La Voz de Galicia
Libros, música y seres humanos
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<Era el cumple de una niña que se llamaba Elena y le regalaron un sombrero. Siempre lo había pedido y resulta que una noche se levantó de la cama a beber y cogió el sombrero y hizo magia y Elena voló y vio la torre Eiffel y se lo pasó muy bien y volvió a casa y le dijo a todos a dónde había ido y se acabó>.

(Cuento de una niña de cinco años). 

Sombreros mágicos se cuenta que hay dos. Uno está hecho de viento y otro de velocidad. Con los dos se puede viajar por todo el mundo. El de viento, a veces, tiene forma de esos cascos de juguete con aspas que hay para los niños. El de viento puede ser muy rápido, cuando hay temporales. O puedes viajar despacio cuando hay brisa, como si te estuviesen meciendo en el aire. El de velocidad es más difícil de encontrar. Dicen que tiene forma de chistera vieja, con remiendos de colores, y que, en una tienda de Londres, se puede conseguir.

Laura siempre soñó con tener un sombrero mágico y poder ver la torre Eiffel como su amiga Elena. Y ponía el dedo en la bola del mundo de su cuarto y decía: e ir aquí, y aquí y aquí, también.

Un día sobre la silla azul celeste de su habitación vio el sombrero con aspas y supo que iba a disfrutar mucho, como si pudiese comer todo el rato chocolate. El primer vuelo que intentó con su sombrero mágico le salió mal y cayó por un agujero muy profundo, muy profundo. Llegó al centro de la tierra, donde están las calderas. Y allí se encontró con un pianista que no dejaba de tocar.

Era un pianista que vestía muy elegante, con una levita y una pajarita que cambiaba de color según cómo la mirases. El pianista se parecía al Principito del cuento y tenía el pelo revuelto, con muchos rizos o caracolas de mar. La niña interrumpió al pianista que aporreaba las teclas, como en otro mundo.

-Hola, me he perdido. ¿Dónde estoy?

-Hola. Eres otra niña que ha estrenado su sombrero mágico y fue para abajo en vez de subir y subir.  

-Sí, me lo puse y me caí.

-Ya, ya. Te tenían que haber explicado que, para que el sombrero mágico funcione, tienes que pensar siempre en cosas bonitas. Pero no te preocupes te indicaré por dónde puedes salir que no me puedo entretener más o el mundo se quedará sin clima. Sería una tragedia.

-¿Cómo?

-Claro, yo soy el pianista que trae las borrascas y los anticiclones. Si tocó fúnebre, llueve sin piedad. Si toco arrebatado, el temporal arrasa con todo. Soy todas las estaciones. También tocó alegre, como la primavera, y caluroso, como el verano. Siempre tengo trabajo. Lo siento. Ahora piensa en algo bonito y saldrás por esa chimenea hacia el cielo y, desde arriba, hacia donde quieras.

Antes de echar a volar, la niña se dio cuenta de que había un dragón en el salón donde estaba el pianista. Era un salón increíble, con muebles de madera y un acuario gigante.

-Y él.

-Cuidado. No le despiertes. Tiene muy mal despertar. Él es el encargado de mantener caliente las calderas de la tierra. Echa su aliento de fuego por esos tubos y le calienta la barriga al planeta. Imagínate si no hiciésemos nuestro trabajo. Anda, vete ya que nosotros no somos unos críos para perder el tiempo con juegos.

Y ella se puso a pensar en cosas bonitas y notó como los pies se le levantaban del suelo. Pensó en sus padres y abuelos, en lo mucho que los quería, y en las fotos de animales que tanto le gustaban, y en su hermano pequeño, al que le había conseguido un gormiti, precisamente de fuego, como el aliento del dragón. Y salió por la chimenea oscura hasta que, como impulsada por un chorro de viento, llegó al cielo. Ya, entre las nubes, pensó que el sombrero mágico la iba a hacer disfrutar mucho, mucho. Que iría hasta la torre Eiffel y hasta el rincón de las hadas de cristal.