La Voz de Galicia

Aparte de las económicas, la noticia de la semana fue un nacimiento: el del primer bebé cribado genéticamente en España, para asegurar que esté libre de la enfermedad hereditaria que padece su hermano, al que se quiere curar con células madre extraídas del cordón umbilical del recién nacido. De momento, esta noticia (la de la curación del otro niño), que sería la interesante por la escasez de precedentes, no se ha producido. Esperemos que se alcance el final previsto, tanto por el bien del hermano mayor como por sus padres.
Insisto en que deseo con toda el alma que el hermano se cure y en que comprendo perfectamente la decisión de los padres. Lo digo porque, como luego voy a poner unas pegas al método utilizado, siempre habrá quien piense que estoy en contra del progreso científico, que soy inhumano y no quiero la curación del pequeño o cualquier otra simpleza (es decir, algo peor que una simplificación).
El niño ha nacido genéticamente limpio, eugenésico, como fruto de un proceso en el que se han descartado otros embriones, también vivos y algunos de ellos, propablemente, sanos. No puedo decir cuántos, porque el hospital ha facilitado todo tipo de informaciones a los medios menos las referidas a ese punto (algunas, por cierto, en el límite del derecho a la intimidad y a las normas específicas sobre protección de los menores). Las hipótesis publicadas oscilan entre los 16 y los 50 embriones sacrificados, hermanos del nacido. Puede que hayan sido más. Un método tan brutal, permitido por la Ley del 2006 -que autoriza cosas mucho peores- merece un debate ético honesto, que profundice en la argumentación más allá del burdo cliché «progresistas-retrógrados», tan poco científico. No sea que acabe todo en un fiasco como el de las células madre embrionarias, después de haber jugado, para nada, con las esperanzas y los principios morales de tanta gente.