada y me crie con su hija, ramona parada me conto la historia y el faro no funcionaba,pero habia mucha niebla y temporal,el farero aviso en el pueblo porque escucho gritar a la gente me conto muchas cosas de lo que paso ese dia y muchas cosas de las que salen en el libro son incorrectas
Hola interesado y conmovido por la tragedia del naufragio, y el valor del salvamento, busco el libro citado. ¿puedes decirme donde conseguirlo? Te lo agradecere y compartire la info que consiga. Gracias