El lunes volvía de viaje y quise, por excepción, ver el telediario de la noche. En taxis y aeropuertos había seguido la secuencia informativa: primero, que habían matado a Bin Laden, después dónde, las primeras versiones del cómo, el destino del cadáver, etcétera. No sé qué esperaba del telediario, pero lo vi y empecé a desesperarme: la información nueva era poca, irrelevante o desagradable, como las manifestaciones llenas de alegría delante de la Casa Blanca y al grito de “¡USA!, ¡USA!”. Pero entonces entró en escena Gema García y trajo a la pantalla el testimonio refrescante de dos chicas españolas que estaban de paso en Nueva York y tenían cara de miedo o de susto. Quizá era solo respeto por la cámara. Una de ellas dijo en el tono justo, casi tímido, la frase que introdujo una sensatez consoladora en aquel informativo descabellado: “Alegrarse por la muerte de alguien no está bien, pero supongo que les producirá alivio”.
En la primera parte de su respuesta enunció un principio insuficientemente repetido esta semana: el Vaticano se quedó casi solo en la reprobación de las celebraciones. La segunda parte implica un intento de comprensión, de hacerse cargo. De alguna manera, aquella chica hizo lo contrario que Obama. El presidente se saltó los principios, quizá porque no le quedaba otro remedio o no supo encontrar mejor solución. En eso consiste exactamente el pragmatismo: en reconocer los principios y no aplicarlos, sin embargo, al caso concreto, o aplicarlos solo a los nuestros.
La chica actuó al revés: reconoció los principios, los subrayó –es indigno alegrarse de la muerte de alguien- y luego intentó comprender sin justificar. Pues eso.
Estoy de acuerdo. Además, Obama se saltó los principios porque no me parece que los tenga, Y si tiene alguno, depende de cómo sople el viento.
Realmente, a mi no me parece que sea una cuestión tan sencilla. Si los Seals hubiesen matado a Hitler en una operación secreta en 1940, francamente, creo que me hubiera alegrado. Y como yo miles de personas. Obviamente, a toro pasado, es fácil decirlo. Y quien dice Hitler puede decir Pol Pot, o Stalin o cualquier otro asesino en masa. Y me parece interesante plantearse que haría uno en determinadas circunstancias porque nos daríamos cuenta de que esos principios pueden sufrir tensiones ante los hechos. Al respecto me gustaría recomendar la película ‘Gone baby, gone’ (creo que se llama así) en la que se trata este tema con maestría.
Está claro que hay veces que las personas poderosas deben tomar decisiones complicadas, moralmente complicadas. También los papas a lo largo de la historia las han tomado.
Realmente no sabemos la información exacta que tenía Obama con lo cual es difícil hacerse un juicio exacto al respecto.
Además, creo que el principio de la legítima defensa sigue vigente. Habría que ver los límites pero quizás sea una cuestión de moralista, en muchos casos algo teórica.
Bueno, esta reflexión es un poco deslabazada. Recuerdo un sacerdota que advertía: ojo, es fácil aconsejar lo que los demás tienen que hacer y después irse a cenar tranquilamente. Al fin y al cabo, ninguno de nosotros tiene que tomar esas decisiones.
Por otra parte, siempre he pensado que el pragmatismo consiste en llevar a la práctica unos principios. Y Obama hizo exactamente eso. Podemos no coincidir con sus principios, pero no creo que ni el presidente ni la sociedad norteamericana en su conjunto hayan hecho lo contrario a sus principios.
Desconozco lo que ha dicho el Vaticano y si Paco pudiera dejarnos algún enlace estaría bien. Pero si lo que ha dicho es lo que dice el dueño del blog, es decir, simplemente que reprueba las celebraciones y no entra al fondo del asunto, está claro que se trata de una reacción bastante diplomática (y pragmática). En mi opinión, si el Vaticano hubiese condenado la acción en sí misma me parece que hubiese metido en un buen lío tanto a la jerarquía norteamericana como a los propios fieles, que hubiesen sido calificados de antipatriotas en su país. Aunque probablemente muchos de los católicos de USA estarán de acuerdo con la acción.
