La Voz de Galicia
Libros, música y seres humanos
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Parte VII
Cap. 123

«Huir de la realidad no sirve de  nada. Pero da gusto». Anónimo genovés

-Dame la mano.

Y me dio la mano. Me dio su mano y me parecía pequeña en la mía, como una estrella de mar que se encogiese. como un pequeño corazón que se recogiese de gusto como cuando lo toca el amor.

La niña me miraba asustada. Y yo le dije:
-No te preocupes. Todo va a salir bien.

Pasamos las vallas militares y entramos en la zona de exclusión. En seguida, nos dirigieron hacia uno de los cohetes. Ella me dijo:

-Pero no es un caballo alado.

-No, tranquila. Es como un caballo alado.

-Pero los caballos alados no son de hierro.

-Sí, sí lo son. Lo son los más poderosos. Y este nos llevará lejos , muy lejos. Todo va a salir bien.

La niña se calló asustada y noté que apretaba con fuerza la mano que yo le había dado.

Y entonces recordé que Cartagh ya estaba en llamas. No se podía respirar. Y que hace tiempo, después de tantas alertas rojas, que en Arrakken todo estaba inundado y echado a perder. No quedaba otra salida que el mundo exterior. Escapar de allí, aunque fuese con la ayuda de los militares. Irse lejos. Ikachu nos había señalado el camino. Hace tiempo que se había marchado. Y decía que era feliz en Capricornio. Feliz como cuando en la tierra todavía no eliminaban a los niños que al cerrar los ojos veían el arco iris.