De un correo de Ander:
Acabo de aterrizar en casa después de patear Bolivia durante un mes, en el que quizá ha sido el viaje más intenso que he hecho nunca. Es un país fascinante, en ebullición, de paisajes asombrosos y de paisanajes bastante terribles.
En las próximas semanas y meses iré escribiendo esas historias, pero me gustaría mandaros algunos adelantos, algunos pequeños resúmenes que fui publicando en el blog. Quizá los hayáis visto ya, y en cualquier caso siento daros la paliza, pero creo que algunas de esas historias deben ser conocidas y divulgadas. En Bolivia he conocido a gente que padece vidas terribles, y además de escribir y divulgar esos casos, esta vez intentaremos hacer algo más, organizarnos para echar un cable a los bolivianos que viven en situaciones horribles. Ya lo iré contando más adelante, por si queréis echar una mano.
Por ahora van estas sugerencias, estos pequeños retazos de algunas vidas bolivianas. Espero contarlas pronto, a fondo, en reportajes amplios.
-Un adelanto de la historia de Abigaíl, una niña de 14 años que trabaja como esclava en las minas de Potosí. Es un caso de explotación tremendo, pero sólo un caso entre cientos en esa ciudad. Podéis leer un resumen de la historia de Abigaíl y ver algunas fotos suyas.
-Un pequeño adelanto de otras vidas de mineros en Llallagua.
-Una historia de esperanza y alegría: las madres guaraníes que viven unas situaciones familiares muy duras pero que sacan fuerzas para jugar al fútbol y sueñan con participar en la Donosti Cup de 2010.
En el blog también hay otros textos bolivianos más variados, pero estos os pueden valer como muestra.
Recomiendo mucho empezar por aquí: Plaza de Cochabamba.
Gracias, Paco.
Es increíble la capacidad de Ander para transmitir y contar. Gracias Ander y gracias Paco.
“la revolución no viene por la miseria, sino por el orgullo” Federico Urales, picapedrero y anarquista en la “Voz de Cantero”
Admirado Ander, según nos cuentas, en Bolivia sobra mucho de lo primero y falta de lo otro. Vista tu aportación a aliviar esta carencia, yo también creo que te mereces el ministerio
Admirado Prometeo:
He visto una miseria crudísima en Bolivia pero precisamente una de las cosas que más me ha sorprendido ha sido el orgullo efervescente. Algunos visitantes que conocieron el país hace años me hablaban de unas gentes resignadas, calladas, invisibles. Y yo me he llevado la impresión de una sociedad tremendamente viva, peleona, muy implicada, con mucha gente humilde dispuesta a alzar por fin la voz y a participar en la vida pública.
Se me ocurren unas cuantas críticas a Evo Morales y le veo algunos peligros, claro, pero esta gran transformación social la ha dirigido él. Y en un país que durante siglos ha maltratado e ignorado a millones de personas, el reconocimiento -¡ya sólo el reconocimiento!- de esos millones de personas y su aparición en la vida pública inclina a favor mi opinión sobre su mandato.
En estos últimos años, muchas personas antes relegadas se han sentido con derecho a que se escuche su voz y con ganas de plantear otra organización de la sociedad. Un proceso tan mayúsculo chirriará por muchas esquinas, como es lógico. Pero a cuántos bolivianos les he oído decir que si un cocalero como Evo ha llegado a presidente, por qué no van a poder ellos dirigir una alcaldía o una asociación. Eso, en un país donde hace pocas décadas los indígenas tenían prohibido el paso a las zonas céntricas de ciertas ciudades y donde todavía existen esclavos en las minas y en las propiedades de ciertos terratenientes…
A partir de aquí, el que le quiera dar leña a Evo, probablemente me convencerá en unas cuantas cuestiones.
Siempre se puede «dar leña», nadie está libre de culpa,ni de errores, ni de discrepancias, por supuesto. Pero sembrar toda esa esperanza es muy valioso.
Quizás, el mismo hecho de la elección de un indígena como presidente denote que la autoestima y el orgullo han inflamado una sociedad que antes permanecía dormida, impávida y humillada.
Un día me enteré de que mi hijo se había gastado todos sus ahorros en comprar el walaycho de armadillo de un chamán y músico boliviano que le daba clases. Su pequeño sueldo de profesor era una forma de ayudar a su numerosa prole y a su mujer -que a pesar de su juventud-, parecía una viejita. Un día para que aceptara unos juguetes viejos, tratamos de convencerlo de que nos hacía un gran favor librándonos de aquellas cosas inservibles. Era un hombre orgulloso y muy respetado en su comunidad allá en el Chaco y su charángo -yo suponía- que era su posesión mas preciada. Pensé que teníamos que volver a venderle el walaycho con la disculpa de que nunca sabríamos tocarlo como el, por lo tanto sería un desperdicio y además el armadillo en un clima tan húmedo como el gallego, acabaría aflojando, por lo que aceptábamos un precio sensiblemente inferior al que habíamos pagado por él. Aunque yo sabía que su situación económica había mejorado sensiblemente, no quiso aceptar el trato y me dijo: «Usted – siempre nos tratamos respetuosamente de usted- quédese con el walaycho, y yo me quedaré con el orgullo y no se preocupe que ese charanguito ya se lo pagarán algún día como se merece». Era un hombre de fe inquebrantable que irradiaba sabiduría y estoicismo y le contesté:
«Yo nunca venderé su charanguito».
Ya lo sé –me contestó-. yo me refería a otro tipo de pago.
Hace mucho tiempo que no se nada de ellos, esta noche, -quizás por culpa de los escritos de Ander- pensé en su familia. ¿Qué puede haber sido de ellos con este lío de la crisis? Y me prometí buscarlos…
Jo, qué historia. A mí me da ganas de repetir aquella comida coruñesa.