La Voz de Galicia

Me ha impresionado vivamente este artículo de Ferrán Sáez Mateu en el Avui: L’home dels caramels.

Quizá porque me ha recordado muchas cosas que se decían y se alababan no sólo en los setenta, sino hasta hace dos semanas. Debería hacer una recopilación un día de estos, para completar la lista de glosadores progresistas de la pederastria que compone Sáez Mateu.

El artículo está en catalán, pero se lee bien:  empieza con «Louis Malle, icono cultural de la izquierda bienpensante europea» y la canción El hombre de los caramelos, de la Orquesta Mondragón, sigue con Almodóvar y El libro rojo del cole, para terminar con una carta de Sartre a Simone de Beauvoir:

L’any 1978 una nena de 12 anys va protagonitzar la seva primera pel·lícula. Es deia Brooke Shields i feia de prostituta a La petite, del director francès Louis Malle, icona cultural de l’esquerra benpensant europea. Hi apareixia nua, i figurava que mantenia relacions sexuals amb adults. A tothom li semblava normal, allò. L’any 1978 calia ser progre de totes passades. Als qui van gosar dir alguna cosa se’ls va tractar de reaccionaris i cavernícoles. Un any després, el 1979, l’Orquesta Mondragón, liderada per Javier Gurruchaga, icona cultural de la televisió espanyola en l’era de Felipe González, va editar el seu primer disc, Muñeca hinchable. Moltes de les lletres eren d’Eduardo Haro Ibars (icona cultural de la Movida Madrilenya promoguda per Tierno Galván), fill d’Eduardo Haro Tecglen, icona cultural del progressisme espanyol. Una de les cançons es basava en l’estàndard de jazz Satin doll i duia per títol El hombre de los caramelos. La lletra d’Haro Ibars, homosexual i politoxicòman que va morir de sida l’any 1988, deia literalment: «El hombre de los caramelos (…) a la puerta del colegio / espera para hacerte feliz. / Y si deseas con él disfrutar / no te debes, niño, asustar. / Él tiene siempre lo que te hará gozar«. La pederàstia es feia així encara més glamurosa que quan la va glossar Gil de Biedma, icona cultural de la Gauche Divine barcelonina, en els seus records de les illes Filipines. (Pinche aquí para seguir leyendo)

Actualización: Con la autorización de su autor, adjunto una versión castellana  del artículo completo, ta como habían solicitado varias personas. Mi agradecimiento al profesor Sáez Mateu.

