La Voz de Galicia
Libros, música y seres humanos
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Arrasó en los Goyas. Ojo, Pan negro es una película dura. De corte realista. Con una pintura delicada y extraña de poesía. Absténganse los que crean que el cine es para palomitas y productos Disney. La película de Agustí Villaronga, que estaba destinada a un público escaso, multiplicó su atractivo por la avalancha de premios. La noche de la gala no había ni una copia pirata en la Red. En seguida, surgieron 2.500 copias de la nada. El filme habla de las mentiras gigantescas del mundo de los adultos a los ojos de un niño que tiene que creer y crecer a lo bestia. Nada de lo que le dicen es cierto. Y los otros críos son egoístas que miran por lo suyo. Es la posguerra española y el hambre pudre los estómagos y las almas. Villaronga narra con una sensibilidad extraordinaria un culebrón del rural catalán que bien podía ser el rural gallego. Hay vencedores y vencidos. Hay ricos, pobres y podres. Hay una niña con una mano reventada por una granada. Están los ideales y están las ganas de comer. Hay un diálogo tremendo en el pasillo del colegio de los Escolapios, de los que quedan grabados para siempre. «Andreu, ¿quién era esa señora extraña?». «Nadie, solo una mujer del pueblo que me traía un paquete». El poder de esta frase la entenderán al verla. Venimos todos de esa España. Pájaros y pájaros en la cabeza.