La Voz de Galicia

Parece que ya no podemos vivir ni dormir sin píldoras. El mundo consume más de cien millones diarios de psicofármacos. Por supuesto, hay que excluir de esa suma a casi toda África y buena parte de Asia, además de otros territorios a los que la farmacia apenas llega. Hay enfermedades que se resisten a los avances rapidísimos de la medicina. Síndromes que tienen mucho que ver con nuestra manera de encarar la vida y, sobre todo, el amor.

Entre los que se han manifestado últimamente, y que corresponden a estilos de vida nuevos, me ha interesado mucho el llamado «síndrome de Simon», descrito por el cirujano americano Mark Gorney, y brillantemente expuesto por el psiquiatra Enrique Rojas en un artículo reciente. Afecta solo a los varones con este perfil: «28 a 38 años aproximadamente, soltero o separado que pasa por soltero; inmaduro desde el punto de vista sentimental: solo quiere pasar un rato con las mujeres, en plural, divertirse y jugar como un donjuán que sale y entra. Pero no busca una mujer, sino que se busca a sí mismo. Está obsesionado con el éxito profesional y es, finalmente, un gran narcisista que se mira continuamente en el espejo». Seguro que nos suena.

Rojas analiza las cuatro conductas en que se descompone el síndrome: soltería, inmadurez (incapaz para el compromiso), obsesión por el éxito (que incluye el «culto al cuerpo») y narcisismo. Me detuve especialmente en la causa del narcisismo (vanidoso, creído, petulante): «Están muy acostumbrados a recibirlo todo de palabra y de hecho, a no ser corregidos ni criticados por sus progenitores», dice Rojas. Y añade que hay muchas mujeres desencantadas ante este tipo de hombre light . No sé si tantas.

Me gustaría saber con qué pastilla se cura el nuevo síndrome. Probablemente, con ninguna que se dispense en las farmacias.