La Voz de Galicia

Me preguntan por Nicolás Gómez Dávila, a quien cité en la columna del sábado. Fue un filósofo autodidacta, colombiano, que adquirió notoriedad justo antes de morirse, y gracias a que algunos filósofos alemanes le conocieron y tradujeron. De hecho, supe de su obra a través de Alejandro Navas, a quien se lo había recomendado su maestro alemán Robert Spaemann. Gómez Dávila se definía como «reaccionario», aunque en un sentido muy alejado del actual: el decimonónico, equivalente a contrarrevolucionario.

Sus libros de máximas, los Escolios a un texto implícito, son una delicia, aunque a veces pueden resultar irritantes. Recojo aquí algunas de sus consideraciones en torno a la escritura como arte y oficio. Hay muchas más, son sólo las primeras de una recopilación que he ido haciendo a medida que leía. Ojalá interesen:

-Mientras el escritor anhele seducir, su prosa titubea.
-La poesía acostumbra, como todas las apariciones milagrosas, decir preferentemente trivialidades.
-El que peor escribe es el que imita al que escribe bien.
-Lo que significa la belleza de un poema no tiene relación alguna con lo que el poema significa.
-Con la corrupción del escritor pululan libros malos, con la del lector mueren los buenos.
-El pensamiento vuelto oficio pacta pronto con artificiosas simetrías, con enlaces fingidos, con redondeces postizas.
-La cortesía es actitud del que no necesita presumir
-Ser común y corriente sin ser predecible es el secreto de la buena prosa.
-La verdad nace a veces de la rectificación impuesta a una frase por una exigencia de eufonía.
-A trazar una breve recta sólo debe atreverse la mano experta en arabescos.
-La voz que nos seduce no es la voz con que el escritor nace, sino la que nace del encuentro de su talento con su idioma. La persona misteriosa elaborada por el uso inconfundible de un lenguaje.
-La lectura es droga insuperable, porque más que a la mediocridad de nuestras vidas nos permite escapar a la mediocridad de nuestras almas
-Nadie se llama a sí mismo poeta, filósofo, artista, sin alguna ramplonería y bastante impudicia.