La Voz de Galicia
Libros, música y seres humanos
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Y miles de imágenes en los cristales rotos de los recuerdos destrozados.
Y un sonido.
Tu padre que os silba.
Y sois niños que en manada vais hacia él.
Tu padre, siempre nervioso.
Su segundero, un avispero.
Tu padre, sólo tranquilo, la tarde de los domingos, después de comer,
cuando el ritual de la copa de coñac caliente. Los niños nos peleamos por el privilegio de prender la llama que calentará la barriga de la copa, que calentará el coñac, que calentará al padre.
Tu padre, siempre al volante.
Primero, un coche. Luego, otro. Os lleva a los partidos. En verano, en invierno. El primero en levantarse. El primero en irse. La salud es lo que importa. Toda una vida en las salas de espera. La visita médica. Las noches de ansiedad en las pensiones. Los viajes, antes de tener coches, en los autocares. Sentado en el techo de los autocares, el pasaje más barato. Los zapatos colgados como guantes de boxeador del cuello, para cruzar la ría, en marea baja. Antes, un crío que se cuelga de otros críos para no pagar en los tranvías. Los calderos de agua fría tras los partidos en los pueblos. El número ocho, la técnica, el nervio. El toque, elegante en el fútbol, elegante en la vida. Las primeras gafas, las gafas de pasta. Los años, los hijos, uno, dos, tres, cuatro, cinco, la niña… La mujer, tu madre. Una pareja de las de antes, desde chiquillos, toda una vida, juntos.
-Tiraba el bote de sal por la ventana para ir a buscarlo y ver a tu padre.
El amor como un letrero luminoso en un cielo de cine de verano. El amor eterno, una delicia.