El astuto y pérfido Maquiavelo es reconocido como el primer pensador político de la Modernidad porque teorizó como nunca se hizo antes qué papel tiene en la acción política la ausencia de principios morales, y el uso que se ha de hacer de ellos para mantener el poder. Dicho de forma muy simple, los principios morales han de tener presencia en la vida pública, ya que la “virtú” cívica de Maquiavelo los requiere para el buen funcionamiento del principado o la república. Pero el príncipe que se guíe por ellos para gobernar, según Maquiavelo, no hace otra cosa que labrar su desgracia. El príncipe debe subordinar cualquier principio moral a la razón de estado; y debe hacerlo con cautela, de forma que su imagen no quede empañada a los ojos del pueblo. Y si no puede evitar que los gobernados adviertan su inmoralidad en un acto determinado, tiene que procurar que su inmoralidad sea manifiestamente cruel e inspire temor al pueblo, pues para el príncipe siempre es mejor ser temido que amado. En consecuencia, necesita tanto hacer ostentación de sus principios morales como ignorarlos cuando así le convenga.
Por desgracia, desde 1513 los consejos del pensador florentino son plenamente operativos en la acción política. En su época, el premio Nobel de la Paz Henry Kissinger negó hasta el hartazgo que su política fuera maquiavélica, por más que la prensa useña viera en él la encarnación de los principios (o sea, de su falta de escrúpulos) de Maquiavelo. Sólo a la progresía, con su crónico complejo de superioridad moral, le ha sorprendido que el mesías Obama, también premio Nobel de la Paz, haya actuado como un aventajado discípulo de Kissinger.
Por lo demás, lo curioso es que la mayoría de los peros a la eliminación de Bin Laden no dejan de ser también maquiavélicos a su manera: no se oculta la alegría por la muerte de Bin Laden, sólo se lamenta que no se le haya eliminado “democráticamente”. O sea, los reproches que le hacen al mesías Obama son políticos, no morales. Es otro síntoma de la ingenuidad progre, tan simpática como políticamente rentable: sólo se escandaliza políticamente. Los reparos morales sólo se exhibirían si hubiera sido Bush, o un presidente republicano, el responsable de la ejecución de Bin Laden.
A pesar del oportuno comentario de Steps Ahead, sigo pensando que es fácil teorizar en la distancia cuando no somos nosotros los que tenemos que decidir.
En cualquier caso, los consejos de Maquievelo son tan ‘maquiavélicos’ que se podrian aplicar a cualquier gobernante, haga lo que haga.
Para este asesinato no se puede alegar legítima defensa. Ha sido una venganza que, como buena, ha sido servida bien fría. Este asesinato no soluciona el conflicto del terrorismo integrista; lo agrava. Desconozco si, diez años más tarde, en algo alivia a sus víctimas.
Estoy completamente de acuerdo con Paco Sánchez. Incluso iría un poco más allá: la muerte de otro ser humano nunca puede ser motivo de alegría (por muy poco «humano» que haya sido y por deleznables que fueran sus actos) por que nos sitúa en su mismo plano moral. Otro debate sería una muerte previa a los atentados que los evitasen…
El New York Times dedica hoy varios artículos a justificar las celebraciones, que es el tema de la columna.
No discuto, porque no me atrevo, si Obama hizo lo que debía o no. Digo lieralmente: «El presidente se saltó los principios, quizá porque no le quedaba otro remedio o no supo encontrar mejor solución». Discuto, sobre todo, su manera de explicarlo, porque el concepto de «justicia» que maneja es diferente del que aplica a sus conciudadanos. Si Obama me dijera que tuvo que matarlo (saltándose el principio de justicia que nos hemos dado para evitar, precisamente, la venganza) porque cualquier otra solución hubiera sido terrible, los principios habrían quedado reafirmados y a salvo.
Uno de los posibles enlaces que pide Mikel sobre la reacción del Vaticano.
Bien. Antes de nada que conste que ni defiendo ni estoy en contra. Simplemente me parece un tema complicado, bastante complicado.
Respecto a la última entrada de Paco creo que habría que separar varias cosas. Los derechos que defiende la constitución estadounidense se aplican solo a los estadounidenses. Esto siempre ha sido así y es lo normal de cualquier país. Me recuerda a los romanos y a la consideración de «ciudadano romano», el cual tenía unos derechos superiores a los bárbaros.
En cuanto al principio de justicia que nos hemos dado, eso es algo que hay que explicar con mayor profundidad porque así, en genérico, puede funcionar, pero en concreto el concepto de justicia varía de una cultura a otra, de un país a otro. Y desde luego, el concepto de justicia de los talibanes y el de los occidentales difiere bastante.
En cuanto a lo que dice Fernando entiendo que primero habría que ver si se puede alegar legítima defensa o no. Después habría que ver si un país tiene derecho a perseguir por todo el mundo, capturar o asesinar a un delincuente por los daños que ha ocasionado a dicho país. En este asunto se han dado pasos como el Tribunal Penal Internacional pero no me parece que sea algo que se haya solucionado todavía.
