Probablemente esta sea, más que ninguna, la crisis de la avaricia, horrendo pecado capital que algunos han querido hacer pasar por virtud.
Pero, ¿cómo puede alguien dejar de convertirse en un avaro si le prometen un plus anual por consecución de objetivos superior a lo que usted y yo juntos ganaremos en toda una vida o incluso en varias? Consiguen el objetivo como sea, claro, sin reparar en las consecuencias a largo plazo: yo pillo lo que pueda y el que venga detrás, que arree.
Esta visión cortoplacista, meramente utilitaria, este carpe diem materialista está en el corazón de la crisis, y muy arraigado. Se percibe también en las reacciones tibias de los gobiernos -ya nos sacarán de aquí, nada de decisiones fuertes que puedan pagarse en votos- y en multitud de otras áreas: la medioambiental (todo el mundo está de acuerdo, pero nadie quiere dejar de contaminar), la demográfica (esta caída la pagaremos cara y a no tan largo plazo, pero ¿quién es el guapo que se pone a tener hijos ahora?), en la energética (estamos dispuestos a consumir la energía nuclear que importamos y de la que dependemos peligrosamente, pero no a generarla), en la enseñanza (los padres saben que deberían dedicar más tiempo a sus hijos, pero echan la culpa a los profesores, quienes a su vez se quejan del sistema) y… Mil ejemplos se podrían aducir.
Una persistente y prolongada avaricia de dinero, de tiempo, de poder y de diversión que limita hasta lo indecible la capacidad de sacrificio. El que venga detrás que arree. Y mira por dónde, detrás veníamos justamente nosotros. Decía Soljenitsin que en Occidente solo se percibía falta de coraje. Dice ahora Pennac que esta es una sociedad sin honor que ha convertido a los niños en clientes. Desde el mundo musulmán nos consideran irreverentes, fatuos y soberbios. Quizá deberíamos afrontar también esa crisis: la moral.
Actualización (14.01.09):
Antonio Garrigues Walker: Crisis y credibilidad.
Es lamentable que esta crisis se real y disfrazarla de virtud es algo que se ve a menudo. Me gustaría saber cuándo empezó está nueva moda. A veces la sigo. Sí, admitirlo es fácil y queda todo bien. Reconozco que soy avara, ya dejen de molestar. Es necesario un poco más.
La avaricia (incentivos, según otros) es uno de los motores del capitalismo, así que esta es una crisis capitalista. Claro que para decir eso primero habrá que decir qué no es una crisis capitalista. Tal y como dijo el filósofo Alba Rico, «que haya 950 millones de hambrientos en el mundo no es una crisis capitalista. Ni que haya 4.750 millones de pobres, o 1.000 millones de desempleados, o que 3.000 millones de personas carezcan de acceso a servicios sanitarios mínimos. Menos aún que 13 millones de personas mueran cada año en el mundo debido al deterioro del medio ambiente y al cambio climático, que 16.306 especies estén en peligro de extinción, entre ellas la cuarta parte de los mamíferos.
Nada de esto, una crisis capitalista se produce cuando el tipo de economía impuesta no es suficientemente rentable para unas 1.000 empresas multinacionales y 2 millones 500 mil millonarios.»
Sí, falta coraje.
Responsabilidad con las palabras y las acciones propias. A mí me gusta llamarlo cuajo.
Hace un par de décadas, un barco de Muxía, descubrió un caladero que pasó a llamarse “o Canto”. Era una mina de oro, besugos y merluzas enormes colmaron las cubiertas de toda la flota que reventaban los motores para llegar los primeros a la Lonja y conseguir los mejores precios que acabaron bajando ante tal abundancia de pesca que se desbordaba como un maná sobre la rada del pueblo. Uno de aquellos marineros con más luces, propuso la formación de la “compañía”. Las reglas eran que se establecían unos cupos para todos los barcos iguales sin importar su eslora y potencia de motor. Las ventas en lonja también se regularon y solo se pescaba lo necesario para alcanzar un buen precio y garantizar la sostenibilidad del caladero. Pronto el sistema dio resultado y la riqueza llegó a raudales al pueblo. Se arreglaron las casas, se compraron coches y llegaron los negocios. Tenían tanto dinero que algunos decidieron comprar barcos más grandes con los mejores y mas potentes motores. Incluso la casa Rolls Royce vendió motores marinos que fueron pagados en mano por las pescantinas con fajos enormes de billetes. Comprar barcos mas grandes, era una tontería porque las pequeñas embarcaciones ganaban lo mismo, pero en el mundo del mar, para presumir hay que tener un barco “con peito e moito motor”. Los armadores ostentosos gastaban mas para mantener barcos y motores mas grandes, mientras veían que los pequeños tenían mas dinero en la mano pues los gastos eran menores y los ingresos los mismos. Pensaron aquellos que la “compañía” no representaba sus intereses, que ellos tenían que ganar mas por tener un barco mas grande y acabaron con la compañía pensando que así con mayores medios, pescarían y ganarían mas. Todo el mundo comenzó otra vez una carrera loca, tirando los precios y trabajando día y noche para ganar menos. Para culminar los males, el caladero se agotó y a día de hoy no da ni un triste besugo.
