Llevo unas semanas escocido con los periódicos y las radios. A las televisiones nunca les he hecho mucho caso. Pero a los otros sí y, claro, resulta que gastan un número inverosímil de líneas y horas en asuntos que no me interesan.
He sido incapaz de leer nada sobre la tristeza de Ronaldo, tan alejada de mis preocupaciones. Tampoco he leído una mísera línea sobre el Bretón y la hoguera en la que fueron calcinados sus hijos. Me basta con saberlo y, para eso, con el título de la noticia sobra. He procedido igual en el caso de la concejala y su vídeo, su dimisión y su vuelta atrás, solo que este ni siquiera estaba interesado en conocerlo.
Supongo que si los medios dedican tanta información y tanta opinión a tales asuntos será porque la gente los devora. Un mero repaso de las noticias más vistas en los digitales lo confirma.
Los medios se aprovechan, porque esas cosas producen audiencias grandes a muy bajo coste, aunque habría que preguntarse qué tipo de audiencias y hasta qué punto resultan a la larga verdaderamente rentables. Pero, ¿y la gente? Quizá estemos ante una forma de escapismo, quizá nos hayamos vuelto todos unos cotillas, quizá, no entendamos nada y, para compensar, optemos por el chismorreo compulsivo.
Con el caso de la concejala ha saltado, según veo en las redes sociales, una discusión moral sobre si debe dimitir o no. Esto ya es otra cosa. No me atrevo a ponerle nombre. Pero sobrepasa el chisme y apunta a que, como sociedad, estamos a punto de perder el sentido. Por lo menos, el común.
¿A punto de? Lo triste es que, simplemente cambiando los ejemplos (la tristeza del uno, la hoguera del otro y el vídeo de la otra) esta columna podría haber sido publicada hace mucho tiempo. Esta sensación de estar en otra galaxia que a veces tengo, solamente por no saber de quién o qué hablan otros muchas veces, es el previo que pago por haber decidido leer lo que me interesa y nada más. Penita da a veces, pero ¡bendita galaxia la mía! ¡Bendita sensación!
¿A punto de? Lo triste es que, simplemente cambiando los ejemplos (la tristeza del uno, la hoguera del otro y el vídeo de la otra) esta columna podría haber sido publicada hace mucho tiempo. Esta sensación de estar en otra galaxia que a veces tengo, solamente por no saber de quién o qué hablan otros muchas veces, es el precio que pago por haber decidido leer lo que me interesa y nada más. Penita da a veces, pero ¡bendita galaxia la mía! ¡Bendita sensación!
La verdad es que coincido con Paco plenamente. Flaco favor se están haciendo los medios de comunicación a sí mismos y a la profesión de periodista. Habría que hacer algo, aunque no sé muy bien el qué. De todas maneras, el descrédito de los medios ya es altísimo.
Podríamos hacer un concurso de ideas sobre los medios que queremos.
Paco mentres só avalíemos con criterios económicos os valores intanxibles da sociedade como poden ser: honradez, manter á apalabra dada, a satisfacción polo traballo ben feito, a superación persoal polo esforzo, etc. Non sairemos desta falla de sentido común.
¿Tampoco indica nada que los programas de mayor audiencia sean los de chismorreo? Es lo que viene pidiendo el público, y cuanto más morbo dé la noticia, mejor. Cuanto más se metan en la vida de los demás, mejor. Por eso, casos como el de Ronaldo, la concejala y Bretón tienen éxito. Logran llamar la atención del público mayoritario y conseguir audiencia a toda costa con historias que llegan más allá de la información y la noticia. La gente quiere saber más, y es lo que reciben.
No sé qué criterios sigue la sociedad actualmente, no sé qué preferencias tiene. Quizás están hartos de oír hablar de crisis (pero tampoco hace algo para solucionarlo) y solo quieren desconectar un poco. No sé.