Respecto a la diferencia entre la venganza y hacer justicia, en fin, quizás si el fallecido se hubiera arrepentido sería una venganza, ahora bien, si el fallecido seguía al frente de una organización terrorista cuyos fines eran asesinar estaodunidenses a troche y moche, no me parece que se trate de una venganza.
Por último dice Fernando que otra cosa hubiera sido una muerte previa a los atentados que los evitasen. Muy bien, pero ¿cuánto tiempo antes? ¿una hora antes? ¿un año antes? ¿Acaso el tiempo que pase o que pudiese haber pasado entre el asesinato y el posible atentado justifica el mismo?
Francamente, no lo tengo tan claro.
Ya he leído varias cosas sobre lo que dijo el padre Lombardi respecto a la muerte de Bin Laden y, coincidiendo con las ideas que expresa, me parece que deja cosas en el aire, para la reflexión, pero sin calificar la actuación de los yankis.
Para mi, lo extraño del asunto, es que el mejor contador de historias: Obana, en este caso en el que podría coronarse, me da la impresión que le ha quedado un poco emborronado el cuento.
Me resulta este apartado tan chapucero, que solo así se explican tantos desmentidos y correcciones
Empezaron con que se ocultaba detrás de una mujer, a la que amenazó armado y después nos enteramos que era aquella la que lo protegía y que no portaba arma alguna. Nos dijeron que ya no estaba operativo, que permanecía desconectado todo este tiempo de las células terroristas y ahora descubren que seguía planificando y dando apoyo a los atentados. Para que dijeron lo primero si no estaba contrastado. ¿no se dan cuenta que se dejan quedar como unos incompetentes?
Se les cae un helicóptero de última generación por culpa de una avería mecánica. Dicen que el objetivo era capturarlo y juzgarlo, y seguidamente confirman que el objetivo era asesinarlo, (de hecho los comunicados lo difunden así).
La foto de las personas más poderosas del mundo, en una esquina de una mesa normaducha con las caras congestionadas por el nerviosismo, me parece a mi que dice mucho:
El motivo de tan alterado estado de ánimo, no dependía tanto de un éxito militar, sino de la ansiedad que supone un balón de oxígeno que puede salvar la presidencia. La precipitación y la turbación del suceso, creo que impidieron sopesarlo debidamente como si ocurrió posteriormente con las fotos y los videos. Parece que las primeras imágenes rodadas en la intimidad, lo confirman. Se aplican en las felicitaciones en llamadas. Se dan los pasos previos para informar a Islamabad y a los aliados. Supongo que todo ello bajo la ansiedad de ponerse delante de las cámaras y dar el notición.
Tengo la intuición de que eso les impidió pensar bien el enfoque y la trama de la historia, quedándose en un relato chapucero atropellado de unos charlatanes asustados. Me recordó un suceso que viví hace años en una estrecha carretera canaria en la que se había salido de la carretera sin consecuencias un autobús que nos precedía. Nos encontramos con un grupo de gente muy alterada rodeando el coche, todos a una, tratando de contarnos su versión. Imaginaros lo que nos costó saber lo que pasaba, pues posteriormente nos enteramos que eran una excursión de tartamudos.
Creo que el mismo suceso se podría contar de otra manera, aunque puedo equivocarme y en el país del “ ojo por ojo”, el resultado sea el que todos se esperaban cuando planificaron el comunicado y las explicaciones posteriores.
Con relación a las cuestiones jurídicas y morales, no me parece a mi este un hecho muy novedoso. Desde hace tiempo el Mossad organiza operaciones similares en estados soberanos, incluso suplantando identidades de ciudadanos de países amigos. Se dice que previamente se realiza una especie de juicio con fiscal y abogado defensor en donde sentencian la ejecución allí donde se tenga oportunidad. Es algo que no se esconde. Se dice que los enemigos deben de saber que tarde o temprano caerán y que esta ventaja táctica es fundamental para la subsistencia del estado de Israel. Al parecer se organizan colectas entre millonarios sionistas para financiar las operaciones que cuentan con gran simpatía popular.
Después de los comentarios que he leído, no me atrevo tampoco a entrar en el fondo moral de la decisión ni de las circunstancias que obligaron a actuar de esta manera.
Sin embargo, supongo que como mucha otra gente, eché de menos en los medios de comunicación cualquier crítica o censura sobre las manifestaciones de alegría que tuvieron lugar ante la muerte de una persona.