Comparto tu valoración Paco. Una crisis moral que hace que nos «autoricemos» (y perdona el vocablo) a hacer cosas que antes ni siquiera hubiéramos imaginado.
La verdad Paco,si entro en este blog es xq no se sostiene a base de tópicos…pero claro,nunca es tarde.Así que hoy sales con eso de que como hay crisis,cualquiera tiene más hijos.
Como diría el castizo:»Amos anda» o más castizo aún:»de eso nada monada».
la política del hijo único se implató aquí por puritita comodidad.menos hijos más tiempo para amontonar dinero,no para dedicarselo a ese hijo.Más dinero para viajar,para cambiar el coche y procurar que sea más grande y más veloz que el del vecino.Más dinerito para la Tv de plasma etc.Y para los hijos,en lugar de tiempo la play,la Tv en la habitación,el dinero semanal excesivo para sofocar el sentimiento de culpabilidad,etc.
En los años cuarenta,la vida era difícil y más en España,en los cincuenta tb…y ahora es más fácil que en los setenta y ochenta…pero.
Seguro que nuestras madres no tenían tanto electrodomésticos pero saliais limpitos y planchados,los cuatro,cinco o por lo menos tres hermanos.Los padres trabajaban,se pluriempleaban,se agotaban,igual que las madres xq la mujer hace tiempo que trabaja…pero.
En fin que es fácil culpar a la baja economía el tener pocos hijos.Pero es más cómodo y además siempre queda aquello de decir que en otros paises dan más «puntos»por la prole.
En los años 80,no llegaba a las 200(doscientas pesetillas)por hijo…pero.
Y respecto al paro,buscad en las hemerotecas y vereis que cualquier tiempo pasado no fue mejor.Los contratos basura,pues antes ni contrato.
las horas trabajadas,muchas,antes no se libraba el viernes por la tarde ni todo el fin de semana.
Y no sigo que luego hay quien es conciso y me da apuro escribir tanto.
Hay que quejarse pelín menos,arrimar el hombro más,no hacer dejación en el caso de educar a los hijos,bueno,al hijo.Y saber decir sí,con mucha generosidad,pero tb hay que saber decir que no.
Y qué hacemos si un buen día nos damos cuenta de que de verdad somos irreverentes, fatuos, soberbios y además egoístas, ombliguistas e insolidarios? perdemos el paso de nuestro mundo, nos quedamos fuera, asombrados. Y buscamos dónde poner las manos y la mirada, para cambiar.
Mas conecto esta crisis con la codicia, ese apetito desordenado por el dinero que quiere más y más. Esa fortuna que se gasta día a día en publicidad ya no para llamarte la atención por una oferta, sino para crearte necesidades que no tienes y apetitos mas allá de los que siquiera puedes financiar.
Esto se derrumba …
El relativismo moral no viene a ser más que la manera de justificar cualquier acción, todo vale, eso sí, siempre y cuando alegues una cierta justificación interpretativa de la realidad. En este punto debemos reconocer la asombrosa capacidad del ser humano para, echando mano de su raciocinio imaginario, tergiversar la realidad hasta hacerla acorde con sus pretensiones más ocultas. La norma deja de ser norma, la obligación deja de ser obligación, lo bueno deja de ser bueno, las virtudes humanas dejan de ser virtudes,…
De esta «suerte» el ser humano sucumbe a su obligación de tratar de conseguir la perfección humana dejando florecer, por culpa de su inherte pereza, los peores y mas viles defectos congénitos, eso sí, siempre de manera aparentemente justificada modificando la realidad al antojo de la «mala» conciencia.
Es por todo ello que los precursores de este relativismo moral no son más que «fantasmas» que desarrollan su vida en la esfera de un mundo paranormal e irreal y, en consecuencia, su vida no exíste ya que, por culpa de sus vagas pretensiones, son incapaces de disfrutar, valorar y esforzarse en este mundo real en el que vivimos.
Un saludo y mis felicitaciones por el blog