La Voz de Galicia

Columna en  Nuestro Tiempo que empieza así:

«Asociaba la imagen de los disidentes, opositores y revolucionarios con rostros dolientes, por no decir crispados, en blanco y negro o sepia, algo tristes, de barba despeinada o harapientos, con la única excepción de Valclav Havel. Por eso me resultó tan rara la fotografía de aquella mujer, Aung San Suu Kyi, una especie de madona oriental, que tenía algo de estático y de extático, una serenidad perturbadora que remataba en la sonrisa discreta, apenas dibujada, y en una flor blanca en el lado derecho de su tocado, justo detrás de la oreja. Luego la vi mil veces en otras fotografías. Exagero, quizá fueron apenas unas decenas, porque Aung San Suu Kyi  tardó en ganarse la atención de los medios occidentales, pero mantenía en todas aquella aura, alejada de los harapos o del uniforme militar a los que son tan propensos los revolucionarios y mantenía, sobre todo, la flor. Supe también que la llaman “The Lady”, la señora, y me pareció un nombre muy apropiado para aquel rostro».  (para seguir leyendo pinche aquí)