La Voz de Galicia

Toni Piqué escribe su columna de los viernes en El Singular Digital sobre las políticas del Gobierno para reducir el aborto.
Copio una traducción castellana, pero vale la pena acudir al original y leer también los comentarios:

«Al Gobierno español le preocupa el alto número de abortos. Es comprensible: uno de cada cinco embarazos acaba en aborto.

Se trata, sin embargo, de una extraña preocupación ya que, por ahora, su política tiende más bien a promover –no a desanimar– el aborto.

Vean. En mayo, el Ministerio de Sanidad decidió autorizar la venta sin receta de la píldora del día siguiente (PDS), un abortivo empleado como contracepción de emergencia. Ahora, el de Igualdad propone facilitar el acceso al aborto quirúrgico reformando la regulación del aborto.

Es muy sorprendente que el Gobierno crea seriamente que el aborto se resolverá… liberalizándolo más. Pero en eso insiste una y otra vez. Esta semana le ha tocado defender esa política al Ministro de Justicia, Francisco Caamaño.

Cuando canceló la necesidad de receta para la PDS, la ministra Trinidad Jiménez mostró su preocupación por el número récord de abortos registrado en 2007: 112.138, de los que casi 15.000 fueron de menores de 20 años. Eso, dijo Jiménez, es “un grave problema” que exige “soluciones de urgencia”.

Vaya. La PDS se emplea en España desde 2001 con gran éxito comercial. El primer año se dispensaron unas 100.000 unidades y en 2008 ya fueron 540.000 (138.952 en Catalunya en 2007).

Es decir, el consumo de la PDS se multiplicó por cinco desde su aparición. Ya se ve que los obstáculos para conseguirla no son tantos.

Sin embargo, su resultado es malísimo: el número de abortos ha subido un 60% entre 2001 y 2007. Y si el problema era su incidencia entre jóvenes… el aumento fue más acusado: de 8,29 a 13,79 abortos por cada mil mujeres menores de 20 años.

España –y a estos efectos, Catalunya– no son diferentes a otros países. Ocurre lo mismo en Francia, Inglaterra y Gales, y otros países.Así lo avalan estudios en el Journal of the American Medical Association y el British Medical Journal.

En cuanto a la reforma legal, su objetivo es que el aborto deje de ser un crimen despenalizado en tres supuestos y se convierta en un derecho jurídicamente exigible en las primeras 14 semanas del embarazo. En la práctica, el aborto será libre hasta la semana 22, que es el plazo legal previsto para abortar en caso de riesgo para la salud de la mujer y ese es, precisamente, el supuesto que se alega en más del 97% de los casos.

Lo demás es puro humo. El asunto del aborto de las menores es un mero señuelo para distraer la atención sobre el objetivo real y evitar el debate de fondo. Para empezar, el 95% del los abortos ocurren entre mujeres mayores de edad. Para acabar, el aborto de menores a espaldas de sus padres suscita un amplio rechazo. Según distintas encuestas, oscila entre el 57% (DIM para ABC), el 64% (Metroscopia para El País) y el 71% (Noxa para La Vanguardia).

El Gobierno español está en su derecho de promover las políticas que bien le parezcan. Pero si se insiste en opciones fallidas, los ciudadanos tenemos derecho a saber por qué. Ya se ve las actuales propuestas no beneficiarán a la sociedad, pues la realidad dice que esas propuestas harán que el aborto y sus secuelasvayan a más. Tampoco a los médicos, cuya abrumadora mayoría prefiere no practicar abortos. Ni a la Seguridad Social, que deberá cargar con este delicado marrón. ¿A quién beneficia la política de facilitar el aborto, quirúrgico o químico? ¿A las clínicas abortistas? ¿A los que quieren imponer su agenda ideológica? ¿A las farmacéuticas?

Si facilitar el acceso a la PDS y al aborto no logra reducir el problema ¿no sería lógico cambiar el paso? Algo de todo eso hay en la reciente propuesta de ley de un grupo de senadores y representantes demócratas norteamericanos, también preocupados por los 1,6 millones de abortos anuales en su país.

Quizá una estrategia sencilla puede articularse en una sola idea, que no exige reforma alguna. Si estamos de acuerdo en que el aborto es “un grave problema” y el objetivo final es hacerlo innecesario, propongámonos, de entrada, hacerlo raro. Podríamos comenzar tratándolo como al tabaquismo: sin maltratar a las personas afectadas, desanimando su consumo con energía y promoviendo con imaginación otras alternativas a la mera eliminación del nasciturus.

Lo demás son cuentos chinos».