Fue terrible. Sucedió hace varios días. Montse contrajo su primer catarro en forma y, por primera vez en su corta existencia, la vimos desganada y triste. Todo empezó con unos inocentes moquitos que asomaron tímidamente por su nariz. Ella, curiosa, se tocó la parte superior del labio gritando su ya tradicional frase-himno: «Este, este, este».
Al principio pensé que sería pasajero e intenté inútilmente de enseñarle a sonarse la nariz: «No, no, no… No, mamáaaaaaa», fue lo que recibí por respuesta. Sin pensarlo dos veces, eché mano a un aspirador nasal que habíamos comprado meses atrás. Las instrucciones del empaque eran bastante optimistas: Coloque el tubo blando en la nariz del bebé y aspire fuertemente por el otro lado.
«Esto está chupado», pensé ingenuamente. Lo que la caja no ponía es cómo convencer a una niña de 17 meses (pero con la fuerza de una de tres años) de que se dejara hurgar su preciosa naricita.
Después de varios intentos decidí esperar al aprendiz de padre para reintentar la hazaña. Fue inútil. Lo único conseguimos fue aspirar una mínima porción de los pegajosos fluidos que reposaban plácidamente sobre las ventanas de su nariz.
Con una defensiva previamente estudiada, la niña escapaba una y otra vez al ataque frontal de papá y mamá. Así que no quedó más remedio que recurrir a la ciencia y fuimos por un jarabe descongestionante. La primera noche no le hizo efecto y se nos hizo larga. Eterna. La niña no podía respirar (pese a la friega de vaporub que le pusimos en el pecho, en los pies, en la espalda) y se quejaba ante la inmensa impotencia de sus aprendices padres. Le pusimos una almohada alta en su cuna para facilitarle la respiración pero tampoco sirvió.
Finalmente y haciendo acopio de todas sus fuerzas, Montse consiguió dormirse hacia las 5 de la madrugada. El aprendiz de padre y yo perdimos nuestra primera batalla contra los mocos, pero la niña ya está mejor.
P.d. La peque no ha ido estos días al cole por razones obvias.
Bueno mujer, que no me extraña nada lo mal que lo pasas con los terribles mocos, es que ver al peque que no puede respirar es frustante, pero ya verás que los años te darán la experiencia. Aunque ya te adiverto que yo tengo tres hijas, la mayor tiene 16 años y la menor 4 pero aun sigo navegando por sitios como este, para buscar consejos sobre como educar y criar correctamente a los hijos, es asi. Somos eternas aprendices. Muchas felicidades por tu estupendo blog.
Lo bueno es que ya pasó! Ahora toca enseñarle a sonarse la nariz antes del próximo ataque!