Cuando les mando práctica libre, los alumnos de primero me miran mal, con cara de «no nos hagas esto». Resoplan y rezongan, tardan en ponerse a escribir. Prefieren, en contra de lo esperable, los ejercicios de escritura con tema o género prefijados. Y tiene sentido. La práctica libre, sin límites de espacio ni de formato, funciona como una mayoría absoluta: parece que se puede hacer cualquier cosa, que no hay límites ni fronteras. Y no. Siempre los hay, empezando por los límites propios.
El alumno al que se ofrece una práctica libre, como el Gobierno con mayoría absoluta, se queda sin disculpas y eso le da vértigo, porque le enfrenta con su capacidad creativa y con su experiencia. Percibe de algún modo que la libertad nunca es absoluta ni sirve para nada si no está al servicio de alguien, si no se compromete. Porque decidir el asunto sobre el que tienen que escribir ya significa un compromiso, y el tono en el que lo afronten -humorístico o formal, distanciado o cómplice-, otro. Y luego está la realidad misma, tan poco dúctil, tan reacia a dejarse transformar en palabras y frases, en párrafos, como ocurre a los Gobiernos con los mercados y esas cosas.
Quizá los mejores alumnos escriben sus mejores textos en la práctica libre y, por lo mismo, los peores escriben los peores. Como en la vida. Como en el gobierno de las naciones, como en todo. Curiosamente, el miedo a la libertad es miedo a uno mismo, a las propias limitaciones, a no parecerse lo suficiente a los demás, a tener principios, juicio y criterio, a desentonar. La libertad exige mucho.
Hola:
Soy un lector acérrimo de tu blog. Además, colega docente. Estoy escribiendo un artículo y me gustaría citar la fuente de tu frase: «un buen comunicador no es aquel que domina unas técnicas o destrezas más o menos mecánicas, sino quien es capaz de saber mirar, sabes escuchar, saber pensar, saber expresar aquello que ha mirado, escuchado y pensado». La leí en el texto del blog, pero me gustaría tener la referencia del libro. ¿Cómo puedo conseguirla? Gracias y saludos,
R
La libertad de elección exige liberarse de las ataduras de la percepción de nuestro interlocutor. Dar paso a a la creatividad. Liberarnos de nuestras propias ataduras y miedos. Y, al final, esperar el resultado que, si actuamos con inteligencia, será el aprendizaje y la revisión de posibles percepciones erróneas.
Esa conferencia la tienes en Vagon bar, Eiunsa, Madrid, 1999. No tengo ningún ejemplar a mano y no sé decirte las páginas exactas. Perdona el retraso, Ricardo. Y por cierto, no hacía falta que te presentaras. Abrazo.
Muchísimas gracias. Buscaré el libro. Un abrazo, R
Quizá resulte difícil de encontrar a estas alturas. Me he quedado sin ejemplares e intentaré hacerme con algunos. Si consigo varios, te envío uno.
Gracias, gracias y gracias. Un abrazo,
Me encanta!
«Curiosamente, el miedo a la libertad es miedo a uno mismo, a las propias limitaciones, a no parecerse lo suficiente a los demás, a tener principios, juicio y criterio, a desentonar. La libertad exige mucho»
La libertad no exige nada, cuando esta palabra exige algo pierde su significado. Para que engañarse, nadie es libre hasta que cierra los ojos.
La libertad exige mucho, Dani, precisamente por lo que dices. Un abrazo