En 1978 una niña de 12 años protagonizó su primera película. Se llamaba Brooke Shields y hacía de prostituta en La petite, del director francés Louis Malle, icono cultural de la izquierda bienpensante europea. Aparecía desnuda, y figuraba que mantenía relaciones sexuales con adultos. A todo el mundo le parecía normal, aquello. En 1978 había que ser progre. A los que se atrevieron decir algo se les trató de reaccionarios y cavernícolas. Un año después, en 1979, la Orquesta Mondragón, liderada por Javier Gurruchaga, icono cultural de la televisión española en la era de Felipe González, editó su primer disco, Muñeca hinchable. Muchas de las letras eran de Eduardo Haro Ibars (icono cultural de la movida madrileña promovida Tierno Galván), hijo de Eduardo Haro Tecglen, icono cultural del progresismo español. Una de las canciones se basaba en el estándar de jazz Satin Doll y llevaba por título El hombre de los Caramelos. La letra de Haro Ibars, homosexual y politoxicomanía que murió de sida en 1988, decía literalmente: «El hombre de los Caramelos (…) a la puerta del colegio / espera para hacerte feliz / Y si deseas con el disfrutar / no tiene debes niño asustar / El tiene siempre lo que te hará Gozar «. La pederastia se hacía así aún más glamourosa que cuando la glosó Gil de Biedma, icono cultural de la gauche divine barcelonesa, en sus recuerdos de las islas Filipinas.
En 1984, Pedro Almodóvar, icono cultural del postmodernismo español de izquierdas, estrenaba ¿Qué he hecho yo para mereces esto?. Dicho Gurruchaga hacía el papel de un dentista paidófilo. En una escena hacia el final de la película, el odontólogo se ponía de acuerdo con un niño de unos ocho o nueve años y con su madre, interpretada por Carmen Maura, para consumar una especie de relación sexual estable con el menor. Según el retrato que hacía Almodóvar, todos eran felices y estaban de acuerdo. Al cabo de muchos años, el director manchego contrapuso esa pederastia «buena», que hacía tanta gracia a los progres de la época, con otra que ya no resultaba ideológicamente homologable, aunque era igual. La película se llamaba La mala educación (2004).
Volvamos al año 1979. En aquellos días extraños se publicó un obrita que llevaba por título El libro rojo del cole. En la cubierta había una ilustración de Romeo, actual colaborador del diario El País, donde se veía un grupo de niños con el puño cerrado, armados con horcas, guadañas y palos. El texto, anónimo, lo sacó a la calle la editorial Nuestra Cultura en una colección que bajo el título «Mano y Cerebro». La iniciativa estaba vinculada a Alfonso Guerra y Cristina Almeida; la edición propiamente dicha estuvo a cargo de Luis Cabrera. Hubo una discreta distribución en las librerías, y otra mucho más amplia, de carácter informal, llevada a cabo por las juventudes del PSOE y otras organizaciones en institutos de bachillerato. Se trataba del catecismo progre de la década de 1970, adaptado al lenguaje y los referentes propios de la transición española. Contenía una síntesis del Mayo del 68, la Revolución Cultural china y las diversas corrientes contraculturales de la época, todo aderezado con un líquido ideológico espeso a medio camino entre el marxismo ortodoxo, el anarquismo festivo, los movimientos pedagógicos tipo Summerhill, las apretadas viñetas del cómic trash y las letras del rock contestatario como las que hacía dicho Haro Ibars.
Como todo en aquella época, la sexualidad también se politizar y la pederastia quedó legitimada con curiosas coartadas ideológicas. «Si un profesor (hombre o mujer) se acuesta con uno o con una de sus alumnos, se le destituye inmediatamente. ¿Por qué?. Porque la moral oficial es muy retrógrada: considera que es mucho más inmoral hacer el amor con un alumno que no romperle la cara «. En este sentido, El libro rojo del cole va aún mucho más lejos, con afirmaciones como esta: «a veces leemos en los diarios que un ‘Maniac sexual’, un ‘sádico’ (casi siempre un hombre) ha agredido sexualmente a una criatura. Se dice y se repite, aún hoy, que estos obsesos sexuales son peligrosos. Es extraño que sea así. No son criminales sexuales, sino hombres que han sido carentes de amor «.
Todo esto tiene una historia, un origen. Sartre entendió que la revolución sexual era proporcionar a Simone de Beauvoir listados cuidadosamente comentados de muchachas dispuestas á s’engager y cualquier otra cosa para ganar algún cum laude. La mujer de los caramelos también existe. Estas cartas salieron a la luz pública hace unos años y tienen una extraordinaria semejanza en las que el vizconde de Valmont enviaba a la marquesa de Merteuil en Les Liaisons dangereuses de Pierre Cholderlos de Laclos. Creen que exagero?. Lean esta frase de una carta de Sartre a Beauvoir (23-12-1939): «Me divertís, con su harén de mujeres. Os animo a amar mucho su pequeña Sorokine, que es muy encantadora. Diréis, sin embargo, que habrá que sacrificarla cuando acabe la guerra «(» Vous m’amusez avec votre harén de femmes. Je vous encourage fuerte á bien aimer votre petite Sorokine, que eres toute Charmante. Mais direz-vous, il faudra la sacrifier à la fin de la guerre «). Últimamente parece que se habla mucho, de pederastia. En realidad se habla demasiado poco, y de una manera deshonestamente parcial. El hombre de los caramelos, el degenerado de siempre, la alimaña ancestral, tiene muchos rostros. Más de los que algunos creen.