Alejandro Llano acaba de publicar unas deliciosas memorias (Olor a yerba seca, ed. Encuentro), y dice en una entrevista que, a su juicio, en España falta profundidad en el debate político. la atribuye al acuerdo de no revolver demasiado, de no molestar, que se alcanzó en la Transición. Este proceder, según Llano, configuró un perfil ideológico bajo para los grandes partidos (PSOE, UCD y PP) e incluso para los medios. Se pasa sobre los asuntos de fondo como de puntillas o se omite cualquier referencia a ellos, en lugar de afrontarlos en toda su dimensión abriendo un verdadero debate público en el que realmente puedan hablar y ser respetadas todas las posiciones, sin estigmatizarlas antes ni después. Como resultado de ese proceso se simplifican los mensajes, que cristalizan en una imagen sentimental a favor o en contra de unas siglas determinadas, de manera que las decisiones en torno a los asuntos de fondo quedan predefinidas y prejuzgadas por esa imagen, por esa vinculación sentimental que muchos votantes, como consecuencia, no están en condiciones de justificar.
Tienen culpa los medios que permiten esa ausencia de debate o las discusiones light (Llano dice en la entrevista que, para publicar en ciertos medios, basta con cumplir una condición: no decir nada). Pero también los ciudadanos somos culpables, por aceptar la agenda de discusión que proponen los políticos, la que les conviene. Y lo permitimos cuando nos dejamos llevar, sin crítica, por esa imagen, de marca, que nos vincula irracionalmente con un partido, en vez de ponerla en duda y examinar, contrastándolos, los dogmas que ofrecen. Por muy anticlericales que a veces se muestren, actúan como iglesias, y nosotros como creyentes. Por eso las campañas, se convierten en la pelea por la bocina más grande, la más ruidosa, la que mejor estimule nuestros instintos, la que nos deje pensar menos.
No he leído al señor Llano, pero lo que dice no es nuevo. Supongo que hará un análisis más profundo de las causas leyendo su libro. Por cierto, me recomendaste uno sobre la democracia española que ahora no recuerdo. Supongo que también irá por ahí. Te agradecería (y supongo que todos) que nos dieses la referencia.
Pienso en las opciones que tengo en las elecciones vascas y me entra una hipoglucemia política… En mi historia electoral he votado a tres partidos distintos pero esta vez no quiero votar a ninguno. Antes al menos se presentaba el Partido del Karma Democrático con su fantástico lema: «Un voto inútil, un voto como tú».
Profe estou de acordo. Pero supoño que iso era e é o que se propoñen todos os que mandan, partidos políticos, sindicatos, grupos empresariais e de comunicación. Que ninguén se cuestione a fe.
Con tanta vida andada, cando un xa só encontra refuxio nas conviccións máis firmes, parece que cada vez o cansan máis as verborreas inútiles que parecen non outro obxecto que sementar ruído sen dicir nada.
Pero en fin. Alá cadaquén…
(Chegados a estas alturas, supoño que todo o mundo sabe ben como quere ser recordado.)
Eu, desde logo, fronte a promesas que ninguén pretende cumprir e que só poden crer os de lealdade inquebrantable (e case nunca gratuíta) aos que non queren deixar o despacho, prefiro sentir falar nos periódicos de cuestións máis secundarias: da vida, do futuro, da esperanza que alenta no corazón dos nenos, do lado máxico da realidade…
(É dicir, de cousas sen importancia.)
Que teñan todos moi boas tardes, e desculpen o crecente desánimo.
Este es un asunto que no es exclusivo de la política. Si examinamos otros campos, incluso el de la investigación científica, la simpleza de los mecanismos nos parecerá asombrosa evocando o haciéndose equiparable a una “fe” en todos los sentidos de la palabra. Cuando un investigador ha verificado una hipótesis hasta tal punto que se hace merecedora del titulo de teoría. Y cuando esta teoría adquiere tanta amplitud que sólo admite variaciones mediante hipótesis adicionales, pero nunca en sus elementos fundamentales, entonces nosotros “creemos firmemente en ellas”. Acabamos creyendo con la misma confianza que nos inspiran las tesis de la mecánica clásica, las soluciones milagro que devolverán el pelo a una lustrosa calva o nos darán la eterna juventud. Nuestra naturaleza gregaria quizás sea la causa de nuestra simpleza a la hora de juzgar, sopesar o evaluar un aparente axioma que con frecuencia no es más que una falacia. Los asesores de los políticos conocen perfectamente esos mecanismos y acaban convirtiendo el liderazgo en una bochornosa caricatura, paradigma de la más burda mediocridad.
No hace mucho me contaron de una experiencia “creo que ha sido el follonero”, que emitía exactamente mismo discurso tanto en un mitin del PP como en otro del PSOE. La gente aplaudía a rabiar llenos de entusiasmo. Cuando escucho los resúmenes de prensa o las televisiones, supongo que destacan lo original del discurso y aún así nunca encuentro ninguna novedad, ni nada que merezca especial interés.
Compadezco especialmente en estos momentos, a vuestros compañeros que se ven en la obligación de seguir las caravanas electorales escuchando lo mismo una y otra vez.
Fantástico lema el del Partido del Karma Democrático. Ya no nos queda ni eso. El análisis de LLano y tuyo, Paco, es muy acertado y preciso. Es todo muy muy triste. Aquí en Galiza tampoco quedan opciones…
Hay una película de «Cantinflas», «El candidato», que hace burla del sistema democrático. Un candidato comienza a decir cosas sin sentido y se convierte en un peligroso rival de los partidos establecidos. Tenían que ponerla de nuevo en la tele, que la gente piense un poco.